Lleva el nombre de ese ser mitológico que José Lezama Lima imaginó como “fabulosa resistencia de la familia cubana”. La Jiribilla, ese ángel criollo lleno de picardía e inquietud, bautiza desde hace 24 años a una publicación que ha devenido arca de la cultura nacional. Como el personaje lezamiano, la revista combina dinamismo intelectual con profunda cubanía, erigiéndose en faro del análisis crítico y la creación artística en la Mayor de las Antillas. Una publicación que incita, por sobre todas las cosas, a pensar.

Fundada en el año 2001, La Jiribilla surgió como contrapunto necesario en el panorama digital cubano, ofreciendo “un punto de vista objetivo sobre la realidad cultural de la Isla”, según define su misión. En sus páginas virtuales conviven el análisis histórico con la crónica urgente, la poesía con el ensayo filosófico, la noticia con las preguntas punzantes y necesarias en sus entrevistas, siempre con ese sello de desenfado y rigor que la caracteriza.

La Jiribilla sigue siendo arca y ventana: preserva lo mejor de la tradición mientras dialoga sin complejos con el presente”.

Laidi Fernández de Juan, columnista desde hace casi una década, describe su vínculo con la revista como “un deber placentero”. Para la escritora, La Jiribilla ha sido “motor y presión creativa” que le ha permitido desde organizar libros hasta explorar nuevos registros literarios. “Siempre le dejo la primicia a La Jiribilla”, confiesa, revelando un código de honor que muchos colaboradores comparten.

El ritmo de publicación de Fernández de Juan en La Jiribilla —quincenal, con entregas especiales en dossiers temáticos— ha creado en la colaboradora una disciplina particular: “un estímulo constante” que la obliga a evitar la repetición y buscar enfoques frescos para sus columnas. “No es solo escribir por escribir, sino mantener un diálogo vivo con los lectores”, confiesa la autora, quien ha logrado compilar varios de sus libros gracias al material publicado primero en la revista. Esa cadencia periódica, lejos de ser una presión, funciona como acicate para la creación.

Esa mezcla de compromiso y libertad sedujo también al periodista Mauricio Escuela, para quien la revista representa “la felicidad misma”. “Cada texto debe superar al anterior”, afirma sobre el exigente nivel que impone esta plataforma donde ha podido “explayar todo lo que soñó como columnista”.

La Jiribilla es un “medio donde Cuba expresa su proyecto revolucionario y cultural”, en opinión del poeta y periodista Ricardo Riverón.

Miguel Cabrera, historiador y colaborador, destaca por su parte el valor de La Jiribilla como “vocero, en su más hermosa acepción, de la cultura cubana”. En tiempos de escasez de papel y espacios reducidos en medios tradicionales, la revista le ha permitido desarrollar investigaciones con amplitud. “Tienen un equipo muy exquisito”, valora sobre esta redacción que ha acogido firmas esenciales del pensamiento nacional.

Ricardo Riverón va más allá al definirla como “medio donde Cuba expresa su proyecto revolucionario y cultural”. Para él, la sistematicidad que ofrece la publicación ha permitido construir “un discurso único para hablarle al mundo” desde las verdades y contradicciones del país. Esa retroalimentación con lectores —comenta— enriquece el debate cultural nacional.

Para el poeta y ensayista Víctor Fowler, La Jiribilla es como “un inmenso archivo cultural”.

La Jiribilla ha transitado por dos sedes físicas y cuatro equipos de dirección, según recuerda Fernández de Juan, pero su esencia permanece intacta. Hoy, cuando el mundo cultural se debate entre algoritmos y superficialidad, esta publicación mantiene su apuesta por el análisis profundo y la diversidad de voces.

Víctor Fowler describe a La Jiribilla como “un inmenso archivo cultural” que atesora dos décadas de creación artística y literaria cubana en toda su diversidad. “Es un ejemplo monumental —enfatiza— de cómo se materializa en la práctica la política cultural de la Revolución”.

El intelectual destaca la riqueza polifónica de la publicación: “Ahí conviven decenas de artículos, debates abiertos y reseñas, junto a profundas reflexiones sobre artes plásticas, cine, música, teatro y danza. Cuando uno lo contempla en conjunto, exclama: ‘¡Pero en este país ocurre una cantidad enorme de cosas!’”.

Reinaldo Cedeño, otro de sus colaboradores, confiesa que le encanta el nombre de la revista, pues en su opinión, “define el espíritu de la cubanía”. El periodista valora especialmente cómo la publicación resiste al vértigo informativo actual: “En este mundo de noticias falsas y prisas, donde muchos prefieren decir las cosas primero y no mejor, La Jiribilla mantiene su seriedad y profundidad”. En este sentido, Cedeño destaca tres pilares que hacen única a la revista: su diseño cuidado, la solidez de sus contenidos y su capacidad para reunir “las mejores firmas y pensadores del país”. Sobre su experiencia personal, revela sentirse privilegiado: “Es un honor que me quieran y me permitan aportar mis reflexiones sobre nuestra cultura”. Para mí, concluye, La Jiribilla es cobijo y regalo de la cultura cubana.

La Jiribilla es cobijo y regalo de la cultura cubana”, afirma el periodista y poeta Reinaldo Cedeño.

Lo que más valoran los colaboradores es el equilibrio único que ofrece La Jiribilla entre rigor y libertad creativa. La revista permite volar alto sin perder profundidad; no hay temas prohibidos, sino enfoques honestos. Esta apertura se refleja en la diversidad de sus secciones, donde un ensayo sobre José Martí puede coexistir con una crítica a tendencias actuales del arte urbano.

Más que una revista, La Jiribilla funciona como termómetro y termostato de la cultura cubana: mide temperaturas, pero también regula debates. Como aquel ángel de Lezama que encarnaba la resistencia criolla, La Jiribilla sigue siendo arca y ventana: preserva lo mejor de la tradición mientras dialoga sin complejos con el presente. A sus 24 años —edad de plena madurez para cualquier proyecto editorial— encarna como ninguna otra publicación la premisa de que el periodismo cultural puede ser a la vez riguroso y vital, crítico y entrañable.

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