“Crear, y meditar sobre lo creado, ha sido una particularidad de mi destino poético. Durante años, en un largo ejercicio, he acumulado ideas y visiones que han terminado siendo para mí sustratos y perspectivas permanentes”, asegura el poeta y ensayista Roberto Manzano (Ciego de Ávila, 1949) en el texto —titulado “Aviso”— que abre su libro Anatomía del trabajo artístico,publicado en 2019 por Ediciones La Luz, sello de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín.

Dos cuestiones sobresalen de lo anterior, y vienen a ser guía de todo el libro, asideros para señalarnos el camino: Manzano medita sobre lo creado —palabra que proviene de la voz latina meditatio y que indica un tipo de ejercicio intelectual relacionado con la práctica de un estado de atención concentrada, sobre un objeto externo, el pensamiento, la conciencia o el propio estado de concentración—, en este caso la creación artística y literaria, no solo la suya, sino, como lo evidencian sus ensayos, la de otros autores. Y además, que esas ideas y visiones, producto de la meditación, acaban por sintetizarse en sustratos y perspectivas permanentes en su vida y obra.

“Una manera de ver desde la poesía a la poesía, a los poetas, a los poemas, al arte, a la vida espiritual, a la vida social y al universo”. Imagen: Cortesía de Ediciones La Luz

El lector —añade— “no encontrará en el siguiente conjunto de trabajos el usual estilo lleno de citas y aplicaciones de los teóricos foráneos sobre los pormenores que me ocupo, sino una interpretación apasionada y personal”. Por tanto, Manzano evita la actitud erudita y se va “directo al asunto, movilizando el tropel de lecturas”, comunicando desde su propia experiencia las asimilaciones incorporadas para ofrecernos “una manera de ver desde la poesía a la poesía, a los poetas, a los poemas, al arte, a la vida espiritual, a la vida social y al universo”.

Estamos frente a un libro de alguien que asegura que la poesía ha sido su destino, su cuna y su puerto, su techo y su bandera. “Habiéndome ella escogido (…) todo cuando veo atraviesa por sus ojos”, dice. ¿Cómo no creerle a alguien capaz de escribir algo así y vivir para la poesía? Aunque, no creo que Manzano desea que le creamos, sino que luego de leer “este manojo de exploraciones que intentan interpretar algunos fenómenos de la práctica artística”, nosotros, sus lectores, sepamos apreciar su fe de vida y seamos capaces también de ir cimentando la nuestra.

“La poesía ha sido su destino, su cuna y su puerto, su techo y su bandera”.

Escritos a lo largo de varias décadas, desde finales de los 80 hasta hoy, estos ensayos/reflexiones de Manzano parecen dialogar —lo hacen realmente— con su poesía como esquirlas de una misma pieza; una vasija honda y sencilla creada para acoger el más vital de los líquidos. Y al mismo tiempo, un instrumento metafísico, no solo para “ver” aquello que está “más allá de la física”, sino para ahondar en los componentes y principios de eso que llamamos “la realidad”. No por gusto Schopenhauer definió al ser humano como un “animal metafísico”. Lírica y ensayos componen, entonces, una misma mirada, y se complementan no solo en la hondura poética de su prosa, sino en la mirada, la búsqueda, de la relación del hombre y el cosmos —poesía sinérgica—, como en los libros Tablillas de barro, Transfiguraciones, El racimo y la estrella, Synergos, Poesía de la tierra y El relámpago en la espiga.

Así leemos, en “Vida y verdad en los primeros versos de Nicolás Guillén”, párrafos como este:

Un cuervo atraviesa la piel de la mestiza que no quiere reconocer sus ancestros. Lagartos, caimanes, tortugas, cocodrilos cruzan dinámicos nuestra tierra húmeda. Monos y gorilas saltan y gesticulan. Tigres y jaguares dan al hombre, desde el fondo mítico, su explosividad imperiosa. Caballos, pencos, potros, perros se unen en nuestro doméstico desamparo. Se reprime sobre los animales. La culebra mágica se contorsiona bajo la ceremonia ancestral. Es ojo, cara, boca, lengua. Pulgas y piojos surcan la piel olvidada. Carapacho, hocico, uña, cola, pezuña, añaden materiales vivos y primarios. La brida sujeta, salta la fiera, cae la presa. Poderoso reino zoológico, de una enorme facultad asociativa. Todos los reinos se funden en el cosmos antillano para el alto énfasis discursivo, para el mural imponente de nuestros pueblos. Soldada convivencia, donde el hombre es bestia y flor, el árbol es hombre, y es hombre el animal. Lo vital se intercambia bajo la visión sincrética de nuestras tierras. Los registros son permutables: angustia, deseo, agresividad, impulso, frenesí, desesperación, pánico, risa, odio, cólera, desprecio. La sugestión de las designaciones y cada entrelazamiento crean ya irradiación profunda.[1]

“Soldada convivencia, donde el hombre es bestia y flor, el árbol es hombre, y es hombre el animal”. Imagen: Tomada de Pixabay

“Vector de intencionalidad y trabajo artístico”, texto seccionado en varias partes como “hilachas” líricas, unifica el libroy los demás ensayos, entre ellos “Lo quijotesco: una conducta muy especial”, “El toro, el colibrí y el ángel”, “Una lectura icónica de Ismaelillo”, “Luz y sombra en los Versos sencillos”, “Mito y texto de José Martí”, “Abundancia y sentido en Pablo Neruda”, “Arte de escolios”, “Algunas ideas sobre la vida literaria” y “Apostillas sobre cultura popular”.

Precisamente la obra martiana —además de Nicolás Guillén y Pablo Neruda, “poeta de los procesos”— sobrevuela el pensamiento de Manzano, articula sus nodos de interés: “Todo cuanto de él salió, palabra o acto, produce la sensación de que va camino al cielo”, nos dice. Y añade: “Ese Martí es vital, y el único modo martiano de rendirle culto es el de marchar, a pasos apresurados y racionales, a la incorporación de su totalidad a nuestra búsqueda ansiosa”.

Sin duda, es un lujo en el catálogo de Ediciones La Luz contar con este libro de Roberto Manzano, editado por Liset Prego, con diseño de Roberto Ráez y Armando Ochoa, a partir de una obra de Cosme Proenza en perfecto diálogo con su contenido: “Sus aproximaciones están presididas por una larga experiencia y una sostenida reflexión, y tratan de incorporar preocupaciones de carácter ergonómico y humano. Ahondando en el plano imaginal, y en las estructuras peculiares del pensamiento creador, el ensayista plantea coordenadas analíticas que resultan de interés, tanto desde el punto de vista heurístico como en el trasfondo antropológico de las búsquedas. El lector interesado en interpretar la conciencia estética, y sus complejas resonancias espirituales, encontrará en los textos que se presentan suficiente material para el discernimiento y la controversia”, leemos en las palabras de contracubierta del mismo.

“Todo conjunto de poesía, por pequeño que sea, es una urbe infinita”.

No hay espíritu de sentar cátedra ni dar lecciones, sino de compartir un sustrato, una sabia, un fulgor, pues, como bien nos dice Manzano sobre la poesía —pero aplicable aquí—, todo texto “bien alzado es una basílica. Todo conjunto de poesía, por pequeño que sea, es una urbe infinita. Despliega, en un breve polígono de prueba, la misma construcción prodigiosa de la vida”.


Notas:
[1] Roberto Manzano: “Vida y verdad en los primeros versos de Nicolás Guillén”, Anatomía del trabajo artístico, Ediciones La Luz, Holguín, 2019, p. 128.