Convergencias y abstractos de Karell Maldonado
Karell Maldonado O´Ryan regresa al ámbito expositivo holguinero —del que pareciera sutilmente alejarse, como quien prefiere observar desde un distanciamiento casi brechtiano— con una muestra que permite realizar, si seguimos la idea curatorial, un recorrido orgánico por su trabajo más reciente: de las posibilidades subjetivas del expresionismo abstracto y la action painting inicial, a la síntesis de la abstracción geométrica.
En Convergencia y abstractos, expuesta en el Hotel Pernik como parte del evento Babel, en Romerías de Mayo, confluyen el diseño —no olvidemos su trabajo como diseñador escénico— y la abstracción. Si hubiera una línea conceptual podría pensarse en la abstracción como reto y en la creación como necesidad. Pero él no desea explicar nada más de lo que las obras, en su complejidad polisémica, sean capaces de ofrecer. No hay pose en ello, sino una actitud intelectual, una conciencia crítica y un estado socioespiritual que le permiten realizar determinados replanteos, consigo y con su medio.

Varias de las obras —las primeras en este ciclo— fueron incluidas en su anterior exposición, El síndrome de Asperger, realizada en 2019. Allí (y aquí) la “espontaneidad” del expresionismo abstracto y la action painting (es innegable la influencia de Pollock) se abrían al movimiento, la velocidad, la energía… de piezas en las que el uso del color es determinante y que remiten —desde el nombre— al conjunto de problemas mentales y conductuales que forman parte de los trastornos del espectro autista.
A su “subjetividad abstracta” se le suma, en las siguientes piezas, un componente geométrico que viene del diseño y que permite —acaso como prefiguración, como aquello “por venir” en el espacio de la libertad creativa— una confluencia que encuentra un cauce casi natural y dialogante, porque la abstracción puede ser representación sensorial y cognoscitiva. De esa manera el expresionismo abstracto cede terreno completamente a la abstracción geométrica en las siguientes obras, las más cercanas en el tiempo, cerrando por ahora un ciclo donde le basta con intentar “las formas imposibles”, a partir de aquellas figuras imaginarias del sueco Oscar Reutersvard que, por su construcción en las tres dimensiones conocidas, no resultan posibles y terminan representándose por medio de dibujos y otros recursos tecnológicos.

Este objeto imposible —con los que forma la palabra Cuba— se aleja de la geometría euclidiana para plantearse desde otras geometrías y distorsiones. La abstracción, por tanto, puede permitirle también levantar un escenario de diálogos sociales e interrogaciones con su época, que le hacen subrayar aquello de Ortega y Gasset del yo y sus circunstancias; al ser, sobre todo, estas interrogaciones críticas, dialogantes y abiertas.
Aun así, a Karell Maldonado no deja de importarle el golpe visual, retiniano, del primer impacto, que no es el único en estas piezas. Él sabe que el todo de cualquier cosa será mayor que sus partes. Por eso el uso del color y la limpieza; por eso el propio recorrido consecuente y natural del expresionismo y la action painting a lo geométrico y la síntesis, por ejemplo, de la iconografía martiana (que sea Martí justamente la imagen que finalice la muestra no es un gesto gratuito). Hay un trasfondo de enajenación, es cierto. También de visceralidad y confrontación en piezas que fueron creadas en diferentes circunstancias y que portan una necesidad, un disfrute y una mirada consecuente (consigo primero). Karell parece decirnos que, a veces, la forma puede ser suficiente contenido para la obra y que hay, al menos, que formular lo imposible alguna vez.