La historia de la danza en Cuba no podría escribirse sin mencionar, en muchos momentos, las obras que ha legado la compañía Danza Contemporánea de Cuba (DCC). Este legado es simbólico y es también una expresión de sus propios presupuestos estéticos y conceptuales que la hacen acreedora de la técnica, la experimentación, la búsqueda de constante renovación y la capacidad para siempre mostrarse joven, sin olvidar nunca su pasado y sus piezas más reconocidas.

Todo ello pudimos apreciar los asistentes a las presentaciones realizadas en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba para celebrar sus 66 años en el escenario. Como refirió su director Miguel Iglesias, se dicen fácil 66 años, pero ha sido mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha dedicación de decenas de artistas.

La historia de la danza en nuestro país no podría escribirse sin mencionar las obras que ha legado Danza Contemporánea de Cuba.

En las tres piezas que integraron el programa se aprecian tres líneas discursivas del trabajo de la agrupación, la primera dirigida hacia la danza europea, con la mirada puesta en sus maneras de asumir la expresión y los movimientos; la segunda enfocada en el repertorio clásico de DCC con Sulkary, considerada un referente en la trayectoria de la danza cubana y por último, una obra que nos ubica en el aquí y el ahora, mediante un grito, una catarsis…

Los tontos morados es resultado del quehacer de Danza Contemporánea de Cuba con coreógrafos internacionales que han dejado también su huella en su programa. Para que una compañía sea auténtica, tiene que ser necesariamente una expresión de su riqueza local y siempre universal.

Súlkary tiene la capacidad para nunca envejecer; en su concepto está el nacimiento, el viaje a nuestro pasado y la cercanía con la historia.

Por su parte, Súlkary permite sostener la revisión a obras emblemáticas de la compañía, es un acercamiento a nuestras raíces y un canto a la naturaleza. Concebida por Eduardo Rivero, Súlkary tiene la capacidad para nunca envejecer, en su concepto está el nacimiento, el viaje a nuestro pasado y la cercanía con la historia.

Katharsis morphe tiene a través de la música una conexión directa con el público, el espectador sabe que en ella podrá encontrar un asidero, para sentir alegría o tristeza, para gritar o quedar en total silencio. La fuerza expresiva, la rapidez de los movimientos y los tonos la hacen una pieza que sugiere rudeza y, al mismo tiempo, queda como un testimonio sensible de nuestro tiempo.

Esta celebración de la compañía materializa su impronta en el ámbito danzario de la Isla, sostiene su quehacer y le propicia nuevas expresiones.

Esos cuerpos danzantes están materializando una sensación que transita del desamparo a la espera, mediante la noción de identidad. Sus movimientos están enfocados hacia el exterior, al tiempo que revisan su alma, para dejarnos una lágrima, una sonrisa, un dolor o una pena.

Danza Contemporánea de Cuba: un laboratorio, así dejó escrito en el programa de mano su director Miguel Iglesias en este resumen de su quehacer, que durante los días 26, 27 y 28 de septiembre celebró su aniversario.

Esta celebración de la compañía materializa su impronta en el ámbito danzario de la Isla, sostiene su quehacer y propicia nuevas expresiones para que la inmensa obra de Danza Contemporánea de Cuba siga sobre el escenario.