El legado de Fidel en los jóvenes y la Revolución cubana
Celebramos el Día Internacional de la Juventud y un momento de reflexión se impone en una hora desafiante y de definiciones. Más aún en el cumpleaños 99 de un hombre que confió en los jóvenes siempre; no solo porque sus años de juventud los vivió intensa y fecundamente sino porque mantuvo ese espíritu hasta el último aliento y esa convicción de que si los jóvenes fallaban, todo fallaría; la misma que lo hizo abrazar los anhelos y esperanzas que estos tenían. La Revolución cubana se definió, entre otras características, por la condición revolucionaria de una vanguardia juvenil que tomó el cielo por asalto y asistió al parto heroico de la era que al mundo traía un corazón lleno de luz que significaba libertad, justicia social, equidad e igualdad entre todos los cubanos. Y el artífice fue el eterno joven rebelde de nuestra Revolución; el más grande de los martianos, el líder histórico que nos llevó al Moncada, a la Sierra, a Girón, que sembró ideas y cultivó valores entrañables que un buen ser humano debe tener. Ese es Fidel, a quien debemos recurrir todo el tiempo, como brújula, guía, ejemplo.
Y ese ejemplo deviene legado para nuestras juventudes. ¿Cómo ser consecuentes con Fidel? Mantener viva la memoria histórica, estar allí donde el deber nos llama, pensar por nosotros mismos y armarnos de una plataforma de ideas que nos conduzca a una praxis revolucionaria, hace parte de ello. Es un sentimiento y una convicción muy profunda, porque creemos en él, llevar en nuestros corazones sus doctrinas, como él hizo con Martí. El humanismo de Fidel, su ética revolucionaria, dignidad y carácter entero; el permanente apego al sentir del pueblo, su sentido de la justicia y antimperialismo llameante; significan pilares esenciales de nuestro actuar en su centenario. La generación del centenario de Fidel ha de sentipensar una actuación a la altura de un hombre inmenso. Vaya desafío el que nos impone la historia; se trata del hombre para quien toda la gloria del mundo cabía en un grano de maíz.
“La Revolución cubana se definió, entre otras características, por la condición revolucionaria de una vanguardia juvenil que tomó el cielo por asalto…”
Y Fidel ha de estar presente, es deber que tenemos de mantenerlo vivo, de que esté más allá de efímeros recuerdos, de referencias discursivas (no siempre bien citadas o contextualizadas), de homenajes superfluos, de consignas repetidas, que por muy agradables que resulten al oído, cuando no son dichas con sentido y fundamento, con pasión revolucionaria, desde posturas verdaderamente revolucionarias, con coherencia y lucidez; se desvanecen por sí solas. A 99 años de su nacimiento, los jóvenes cubanos viven la Revolución y la Revolución vive en sus jóvenes. La respuesta de ellos ante los más recientes acontecimientos ocurridos en la sociedad es viva expresión de su valor.
Orgullo y admiración hemos de sentir por nuestra juventud, por la vanguardia revolucionaria de las juventudes cubanas, por el estudiantado que allí, en la universidad (epicentro de históricas luchas y batallas decisivas) ha asumido con madurez y sentido del momento histórico la postura firme y consagrada de una generación a la que le ha tocado vivir en circunstancias tan difíciles, en una hora dramática cuanto más desafiante, en medio de disyuntivas y polémicas. Han sido nuestros estudiantes de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) expresión del sentimiento, no ya universitario exclusivamente sino popular. ¡Y eso es profundamente admirable! Porque son también el pueblo; sienten, padecen y viven como él; al tiempo que asumen un deber generacional para el que han sido convocados desde el cimiento mismo de la Patria. Y lo han hecho bien porque han pensado como cubanos, como país, como hijos de esta tierra preñada de luz. No han sido egoístas, no se han comportado irreflexivamente, no han asimilado la situación existente de manera superficial o epidérmica, no se han dejado confundir por quienes tienen como propósito destruir a Cuba; porque nuestros estudiantes y jóvenes se deben a su patria, son patriotas, sentipiensan como nación y han demostrado estar a la altura de su tiempo histórico, ser consecuentes con el legado de Fidel.
Hay una herencia cultural que nuestros jóvenes han tomado con entereza, con entusiasmo y motivación pese a tantos delimitadores de primaveras. Es el sol del mundo moral que nos describió Cintio Vitier y que está en las esencias de nuestra condición de cubanos, en el código genético que nos carcateriza, es el carácter entero legado por nuestros precursores y padres que sirvieron a la patria y jamás se sirvieron de ella, es la capacidad electiva y creadora que hemos forjado en medio de la lucha ideológica y la batalla ético jurídica libradas en la Revolución, frente al tigre solapado que representa el imperialismo.
Nuestros jóvenes se han puesto la camisa al codo, han hundido las manos en la masa y las han levantado con la levadura de su sudor. Se han manifestado revolucionariamente, que no significa actuar con odios, cinismos, oportunismos; que nada tiene que ver con ataques, ofensas, comportamientos extremistas, llamados a sentadas huelguistas, enfrentamiento a la institucionalidad del país, declaraciones falsas convocando a marchas de protesta, a concentraciones propiciadoras del caos y la desestabilización política. Todo lo contrario, nuestros jóvenes han levantado su voz con firmeza, con argumentos lógicos ante reclamos legítimos, con respeto como buenos ciudadanos, con fundamento, con responsabilidad. Han sido críticos (así han de ser los revolucionarios) pero con altura ética. Esa es la conducta que ha prevalecido, esa es una vanguardia formada en la Revolución, en las doctrinas de Fidel, bajo el fuego mediático del enemigo inconsecuente y rapaz, del criminal bloqueador, de los seres de alma baja que por unas monedas, no ya dejan que insulten, ellos mismos insultan a la patria.

De Fidel lo aprendimos, que dentro de los marcos de la institucionalidad se establece el diálogo necesario, se señala el error, se advierten consecuencias, se proponen alternativas, se buscan soluciones ante los problemas que se puedan presentar. Y el gobierno del país toma medidas para solucionar los problemas, que no son del gobierno en sí, sino de toda una nación; y si el problema es de todos, con todos se ha de buscar la solución. Ello hace parte de la participación popular en la búsqueda de soluciones. Los mejores frutos nacen de la construcción colectiva, del verdadero consenso, de una efectiva comunicación, y en este caso, política. No hay medida simple cuando esta genera tanto calor en el pueblo; el mismo que constantemente debe aprender a sudar su calentura; porque la conoce, asimila críticamente, porque la vive. Y la comunicación no ha de reducirse al momento mismo de anunciar una medida y más cuando esta es por su naturaleza impopular, que no ha de serlo solo porque en sentido general afecte a la población sino también porque en el seno de la toma de decisión se percibe el daño y se asume el riesgo. Pero es el riesgo de todos, pensando como nación, pero cuando así se piensa es porque ha habido consenso, desde el entendimiento primario hasta la asunción de las consecuencias.
Eso lo saben nuestros jóvenes, y en la historia patria son muchos los ejemplos de sacrificios del pueblo cubano. Por eso ha perdurado en Cuba lo que el pueblo ha querido, no lo que un grupo ha ambicionado. Y la perdurabilidad de la Revolución y la construcción del socialismo en Cuba la debemos a la conciencia y práctica revolucionaria del pueblo que ha tenido en el liderazgo político de la dirección histórica de la Revolución un pilar esencial. Se ha demostrado que por Cuba y para Cuba vivimos y que los sacrificios en nombre de la Patria se pueden hacer, pero no podemos descuidar el espíritu del alma popular. Más que incondicionalidad en su estado de pureza (aprendí de un maestro de la coherencia y la lucidez), se precisa hoy de lealtad reflexiva; de no mirar a la atmósfera sino al subsuelo ante situaciones complejas y de claro matiz político. Ello nos permite, aun equivocándonos, seguir adelante con el proceso; creando, fundando, transformando para bien, rectificando los errores y las tendencias negativas, siendo consecuentes y pensando en el proyecto común. ¿A qué aspiramos como nación? Ese es el proyecto colectivo que con todos los cubanos dignos hay que impulsar, sobre todo porque ese será el fruto que heredarán las generaciones que nos sucedan.
La batalla es cruenta, es también por la vida. Nosotros, los cubanos (no los voluntarios de este siglo que prefieren ver a su pueblo en ruinas y derrotado, para ellos llenarse de una gloria malsana y denigrante) seguimos apostando por alcanzar la mayor felicidad que como pueblo merecemos, que en el camino de construcción socialista cada día prevalezca más la justicia social y la equidad, que nos sigamos sustentando en las sentencias martianas (“con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”) y fidelistas (“esta Revolución es de los humildes, por los humildes y para los humildes”). Una fuerza política nos guía, ella ha de continuar siendo, como expresó José Martí del Partido Revolucionario Cubano, alma de la nación y deber de Cuba en América. Es el Partido Comunista de Cuba, garante de la unidad revoucionaria, que es decir popular, enfrentando la agresión despiadada del gobierno estadounidense que nos desprecia y desdeña; sus prácticas neofascistas e intentos desestabilizadores.
Es absolutamente rechazable la maniobra pérfida de la fauna del terror empleando sus abominables métodos de manipulación a través de noticias falsas, de tergiversaciones, de instigación a realizar actos contrarios al diálogo respetuoso para generar un estado de confrontación entre el gobierno y el pueblo. Por estos días crece la oleada oportunista de mezquinos hacedores del mal utilizando las redes digitales para posicionar noticias supuestas e infundadas en la opinión pública de una situación de caos en Cuba. El enemigo de la Revolución inventa, falsea, miente descarnadamente. Es un descrédito total el de estos seres; por eso denunciamos esta práctica execrable de quienes se han llamado falsamente “oposición”.
“… los jóvenes cubanos viven la Revolución y la Revolución vive en sus jóvenes. Ese es también el legado de Fidel quien en su sobrevida sigue trasmitiendo la fuerza de la juventud”.
¿Y acaso pudieran serlo? ¿Constituirían realmente una oposición? ¿Oponerse al gobierno significa provocar desaliento, escepticismo, confusión, desidia, actos violentos, ataques inmorales? Muy lejos de ser una oposición están; no tienen dignidad para oponerse, es que ni siquiera saben hacerlo. En uno de los boletines de Orestes publicado en la Revista Universal de México, en 1875 (bajo la autoría de Martí), el Apóstol señalaba, refiriéndose a la llamada oposición al gobierno de Lerdo de Tejada:
No es el gobierno en modo alguno inerrable e infalible: loco fuera a su vez él si pretendiera serlo: no pudiera, aunque lo intentase, mejorar su programa en vista de uno que se anuncia y no se le presenta: no puede aceptar medidas que no se le proponen; no puede discutir seriamente con una oposición calumniadora, que muerde sí con ira, pero que no sabe la manera de hablar con razón, ni de hacerse oír con entereza, valor, plan concreto, energía respetable, e imponente dignidad.[1]
Quienes hoy atacan a Cuba ─sobre todo en las redes bajo campañas mediáticas soeces y calumniadoras─ ni siquiera oposición podrían llamarse. Los mueve el mezquino interés, el odio visceral, el empobrecimiento moral. Pero actúan sin principios. Y salvando las distancias con aquella oposición descrita por Martí en el boletín mexicano, retomamos sus palabras que nos traen luces para entender el momento que estamos viviendo:
Si quiere la oposición, y de otra manera fuera indigna, reformar la administración de la república, bienvenida sea al campo de la discusión, y allí todo hombre honrado estará para escucharla y atenderla. Pero esta oposición que así se llama ¿cómo intenta que se reforme una administración cuyos medios de reforma no propone? Esta oposición envenena lo que dice, y se opone a una personalidad que le lastima, porque está a una altura tal de legalidad y paz de conciencia, por más que sea por ella susceptible de errores, que daña con su serenidad la impotencia de los que no alcanzan por su valer propio a tanta altura. Esta oposición no ataca, roe. Finge lo que no existe: no tiene la inteligencia suficiente para examinar lo cierto, y se crea actos imaginarios que censurar y herir…[2]
Estas conductas son abominables precisamente porque se basan en el irrespeto, la mentira, la instigación a delinquir. No faltan las ofensas y burlas, los linchamientos mediáticos, los memes deshonrosos, el ataque destructivo a la personalidad a la que no pueden llegar. En el caso nuestro, es mucha la entereza y dignidad que intentan derribar. Las fuerzas morales del hombre que dirige el país por sí solas neutralizan al fétido enemigo. Y el gobierno puede equivocarse, lo componen seres humanos, pero como revolucionario su capacidad autocrítica debe prevalecer en todo momento.
El gobierno es el decoro de la patria, y la patria no debe tener enemigos en sus propios hijos. Si el gobierno yerra, se le advierte, se le indica el error, se le señala el remedio, se le razona y se le explica; no se tuercen intenciones, se falsean hechos, se forjan decisiones que no existen (…) No debe haber oposición constante: debe haber constante, concienzudo examen y consejo. Sin esta alteza de ideas, nadie aspire al respeto común, al dominio firme y duradero.[3]
Nuestros jóvenes enfrentan con decoro y dignidad la más reciente batalla frente al burdo imperialismo, la canallesca postura de los manipuladores en redes, inducidos por la jauría miamense. No se han dejado ni se dejarán engañar por alardes dolosos, no son de raza vendible, no traicionan sus ideales y principios, no albergan el odio. Los mueve el amor, el sentimiento revolucionario verdadero, porque los jóvenes cubanos viven la Revolución y la Revolución vive en sus jóvenes. Ese es también el legado de Fidel quien en su sobrevida sigue trasmitiendo la fuerza de la juventud.
Notas:
[1] José Martí, Boletín, en Revista Universal, México, 29 de mayo de 1875; en Obras Completas, Edición Crítica Tomo 2, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2010, p. 55.
[2] Ibídem, p. 56
[3] Ibídem, p.57

