Marcello Mio (2024) es una película que tiene todo lo necesario para seducir a su audiencia. En muy rara ocasión todos los componentes que intervienen en el diseño de una obra cinematográfica logran este efecto en un espectador (teniendo en cuenta su tipo de construcción narrativa clásica-experimental). El melodrama de Christophe Honoré (Novo, La belle personne, Les chansons d´amour) tiene cierta magia que atrae y provoca, y esto no solo se debe al personaje que trae a colación, al hombre que resucita de entre la muerte, la memoria colectiva y las pantallas que al día de hoy lo anhelan, es principalmente por la audacia con que se desarrolla su trama, los conceptos que maneja entre los vaivenes de sus conflictos.

La película es un homenaje peculiar a Marcello Mastroianni (8 y medio, La Dolce Vita, Matrimonio all´italiana), que se eleva desde la intimidad de quienes lo conocieron en vida y supieron a ciencia cierta el tipo de ser humano que era. En la cinta, Chiara Mastroianni (Persépolis, Il est plus facile pour un chameau…, La Lettre), hija del legendario actor, siente que vive en la sombra de su padre, si bien este ya no está junto a ella. Su presencia se hace tan imperante en la actriz que decide cambiar su identidad por la de un andrógino y renovado Marcello que camina por las calles de Francia e Italia, frecuentando sus habituales lugares, como si el tiempo o la muerte nunca lo hubiesen alcanzado.

“La película es un homenaje peculiar a Marcello Mastroianni (…), que se eleva desde la intimidad de quienes lo conocieron en vida y supieron a ciencia cierta el tipo de ser humano que era”.

En esta historia que metatextualiza la vida de Marcello en la piel de su hija, se envuelven sujetos-personajes como Catherine Denueve (madre de la protagonista), Fabrice Luchini, Nicole García, Melvil Poupaud, Benjamin Biolay, entre otros; quienes encarnan sus aparentes roles de la vida cotidiana. Estos tratan de entender el estado de Chiara al vestir como su padre, mientras piensan que es algo pasajero o, incluso, una broma de mal gusto. No obstante, para la actriz es un proceso de reconocimiento, de exploración y comprensión de su propia vida, su herencia y los avatares que le esperan en un futuro.

“Para la actriz [la interpretación del personaje de su padre] es un proceso de reconocimiento, de exploración y comprensión de su propia vida, su herencia y los avatares que le esperan en un futuro”.

La suplantación de la identidad, una de las particularidades más ricas de la película, es un concepto que coloca al sentido de existencia ante los reflectores, ya que establece un retrato nuevo de una vida precursora, pero a partir de la aprehensión de otro ser que la toma tal cual proceso de sanación. Aunque ese cambio en Chiara surge de un plano lleno inseguridades y dudas, la representación de Marcello estimula experiencias intimas que hasta el momento (pre-encarnación) se percibían como sucesos externos. La mujer comienza a apropiarse de los “ejercicios del afuera”  para repararse ante un mundo que demanda de ella otra cosa fuera de lo que como humano puede aportar.

Lo que supondría un giro en picada en la carrera de la protagonista, sin embargo, supone un análisis introspectivo que culmina con la reivindicación de ambas figuras. Una está asentada en el margen de la (re)consulta al pasado y la segunda en orden del autodescubrimiento de entre la crisis.

“La fotografía exterioriza, a modo de solución, sensaciones y emociones atrapadas en el cuerpo del personaje principal, quien en un inicio ansía respuestas a sus vulnerabilidades declaradas, y que, al final, en una de las escenas mejor logradas del filme”.

Por otra parte, la estética de Marcello Mio, afinada principalmente por su fotografía y la escenografía escogida, resuelve muchos dilemas conceptuales que quedan en términos subliminales: muerte, soledad, marginación ética y moral, etc. Sus lecturas modifican el discurso, aparte de otorgarle a la obra una belleza simbólica que se encuentra sobredimensionada por las arquitecturas urbanas, los cielos nocturnos y la paisajística de los dos países por donde pasan sus personajes.

La fotografía exterioriza, a modo de solución, sensaciones y emociones atrapadas en el cuerpo del personaje principal, quien en un inicio ansía respuestas a sus vulnerabilidades declaradas, y que, al final, en una de las escenas mejor logradas del filme, alcanza la libertad tal cual sinónimo de aceptación y reconocimiento. Elementos logrados a partir de la conspiración concebida en la secuencia entre signos, horizontes y desnudez corporal. De esta forma, Marcello Mio, es una de las propuestas más atractivas del Festival Orizzonti: Italia – Cuba, exhibida recientemente en los cines capitalinos.