Este 7 de mayo se cumplen 186 años de la muerte de José María Heredia (1839 – 2025). Nacido en Santiago de Cuba un 31 de diciembre de 1803, su prematura muerte a los treinta y seis años de edad, en Ciudad México, no le impidió legarnos una obra literaria y periodística de las más sobresalientes de la lengua española de su tiempo; así como una de las más influyentes en el despertar de una conciencia nacional e independentista a nivel continental. Esto explica que fuera considerado por José Martí, “el primer poeta de América”, a más de depositar en él y en los cubanos todos, “la pasión inextinguible por la libertad”. Tales valores lo acreditarían como nuestro primer poeta nacional por intelectuales de la talla de Enrique José Varona, José María Chacón y Calvo, Emilio Roig de Leuchsenring y Mirta Aguirre, entre otros.
Por esta honrosa condición, cabe recordar que Heredia fue el autor de “La estrella de Cuba” (1823), primer poema de contenido independentista de la historia de la literatura cubana, el cual concibiera en plena clandestinidad en Matanzas, a raíz de la abortada conspiración independentista Soles y Rayos de Bolívar. En cuanto a su “Himno del desterrado” (1825), este devino verdadero himno de todos los cubanos de dentro y fuera de la isla, durante las tres guerras que libraron por la independencia nacional en el siglo XIX. Para el escritor y poeta Ángel Augier, “Himno del desterrado”, es la “expresión del alma nacional, sedienta de un superior destino histórico” [1]. Mientras que para el novelista Leonardo Padura, “es sin duda uno de los más bellos cantos de amor a la patria de toda la poesía cubana” [2].
En cuanto a su poesía de contenido histórico americano, es de citar su oda “En el teocalli de Cholula” (1820), la cual no sólo fue reconocida por la crítica especializada como representativa del tránsito de la poesía neoclásica a la romántica, sino también entre las primeras de nuestra lengua en tener por asunto una de las culturas ancestrales más importantes de Mesoamérica.
Fue considerado por José Martí como “el primer poeta de América”.
Su interés por la naturaleza americana hizo de su obra poética la primera en darle valor de árbol nacional a la palma real, condición que hasta entonces ostentaban en nuestra poesía barroca y neoclásica las frutas del país, en particular, la piña. Este interés alcanzaría su cota poética más alta en la “Oda Niágara” (1824), considerada hasta hoy la más reconocida a nivel internacional de las numerosas poesías concebidas en los más diversos idiomas sobre este icono de la naturaleza de Norteamérica.
Esta oda del más puro estilo herediano sobre la citada catarata, fue seleccionada por el filólogo y crítico literario español don Marcelino Menéndez y Pelayo, entre las cien mejores poesías líricas de la lengua española de todos los tiempos. De ahí que a Heredia se le diera también el nombre de Cantor del Niagara, título que bien ilustra la siguiente anécdota protagonizada por el poeta Rubén Martínez Villena, cuando al tomar conciencia de la positiva recepción que había tenido en el pueblo su poesía “Canción del sainete póstumo”, le comenta a su compañero de lides revolucionarias, Pablo de la Torriente Brau: “Es mi Niagarita”.
La ocasión, una vez más, es propicia para recordar a José María Heredia como el primer poeta nacional de Cuba. ¿Qué otro momento mejor para rendirle homenaje a la poesía cubana y americana de todos los tiempos, así como a sus más excelsos poetas? No sería otro el deseo de quien un 30 de noviembre de 1889, en Hardman Hall, Nueva York, expresó: «…para ser en todo símbolo de su patria, nos ligó en su carrera de la cuna al sepulcro, con los pueblos que la creación nos ha puesto de compañeros y de hermanos». Sean, pues, las palabras de nuestro Héroe Nacional José Martí fundamento primero y último de esta alta condición.
Notas:
[1] Leonardo Padura Fuentes: José María Heredia: la patria y la vida. Ediciones UNIÓN, 2003, p. 76.
[2] Ibíd., p. 146.