En un ejercicio de abstracción, imaginemos el arte holguinero contemporáneo como un monte. Es un símil que se adapta a las características de nuestra geografía insular y caribeña, donde la flora no suele ser tan frondosamente selvática ni agresiva como en otros sitios, sino armoniosa con el entorno y aun en su espesura montañosa, grata en su fervor: el monte como espacio protector, umbral y sitio mítico; territorio de lo fecundo y del ritmo prístino de la vida.

En el monte —y es esto lo que me interesa de la asociación anterior— nace lo diverso en perfecta simbiosis. Miremos un momento, en ese ejercicio de abstracción que les propuse, nuestro monte: El árbol más frondoso se eleva y se divisa desde lejos, siendo casa de líquenes, helechos, musgos… La palma real —esa metáfora de lo nacional que vio erguirse Heredia en el torrente del Niágara y esa que vemos, también como representación de Cuba, en una de las piezas— se escapa de la llanura y se levanta, esbelta, entre otros árboles del monte. La ceiba señorea en su sitio. Árboles de mediano tamaño, arbustos, todo tipo de enredaderas, helechos en zonas de humedad, hierbas, hongos, orquídeas, incluso la rosa en la amplitud de su belleza foránea… componen las rutas de un trazado natural que vive en armonía.

“En el monte (…) nace lo diverso en perfecta simbiosis”.

Todo se relaciona y crece libremente, nada estorba el tránsito natural del otro, su crecimiento y las formas de su expresión en plenitud… Las ramas se cruzan, es cierto, pero cada una encuentra su justo espacio, su tiempo bajo el cielo y el sol. Las raíces surcan la tierra, se entremezclan en los terrenos de la fecundidad mineral… El árbol de fronda espesa brinda su sombra y aquel menos robusto deja pasar los rayos de sol que harán florecer y madurar los frutos que picoteados por el ave o en el suelo, se fermentan para que el ciclo de la naturaleza siga su rumbo. Esa es la vida. Esa es la esencia del monte. Nada sobra. Nada está de más. Todo florece y germina en el más natural y orgánico de los ciclos. Todo vive. Y todos dan vida al monte. Así sucede con el arte. Así sucede con el cuerpo visual de una provincia fértil en cosmogonías y visualidades, en imaginarios y expresiones plásticas, como Holguín, que ha trazado un mapa de representación, sólido y visible, en ese otro cuerpo que es la plástica nacional.

“Las piezas subrayan la metáfora y nos invitan a adentrarnos, como si se abriera el monte ante nuestros ojos, en una variedad tan fecunda como auténtica…”

La muestra del XXV Salón Municipal de Artes Visuales El Angelote —espacio de tradición en nuestra ciudad que apuesta por renovarse desde una concepción de calidad y de respeto por su impronta— es muestra de ello. Las piezas subrayan la metáfora y nos invitan a adentrarnos, como si se abriera el monte ante nuestros ojos, en una variedad tan fecunda como auténtica por ser el reflejo de las sensibilidades y experiencias, de las formas de afrontar la creación visual de un grupo de artistas de la urbe. Creadores que son parte de ese cuerpo que, en sus variadas expresiones, son los componentes de vida que integran el monte/arte. Aquí —aunque predomina la figuración con trazos expresionistas— confluyen diferentes expresiones, técnicas, intereses, visiones… El naif citadino y otro algo más bucólico, las posibilidades del dibujo y el retrato, el grafiti y su expresividad, la mirada surrealista y/o fantasiosa, el ojo que armoniza y decora, la escultura…

“Ahí radica lo grato de una exposición como esta: mostrar esa imagen conjunta que compone, en su variedad de matices e integrantes, ese corpus que es el arte contemporáneo holguinero”.

Ahí radica lo grato de una exposición como esta: mostrar esa imagen conjunta que compone, en su variedad de matices e integrantes, ese corpus que es el arte contemporáneo holguinero, a través de la obra de un grupo de sus exponentes; y al mismo tiempo, permitir que cada individualidad florezca, que cada árbol de ese cuerpo mayor, busque y encuentre su lugar en este frondoso y nacional monte.

*Palabras inaugurales del XXV Salón de Artes Visuales El Angelote, en la Galería Holguín el 8 de abril de 2024, como parte de la jornada homónima dedicada a los aniversarios 479 del Hato y 304 del pueblo de San Isidoro de Holguín, y en homenaje a la develación en 1912 de los tres primeros monumentos escultóricos en los parques más importantes de la ciudad, los dedicados a Calixto García Íñiguez, Julio Grave de Peralta y a los mártires de las Guerras de Independencia.