Una danza macabra junto a Lady Gaga en la Isla de las Muñecas
La Isla de las Muñecas es un sitio que desde hace décadas fascina a los visitantes de México. Situada en los canales de Xochimilco, se trata de una chinampa que fuera creada hacia 1950 por Julián Santana, un agricultor originario del barrio de La Asunción. En el lugar, lo más llamativo es esa mezcla del mundo de los muertos con el de los vivos, cosa común en los procesos de mestizaje de América. A la altura del siglo XXI se erige en un sitio de culto y peregrinaje para todos aquellos que quieren creer en algo trascendente más allá de lo cotidiano, lo palpable, lo que acontece ante los ojos.
El 2025 trajo la noticia del videoclip de Lady Gaga en La Isla de las Muñecas, dirigido por el maestro Tim Burton. ¿De qué se trata? Ambos artistas hacen un tándem de trabajo para alcanzar un mensaje que rebase lo que hasta ahora se ha contado sobre el lugar. Según la leyenda, Julián habría encontrado el cadáver de una niña en los bejucos de las aguas, por lo cual comenzó a apaciguar el espíritu de la difunta con regalos (muñecas). La muchedumbre de estos juguetes ya hechos pedazos genera una sensación alucinante y puede llegar hasta el miedo. Se trata de miles de ojos de plástico que te siguen a todas partes y que diferentes turistas han catalogado como de miradas con vida. Brazos que se mueven de forma oblicua y que intentan tocarte, piernas que parecieran caminar o moverse secretamente cuando damos la espalda. El videoclip se llama The dead dance y precisamente intenta imitar esas sensaciones.
Con independencia de que los valores que la música pop está trasmitiendo son mayormente referentes a lo New Age, la unión entre dos talentos de estos tiempos amerita que se realice un acercamiento crítico a la pieza que se proponen. Tim Burton es uno de los genios del cine cuyas obras no solo marcan una estética específica, sino que nos traen un discurso en torno al valor de la vida visto desde la muerte, las sombras, lo tétrico y lo inverosímil. Es como si a partir de esas películas uno comprendiera mejor quién es porque se nos muestran otras opciones contradictorias y dolorosas, ajenas a lo que estamos dispuestos a aceptar. Lady Gaga, que hace mucho adoptó ese sobrenombre inspirado en la canción del grupo Queen titulada Radio Gaga es una artista en toda la evidencia que ha sabido escalar desde las sonoridades típicas del pop hasta la fusión con el rock, el vodevil, la ópera, el teatro. Sus apariciones no solo son excéntricas, sino que construyen narrativas que no deben obviarse y que ya están en los registros de la música más reciente. Nos guste o no, Stefanie Joanne Angelina Germanotta ha saltado las barreras incluso de su nombre real y creó una marca propia.
“Tim Burton es uno de los genios del cine cuyas obras no solo marcan una estética específica, sino que nos traen un discurso en torno al valor de la vida visto desde la muerte, las sombras, lo tétrico y lo inverosímil”.
La inmersión cultural conlleva analizar el videoclip desde claves que nos permitan constituir juicios más allá de lo evidente. Lady Gaga no es precisamente una persona que haga una estética facilista. En sus videos anteriores se referencian constantemente la muerte y el éxito como puntos de quiebre y hay allí una preocupación legítima que no se soslaya. Este énfasis permite, desde la sombra, desde las líneas del contorno del fenómeno, entender el videoclip de The dead dance. La cantante no quiere que se repase su obra solo en la linealidad, sino que hay que asumir un pensamiento lateral que nos permita el acceso a las claves. Lo New Age está en el interés no por la religión, sino por la religiosidad, en la elección no de las iglesias o de los templos oficiales (incluso de los cementerios); sino de un montón de muñecas que nunca tuvieron vida. Y ahí hay una clave heideggeriana que se nutre de las tesis de Ser y tiempo: el ser para la muerte y el entendimiento del algo a partir de la nada. Las muñecas son el vacío, no tuvieron jamás alma, no pueden llenarse de un contenido a no ser que las personas lo hagan. Los turistas, al leer los ojos de los juguetes desde sus experiencias, les imprimen diversas almas (no en el sentido místico, sino en lo referente a las vivencias, lo experimentado, lo que posee un background).
“La humanidad destrozada, descompuesta, alienada, toma un sentido a partir del consumo y de la asunción por parte de entes que la concientizan”.
Hay una deconstrucción en el acceso turístico al lugar, un impacto global que lo transforma en otra cosa de sí y lo lleva a un punto de la vivencia para el cual no fuera concebido por Julián. Ese es el camino de quien quiera entender el interés de las personas por La Isla de las Muñecas: representa un pequeño mundo, un Aleph que nos lleva de la mano a mirarnos a nosotros mismos en ese justo momento en medio de esa retahíla de brazos, piernas, torsos, ojos, pelos. La humanidad destrozada, descompuesta, alienada, toma un sentido a partir del consumo y de la asunción por parte de entes que la concientizan. Y el gran tema de la isla no es otro que la muerte. Se nace de la muerte y se va hacia la muerte. Julián concibe el sitio como un ritual, lo llena de muñecas que le permitan sembrar hortalizas sin el acecho de la niña fallecida. Luego, cuando el mito crece y se vuelve mayor que su realidad local, sigue siendo la muerte el atractivo e incluso el vehículo cognoscitivo.
La isla es un ser para la muerte, o sea, toma conciencia de sí misma, pero se trata de una conciencia colectiva, folclórica. Lo que hace que el entendimiento rebase esos límites es la mirada del artista, esa que es capaz de ver en un paisaje algo más que muñecas rotas y darle un vuelco en el cual se acceda a significaciones que, de lo contrario, estarían fuera del alcance. No es que Burton trabaje directamente desde la filosofía o que Lady Gaga abra un tratado para seguir a pie juntillas lo que decía Heidegger, sino que la teoría existencial, la reflexión desde la cultura, arrojan visiones que son útiles en materia de disección y de pedagogía de los signos. Lo que nos lega Heidegger es un aparato (no categorial en sentido estricto) cuya apertura y capacidad de asirse a la esencia de las cosas y releerlas nos permite un encuentro más cercano con el ser. Lo que se nos pide es la escucha activa del ser que está en las cosas, pero sobre todo de aquello que se puede ver desde y gracias a la nada. Si el videoclip se filma en ese sitio es porque va en la línea de una estética para la muerte. Esa belleza, intelectual, rara, hace del pop de Lady Gaga algo que se agradece, si bien no está libre de mensajes subrepticios sobre el mercado, la instrumentalización humana para el consumo, lo inauténtico no siempre mirado críticamente.

El videoclip puede ser una muestra inteligente de cómo hacer de un arte masivo un ejercicio de reflexión en torno a la muerte. Después de todo, en esta era de invasiones, de genocidio en Gaza, de creación de casus belli para llevar adelante atracos; nada como la muerte como protagonista. El material, que se inicia cuando aparece Lady Gaga entre las aguas y las muñecas, intenta ser una voz diferente desde lo gótico de la crisis que aqueja a la humanidad, una que se refiere a vacíos en la comprensión de la existencia y a la visualización cada vez más evidente de una melancolía colectiva. Pero Tim Burton ha querido alejarse de los tópicos y por eso le imprime hondura a la canción: una danza macabra con otras resonancias. En los canales de Xochimilco hay, además de esa leyenda, otras tantas referidas al universo de la transculturación entre los habitantes precolombinos y los cristianos. Ese choque, esa premodernidad, por momentos intentan reaparecer como parte del background que conforma el video.
En México existe de hecho el culto a la Santa Muerte, uno que es catalogado por la iglesia como de corte diabólico pues celebra el deceso humano y no la trascendencia. Pero más allá de la moral construida desde la cultura, resulta conveniente que se destaque que esto hace del país algo interesante en materia de reflexión existencial. Por ello, Burton ha visto en México un inmenso set de televisión o de cine en el cual explayarse y volver a contar las historias que son tan propias de su producción. En el caso de Lady Gaga, su ascenso como artista ha ido desde esos bailes en gogos donde aún era Germanotta hasta el presente, en el cual canta al piano con Elton John (en conciertos) y filma con Tim Burton. Si bien los inicios de la cantante fueron apegados a lo más pop, en la medida en que el discurso se refinó han primado la fusión de géneros, la experticia en cuanto a visualidad y el uso de narrativas profundas con varias capas. Todo eso hace de la obra de Lady Gaga algo más dentro del panorama de la producción audiovisual. The dead dance si bien tiene una genealogía que la relaciona con otros temas donde se juega con la muerte y su relación con la fama, ha hecho una inmersión cultural más profunda, ya que para alcanzar reflexivamente un nivel debe desprenderse de los lugares comunes.
Casi toda generalización es un error y más aún cuando se trata de crítica. El arte es un ser polifónico que no puede encasillarse y que de hecho resulta inmedible. La llegada de una reflexión sobre la muerte tiene un proceso interno que nos revela otro ser más deforme y horrible: el pecado del olvido. Si para algo se creó esa Isla de las Muñecas es para no borrar, con el objetivo de que la niña vagara por el sitio como en casa y que los turistas accedieran a una memoria superior. O sea, el conocimiento tiene una doble dimensión. Por una parte, sobrenatural y mística y por otra realista, aterrizada, puesta en función de la propia vitalidad del sitio como destino de negocios. El video tiene de ese dualismo. Es un producto para el mercado, pero a la vez intenta ser una existencia díscola, en la cual se diga algo más, se establezcan otras pautas y acciones y sobre todo se vertebre una estética.
“El arte es un ser polifónico que no puede encasillarse y que de hecho resulta inmedible. La llegada de una reflexión sobre la muerte tiene un proceso interno que nos revela otro ser más deforme y horrible: el pecado del olvido”.
De ser un producto para la muerte, el video pasa a ser uno para el mercado y halla allí su vitalismo. El recorrido no puede obviarse ya que forma parte de la razón que sustenta el tema del material. Y en este sentido, la danza de la muerte, la danza macabra, es un repaso por los valores New Age o sea aquellos que ponderan la religiosidad, los microrrelatos, las verdades fragmentarias, lo alucinatorio, las emociones emanadas de los contactos místicos, la evaporación de la realidad concreta, la licuación de la verdad histórica y su posterior vertimiento líquido en cualquier molde. Vivimos una modernidad líquida según Bauman y en eso existen muchas aristas que no deben desdeñarse desde el poder del mercado hasta la insuficiente densidad de las verdades de los diversos relatos. En el video, Lady Gaga sale de las aguas como una aparición, su materialidad no es absoluta, sino que viene impregnada de los elementos de una magia que no se puede asir con ninguno de los grandes relatos.
Casi siempre la industria minimiza los temas de este tipo de obras y los circunscribe a lugares comunes como el amor romántico o el desamor. La propia Lady Gaga dijo en el evento Graveyard Gala de Netflix que se trata del abordaje de la ruptura de una relación desde la resiliencia. De hecho, la frase que sirve de leitmotiv es: “Seguiré bailando hasta que muera”. Pero si nos fijamos en estas marcas del lenguaje, contradictorias en apariencia, veremos que aparecen un conjunto de pistas mayores. La Isla de las Muñecas funciona como una especie de partida sin retorno, de manera que se refuta la idea mitológica de que un embarque hacia un sitio de este tipo es reversible. Si Watteau en su obra El embarque para Citera nos dice que hay una ambigüedad en el viaje, de forma que no se sabe si se va o se viene; Lady Gaga nos plantea de entrada que la danza va en un solo camino: la muerte. Entonces lo que hay, más allá de las aguas, del mundo onírico de los relatos gaseosos de esta modernidad líquida; es la reflexión en torno a la muerte. El amor es muerte en muchos sentidos, ya que para apegarnos a algo hay que comprender su finitud, su límite, su ausencia de eternidad. Watteau nos regaló con su obra una alegoría al amor eterno, ese que sucede en bucle, pero Lady Gaga busca que los valores New Age desacralicen ese sentimiento romántico. La ruptura es el pretexto fácil, pero el abordaje desde las sombras se sospecha mayor y más complejo.
El lenguaje del videoclip es rápido, se deben decir muchas cosas con pocas secuencias y planos bien precisos. La cadencia de la música determina la visualidad y el contenido. Los públicos se llevan un núcleo simplificado y potente, fácil de grabarse en la retina mental. Un instrumento de psicología de masas perfecto que usa el primado negativo para ablandar las conciencias y hacernos líquidos a las verdades fragmentarias que se nos muestran en el material. ¿La negación del amor y la exaltación de la muerte son los valores que se posicionan? En parte, como también que las soluciones a las ausencias, las tragedias y los vacíos están en la resignificación desde la soledad y los trozos de existencia. No hay cómo rearmar el muñeco roto de la vieja modernidad. Ni siquiera se trata de la Santa Muerte en este caso, sino de un mundo flotante que se mueve entre sombras y cuyas aguas son almas de seres fallecidos. El laberinto de ojos de muñecas y de brazos, pies, torsos…funciona como una conexión con lo múltiple deforme y con la diversidad que no osa decir su nombre, pero tampoco admite que la llamen, la califiquen. Se trata de un videoclip en el cual emergen claves poderosas de cómo se construye la realidad y su visión desde las industrias culturales.
Tim Burton nos ha regalado algunas de las mejores cintas de la historia. Hay siempre un tono lúdico en esas obras, uno que encierra la capacidad de trastocar realidades. Son llaves que abren otros mundos y que nos cierran la experiencia sensorial para darnos otras maneras de percibir. La unión con Lady Gaga conduce a la posibilidad de que el videoclip no solo funcione en los códigos habituales. Todo lo que posee la capacidad de devenir gaseoso lo será, toda la modernidad que vaya a licuarse seguramente la tendremos como parte de la sustancia del lago.
Si en Watteau el amor era el pretexto para eludir un texto exacto, en el caso de Lady Gaga se trata de un desamor que conduce al texto real: la muerte como eminencia liminal del arte. Hay una concreción a partir del acabamiento, de lo desasido y de lo inane. Seguir bailando hasta el final es desvanecerse en la danza y adentrarse en un universo en el cual el tema no es lo romántico. Cuando el concepto deja de ser concreto es cuando mayor densidad asume. Lo abstracto es material, dialéctico, racionalizado según las pautas de un entendimiento humano. Pero el embarque que nos plantea el artista francés hacia la isla donde nació Afrodita posee una clara linealidad que va en ambos sentidos y que juega con lo ambiguo como goce sensual. No es el caso de Lady Gaga, quien pareciera decirnos que el eros que se desprende de amar no tiene más sentido que la disolución en la nada. El amor como eternidad es refutado por el amor como sinsentido y desmaterialización.
“Si la desmaterialización es el límite del ser y del arte, entonces imitar ese proceso, hacerlo propio mediante el lenguaje performático, son maneras de recrear una eternidad barata, plausible, atractiva”.
No se sabe si se va o si se viene, no hay una línea unidireccional, sino que el hombre especula desde su punto de vista antropocéntrico. Lady Gaga intenta mover eso hacia una estética diferente, un camino en el cual lo que se plantea no pueda constreñirse en la historia como relato que se adelanta o se revierte. Lo que nos regala (y quizás relega) el videoclip es un mundo rizomático que no aspira a estar en los primeros estándares civilizados tradicionales, sino que se sitúa en lo local mexicano para desde allí iniciar su discurso. Esta estructura muerta de antemano no posee una dimensión, pierde los contornos y de esa manera trata de burlar el contorno mayor: la muerte. La disolución a la cual aspira la artista en la letra apunta hacia ese objetivo. Si la desmaterialización es el límite del ser y del arte, entonces imitar ese proceso, hacerlo propio mediante el lenguaje performático, son maneras de recrear una eternidad barata, plausible, atractiva.
Santana murió en el mismo sitio donde encontró el cadáver de la niña según reza la leyenda. Unos días antes había avistado a unas sirenas que se lo querían llevar a las profundidades. No sabemos si este Ulises de la chinampa usó las mismas tretas del héroe clásico, lo cierto es que perdió la vida por una afectación cardiaca. Su familia ha tratado de mantener el mito, el lugar y el atractivo; aunque todo se base en la preservación de una puerta inquietante hacia la antimateria. La danza ha seguido su curso, con o sin Lady Gaga.

