Recordar a Cintio Vitier es un deber irrenunciable no solo por la obra que legó a Cuba, sino por su ejemplo, su disciplina, su entrega y su consagración sin límites al trabajo. Conocí a Cintio en las aulas universitarias, cuando el entonces joven profesor Roberto Fernández Retamar nos dio a conocer esa piedra angular de nuestra literatura que es Lo cubano en la poesía; en ella se lee con certeza que lo cubano es esa esencia inmóvil y preestablecida que vemos sedimentada en la creación intelectual y que indica los rasgos distintivos de nuestra peculiar sensibilidad, y de nuestra actitud ante Cuba y el mundo.

“El discípulo de Martí, el esclarecido del grupo Orígenes, el enamorado de su tierra, el poeta constante que ha sabido alzar su voz en defensa de Nuestra América”.

Unos años después conocí personalmente a este creador excepcional, exactamente el 1ro. de febrero de 1962, cuando empecé a trabajar  en la Biblioteca Nacional. En el tercer piso, en una mesa larga y recién barnizada, el autor de los memorables Temas martianos trabajaba junto a Fina García Marruz, su esposa; Roberto Friol; Renée Méndez Capote y Celestino Blanch Blanco. Después supe que Renée les leía sus Memorias de una cubanita que nació con el siglo. Eran los primeros destellos del departamento Colección Cubana de la Biblioteca Nacional, que fue un verdadero crisol de cultura.

A partir de ese 1962, que marcaría mi vida para siempre, tuve el privilegio de trabajar cerca de Vitier. En 1963 Cintio testificaría mi matrimonio de toda la vida con Julio Domínguez, que, al igual que su matrimonio con Fina, sería para siempre.

Siendo yo su jefa, brilló más que nunca en los años 70 como un sol dentro de su mundo moral. De aquellos años quiero referirme muy especialmente a la fundación de la Sala Martí. Cintio Vitier y Fina García Marruz la fundaron bajo la dirección de Sidroc Ramos, y fue inaugurada el 28 de enero de 1968 por el profesor Manuel Pedro González, quien en su discurso de apertura señaló que la sala era, hasta esa fecha, el mayor y mejor monumento al Apóstol. Especialmente Fina haría de sus visitas dirigidas verdaderas clases magistrales en torno a la vida y la obra de José Martí.

En 1968 Cintio me pidió que compilara la bibliografía martiana, la cual publicaría en los siete Anuarios martianos que, bajo su dirección, se lograrían desde la Sala Martí, la cual fue siempre una sección del departamento Colección Cubana, hasta que en 1977 se convirtió en el Centro de Estudios Martianos. Después, siempre en honor de Cintio, yo seguiría compilando la bibliografía martiana hasta nuestros días.

En ese año de 1968 Cintio y Fina publicarían el primer volumen de sus Temas martianos. Un año antes el director Sidroc Ramos me nombraría jefa del departamento Colección Cubana. Por una década yo sería la jefa de Colección Cubana y, por tanto, de Cintio Vitier. Afortunadamente, a pesar de mi juventud, supe ver a Cintio desde abajo, consciente siempre de su grandeza intelectual, de modo que le hice saber que yo no sería su jefa, sino su secretaria. Lo ayudé en todo cuanto pude. En aquellos años él no solo se ceñiría a sus investigaciones literarias, sino que me asesoraría hasta en las más sencillas selecciones bibliográficas, las cuales exponíamos, sin luces ni colores, en las vitrinas de la Biblioteca Nacional, lucidas solamente con la valía de nuestra inmensa cultura cubana. Fueron años difíciles, plenos de incomprensiones, marcados por una equivocada política cultural. Sin embargo, fue una época caracterizada por la disciplina y el respeto, no solo a la institución, sino al trabajo que desplegábamos.

Cintio Vitier y Fina García Marruz, figuras cimeras de la cultura y la poesía hispanoamericanas. Foto: Tomada de Juventud Rebelde

En una década Cintio y Fina organizaron espléndidas jornadas martianas, en especial durante 1973: acometieron más de 30 actividades con motivo del aniversario 120 del natalicio de José Martí; apoyaron los Seminarios Juveniles Martianos; iniciaron los catálogos de la edición crítica de José Martí —más de 4000 fichas tenían en aquellas cuatro gavetas—; rescataron  la obra literaria y pictórica de Juana Borrero —poesía y prosa que publicaría la Universidad Central de las Villas—, y realizaron estudios sobre Papel Periódico de La Havana,obra que fue publicada muchos años después.

En 1969 Cintio publica Bibliografía de la poesía cubana y los dos primeros tomos de La crítica literaria y estética del siglo XIX cubano. Compilé la bibliografía que aparece en el tercer tomo, el cual demoró años en salir a la luz, al igual que Ese sol del mundo moral, publicado en México en 1970, y en La Habana en 1990. Es preciso destacar la participación de Cintio en el Coloquio de Burdeos y en la Mesa Redonda de la Sorbona de París, en 1972. La Sala Martí demostraba así ser el más grande monumento al Apóstol en aquellos años.

Otras obras logradas y no menos relevantes fueron Flor oculta de poesía cubana,prólogo a la reedición de Mozart ensayando su Réquiem —y ensayos críticos sobre esta última— y la antología martiana publicada por la revista italiana Ideologie. Si revisáramos las bibliografías personales de Cintio y Fina de los años 60 y 70 veríamos que fue una etapa gigantesca en cuanto a lo que lograron y crearon. Solamente para Flor oculta de poesía cubana revisaron hoja por hoja todas las revistas del siglo XIX cubano y demostraron que de la pequeña poesía surge la gran poesía.

Nuestra Biblioteca Nacional ha rendido homenajes perdurables a estos grandes de la literatura cubana, no solo con las compilaciones de sus bibliografías, sino a través de varios números de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. El número dedicado a Vitier corresponde a enero-junio de 2001, y el dedicado a Fina corresponde a enero-junio de 2003. Además, se homenajeó a Fina por su cumpleaños 90 en el primer número de 2013. El volumen dedicado a Vitier es un amoroso y merecido homenaje a uno de los más ilustres trabajadores de nuestra primera institución bibliotecaria, quien, junto a la doctora María Teresa Freyre de Andrade, hizo posible que nuestra Revista… viviera su tercera época. En ese número incluimos sus palabras al recibir el sello conmemorativo por el aniversario 60 de la Central de Trabajadores de Cuba. Tituladas “La mano agradecida”, estas palabras expresan su intención de estrechar la mano de todos los trabajadores de la patria. Esa Revista… podría considerarse, por sus contenidos, una bibliografía selecta de Vitier. Entre los textos se halla también la selección hecha por la profesora Ana Cairo de cuatro cartas de Cintio, representativas de sus altas cualidades éticas como amigo, poeta y crítico literario, las cuales atesora el Archivo Literario del Instituto de Literatura y Lingüística.

De su esposa Fina García-Marruz, la Revista… publicó su introducción a la segunda parte del libro Poesía escogida, de la autoría de ambos, publicado en Colombia en 1999. Fina remite a la excelente exégesis de Enrique Saínz: La obra poética de Cintio Vitier.

Este número dedicado a Cintio cuenta con trabajos irrepetibles. Roberto Fernández Retamar, en su testimonio “Con Cintio”, lo reconoce con justeza como el discípulo de Martí, el esclarecido del grupo Orígenes, el enamorado de su tierra, el poeta constante que ha sabido alzar su voz en defensa de Nuestra América. Graziella Pogolotti, en “Los oficios de Cintio”, recuerda su presencia en la Biblioteca Nacional, en el silencioso quehacer de los años más fecundos de esta institución, cuando Cintio se multiplicaba como poeta, editor, maestro e investigador, y su obra crecía en su incansable búsqueda de Ese sol del mundo moral.

En “Penúltimos recuerdos”, de Iván Schulman, ese amigo sincero que siempre nos extendió su mano franca —me atrevo a usar estas palabras porque Schulman, a mis ojos, se las ganó de sobra—, leemos: “Pensar en Cintio y Fina es pensar en la cultura cubana, pues con sus libros y ensayos, con su dedicación a la cultura, a los estudios martianos, con su defensa a los valores éticos, el concepto contemporáneo de Cuba se construye y se reconstruye”.

Monseñor Carlos Manuel de Céspedes colaboró en este número con el artículo “Cintio Vitier o la duda largamente saciada por los ojos abiertos del alma”; testimonio calzado con dos poemas de Vitier que según el sacerdote católico “le retratan la entraña”. Por su parte, Rafael Cepeda escribe “Una palabra en la palabra” a partir de un poema que Vitier le dedicara en 1972, y reconoce que este vaticinó su entrada en la palabra y le “enseñó a buscar las perdidas, porque Cintio sabe —con palabras del salmista— que toda palabra de Dios es limpia… y permanece para siempre”. Adolfo Ham participó en este número con “El reclamo ético de Ese sol del mundo moral”, palabras que pronunció en el homenaje que le organizó el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo, afiliado a la Iglesia Presbiteriana Reformada de Cuba.

El querido Pedro Pablo Rodríguez, en su testimonio “Una fuerza moral”, cree que es el momento de recordar los episodios tristes que apartaron a Cintio y a Fina de la Sala Martí y del Anuario martiano, y expresa que fue entonces cuando les conoció “por su entereza de carácter, por su voluntad de servir a la patria, por la pureza ética de su decisión. Cintio Vitier —y Fina, con él— siguieron marcando la tarjeta en la Biblioteca Nacional, ofreciendo conocimientos a quienes se los solicitaban, sin renunciar a los amigos fieles y leales, aguantando estoicamente las alusiones veladas y abiertas, y los comentarios directos y los actos de evidente rechazo de malintencionados, de  equivocados y de engañados acerca de ellos”.

Aquí hago un paréntesis. Por esta época yo fui jefa de ambos y siempre contaron conmigo. Nunca los vi desde mi jefatura, sino que alcé los ojos para apoyarlos y verlos desde abajo, para situarme con ellos en el lugar de las incomprensiones y tratar de crearles un cerco de paz.

“Su bibliografía, cuerpo que sostiene y contiene la obra extraordinaria de un hombre extraordinario”.

Continúo pues, con el contenido de este número. Mayerín Bello, profesora de la Universidad de La Habana, en su ensayo “Cintio Vitier y Eliseo Diego: fragmentos de un diálogo”, se refiere a la amistad que durante toda la vida vincularía a Eliseo y a Cintio. Al concluir identifica el diálogo con “un estado de concurrencia poética”, definición lezamiana de la experiencia de Orígenes, que es también cifra de esta amistad. Ibrahim Hidalgo, historiador e investigador, recuerda a la inolvidable Teresa Proenza; rememora cómo la conoció y cómo llegó al Centro de Estudios Martianos; destaca la paciencia, el estoicismo y la honestidad de quienes le hicieron más fácil reconocer la selva martiana, cuando ya Cintio y Fina venían de regreso. Caridad Atencio, poetisa e investigadora, testimonia cómo descubre Temas martianos y cómo de ese descubrimiento deriva el conocimiento perenne de dos libros vivos: Cintio y Fina. Carmen Suárez, poetisa e investigadora, nos recuerda al Cintio traductor de Mallarmé y cómo, al seguirle los pasos al poeta francés, Vitier se mueve en el respeto a su letra, reinventando más que traduciendo. Amaury Carbón Sierra, erudito profesor de la Universidad de La Habana, ya fallecido, admira la comprensión de Cintio y Fina en cuanto al papel de las letras clásicas en el proceso de formación y desarrollo de nuestra cultura.

Ivette Fuentes, ensayista e investigadora, determina que las novelas de Cintio resultan un nuevo sol para el mundo moral. Casi por último, Alexander Pérez Heredia, crítico y profesor de la Universidad de La Habana, reseña el primer tomo de Obras, de Vitier, y afirma que con su lectura asistimos a lo que el propio autor ha llamado “el misterioso diálogo entre la historia y el alma”. Mientras, Ana Cairo, en la sección Relecturas, ordena cronológicamente y republica los textos de las polémicas entre Mañach, Lezama, Vitier y Ortega.

Por último, mi hermana Josefina y yo unimos lo útil a lo bello al publicar su bibliografía actualizada en ese número de 2001. La primera bibliografía había estado a cargo de Roberto Friol y Eliseo Diego, quienes la publicaron con el auspicio de la Biblioteca Nacional en 1968, bajo el título de “Treinta años con la poesía”. Sin embargo, con el paso de los años la obra de Cintio Vitier creció y exigió una nueva bibliografía, la cual compilamos Josefina y yo en 1981, y la publicamos en la Revista de la Biblioteca Nacional en 1983, bajo el título de “Más de 40 años con la poesía”, y veinte años después en el número homenaje de la Revista…, donde aparece la última bibliografía bajo el título de “Más de sesenta años con la poesía. Bibliografía de Cintio Vitier” (suplemento).

Actualmente compilo otro suplemento con el único interés de brindar un mejor servicio. De manera que la Biblioteca Nacional ha recordado a Cintio Vitier con hermosos homenajes perdurables: el no. 1-2 de 2001 de la Revista de la Biblioteca Nacional y su bibliografía siempre creciente y necesaria para la cultura cubana. En mi opinión, el mejor homenaje es justamente su bibliografía, cuerpo que sostiene y contiene la obra extraordinaria de un hombre extraordinario.