Hirume Pérez Rodríguez tiene 26 años y dice que no se siente un héroe, sino un cubano más que tuvo el orgullo de haber apagado el mayor incendio de que se tenga memoria en muchos años en Cuba. A pesar de que sus vecinos, la comunidad de Remedios y todo el país reconocen la valía de este joven, sus ojos humildes y su palabra pausada expresan una profunda bondad, una vocación sólida y la firmeza de los tiempos duros.

“No era lo mismo lo que salía por el televisor, que cuando lo ves de frente. La temperatura tan alta nos chocó, incluso nos impedía entrar. Debíamos ir con cañones de agua muy potentes para avanzar durante un tiempo y luego retirarnos para proteger nuestra salud. Una vez que extinguimos el primer tanque, vimos que era posible vencer el fuego y sentimos que una parte de la victoria estaba ya consumada y era cuestión de persistir”.

Él es un héroe que prefiere el cariño de su gente de barrio y el gesto humilde.
La gloria, sin embargo, camina a su lado por el resto de los días.

“Desde que se nos dio el aviso se supo que nuestras vidas corrían peligro. Nosotros los bomberos tenemos herramientas psicológicas para enfrentar esos momentos. Llamé a mis padres, les conté y dije que todo estaría bien y que había que cumplir la misión. El miedo es una realidad, pero uno se impone, saca fuerzas y al final hemos visto el resultado”.

Tanto el casco, como los implementos y el traje de bombero han sido destruidos por el fuego. Él mismo está lleno de quemaduras. Se recupera lentamente mediante el reposo junto a su familia y me cuenta que su encanto por esta carrera comenzó desde niño, cuando vio una novela televisiva llamada Historias de fuego. De ahí pasó al círculo de interés y a los 16 años integraba el cuerpo de voluntarios. La preparación de este hombre abarca las más disimiles áreas, desde primeros auxilios hasta electricidad, pasando por ingeniería y psicología. Un bombero puede encontrarse cualquier cosa en medio de las contingencias de trabajo.

Él es un héroe que prefiere el cariño de su gente de barrio y el gesto humilde. La gloria, sin embargo, camina a su lado por el resto de los días.

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