Ana Nora Calaza, una vida dedicada a los niños
Una conversación de unas cinco horas con Ana Nora Calaza quizás no sea suficiente para conocer toda su trayectoria artística, iniciada en la televisión cuando solo tenía tres años de edad.
“Fue en un programa infantil de la televisión en el que iba a recitar mi hermano y, aunque mi madre lo había preparado durante días y días, al subir al set se puso nervioso y olvidó por completo el poema. Sin pensarlo, yo lo sustituí”.
Así comenzó el encuentro con esta consagrada actriz que, por más de seis décadas, mediante hermosos títeres, ha puesto a disposición de los más pequeños todo su talento y maestría en la representación de inolvidables personajes. Habla también de su orgullo por descender de una familia amante del arte y comunista.
“Mi madre era cantante de la orquesta de la Mil Diez y a pesar de que sentía gran pasión por el arte aprovechó su profesión para hacer propaganda a favor del Movimiento 26 de Julio y de la lucha que se libraba en la Sierra Maestra. De ella heredé mi fidelidad a Cuba, a la Revolución y, especialmente, a Fidel y Raúl”.
Graduada de saxofón y piano en el Conservatorio Amadeo Roldán, Ana Nora Calaza abandonó muy pronto la música y se formó como actriz, dedicándose por entero a la actuación. “Después de aquel inesperado debut, participé en otros muchos programas de televisión cantando y recitando”.

De pronto, como si los hubiera asumido ayer mismo, cobraron vida en su memoria decenas de personajes que describió aun cuando ocupan un lugar cimero en la historia del arte hecho para los niños en Cuba. Vimos entonces llegar a la títere Pilín, “que interpreté en el popular programa Amigo y sus amiguitos, en sustitución de la prestigiosa y versátil actriz Consuelo Vidal quien había sufrido un accidente”. Le siguió la Comadre Papelito del programa Tía Tata cuenta cuentos, “un personaje lindísimo que en sus presentaciones recordaba aquellos momentos duros y difíciles de la triste época de la colonia”.
Unos minutos más tarde aparecen en el diálogo el bondadoso viejo Jotabich y las contagiosas melodías del combo Los Yoyo, “con el que asumí a la simpática cantante Alelí que interpretaba canciones de corte espiritual, romántico”. Más adelante vimos llegar a la Cúcara Pérez, “un personaje genuinamente cubano que imitaba en alguna medida el estilo cubanísimo de nuestra inolvidable actriz Aurora Basnuevo”.
“En realidad, mi trabajo en barrios y comunidades comenzó en los años 90 con el proyecto El patio de mi casa que tuvo como escenario el barrio de Romerillo, en el municipio Playa”.
En la plática también se habló de Castillo Ratimbum, “para el cual compuse la música y asumí casi todo el doblaje”. Finalmente apareció un Montunito y una vendedora de periódicos. El primero “era un jovial y alegre títere cuyas presentaciones se realizaban todos los domingos en el programa Palmas y Cañas”. La segunda, “acaparaba semanalmente la atención de los seguidores del aclamado programa para adultos San Nicolás del Peladero”.
Los anteriores son solo algunos personajes emblemáticos interpretados por Ana Nora para la televisión, quien ha dejado también su impronta en el doblaje de animados para el cine como Cecilín y Coti, “y un personaje muy simpático que en su texto repetía té con leche. Con esa interpretación obtuve un premio en uno de los festivales de cine latinoamericano”. Más recientemente, su voz ha dado vida a distintos personajes de la serie animada Fernanda y en los Cuentos de Ñañaceré.
Actualmente usted se desempeña como directora de doblaje de los Estudios de Animación de la Televisión Cubana. Sin embargo, en los últimos años ha dedicado buena parte de su tiempo y talento al trabajo comunitario… ¿Qué ha encontrado Ana Nora Calaza en los niños y en general en personas de todas las edades residentes en barrios y comunidades?
“Pertenezco a la generación de Sara González, Beatriz Márquez, Lucía Huelgo…Y a todas, en el Conservatorio Amadeo Roldán, nos educaron para ser guerreras. Enseñanzas que recibimos especialmente del profesor Pedro Cruz, quien nos llevaba a tocar, incluso, en cooperativas y hasta en la cárcel de mujeres.
“En Amadeo Roldán nos enseñaron a ser artistas para el pueblo, para la Patria, a ser honestos con nosotros mismos, tenaces y a sentir pasión y respeto infinito por lo que hacemos. Y en correspondencia con esa formación he conducido toda mi vida y labor artística.
“Mi trabajo en barrios y comunidades, en realidad, comenzó en los años 90 con el proyecto El patio de mi casa que tuvo como escenario el barrio de Romerillo, en el municipio Playa. Otros similares desarrollamos también en esa fecha en lugares intrincados de nuestro país como El Escambray y en sitios remotos de Venezuela. Todos me aportaron grandes experiencias para llevarlas a cabo junto al reconocido payaso azul Noel Torriente, en el proyecto del parque de Línea y L y el del hotel Tulipán, que hemos nombrado Una sonrisa feliz.
“En los barrios y comunidades sus residentes no agradecen el oropel o la vanidad, como tampoco lo feo o lo bello. Agradecen la entrega sincera que es capaz de hacer cada artista”.
“El del parque de Línea y L es una iniciativa del delegado de esa circunscripción del municipio Plaza de la Revolución, Pedro Duzardo. Contamos también con el extraordinario apoyo del gobierno y de la dirección municipal de cultura. Asimismo, cada sábado nos acompaña en ese sitio un grupo valiosísimo de actores y actrices y también reconocidos músicos que traen de vuelta canciones infantiles antológicas que jamás deben olvidarse.
“En los barrios y comunidades sus residentes no agradecen el oropel o la vanidad, como tampoco lo feo o lo bello. Agradecen la entrega sincera que es capaz de hacer cada artista. En esos encuentros con los niños, y en general con personas de todas las edades en escenarios casi siempre improvisados, he logrado reciclarme como ser humano. Ver las sonrisas y hasta las risas en los rostros alegres de los niños, escuchar los aplausos espontáneos de padres, tíos, abuelos…me producen una satisfacción incalculable al extremo de que esos encuentros, ese trabajo comunitario sistemático, ya se han convertido en mi razón de existir, donde verdaderamente me he sentido realizada como actriz”.
¿Proyectos inmediatos, para el futuro próximo?
“Trabajo en un proyecto para la televisión que será protagonizado por un perro, cuyas acciones están cargadas de buenas intenciones. Su nombre es Cacharro en honor a Chuncha. En sus andanzas por la comunidad Cacharro va descubriendo a diferentes personalidades de la cultura. Por ejemplo, descubre a Fabián Caturla, nieto de Alejandro García Caturla que vive en Centro Habana; al famoso director de la cubanísima orquesta Los Van Van Juan Formell, y así sucesivamente se habla de méritos y aportes al arte de la música, la danza, el teatro, la literatura o las artes plásticas”.
Hace solo unos meses, por la obra de toda la vida y su significación en la pequeña pantalla, le fue conferido el Premio Nacional de Televisión, que se une a la larga lista de reconocimientos otorgados a Ana Nora Calaza. ¿Qué representan para usted esos galardones?
“Nunca he trabajado para ganar un premio y nunca aspiré al de la televisión, porque considero ese medio mi propia casa. Ciertamente he sido merecedora de muchos galardones. Entre ellos puedo citar la Distinción por la Cultura Nacional; Los zapaticos de rosa, entregado por la Organización de Pioneros José Martí; la Orden Alejo Carpentier, el reconocimiento Gitana Tropical.
“Todos los he recibido con mucho amor, respeto y profundo agradecimiento. Pero hay uno que me emociona grandemente, el Premio del Barrio por mi trabajo comunitario.
“El Premio Nacional de Televisión lo dediqué al primer títere que salió en nuestra televisión después del triunfo de la Revolución, Amigo, que en mi opinión es el títere representativo de la Revolución. Lo dediqué de la misma manera a la icónica canción “Barquito de papel”, que valoro como un himno de amor y solidaridad”.
¿Qué mensaje le gustaría enviar a los jóvenes que se forman hoy en la especialidad de clown y títere de la Escuela Nacional de Teatro?
“Que hagan de cada una de sus presentaciones una muestra irrefutable de profesionalismo, de dominio pleno de las técnicas de actuación. Que en esas prevalezca el respeto, el lenguaje sencillo, diáfano, alejado de frases de mal gusto o de doble sentido, de la chabacanería, la vulgaridad. Que dediquen la mayor parte de su tiempo al estudio, a la superación y, sobre todo, que sean humildes, que sus mensajes lleven siempre implícita una enseñanza que se convierta en mensaje de amor, de armonía, especialmente dirigidos a la creación de valores en esas nuevas generaciones que en el futuro serán las encargadas de llevar las riendas de la nación”.
En los inicios de nuestra conversación, Ana Nora, con su inseparable sonrisa, confesó que un practicante de la religión yoruba nombrado Arcadio, residente en Guanabacoa, muy amigo de la familia, le auguró a su madre, algunas horas después de su nacimiento, que aquella niña traería mucho dinero y sobre todo mucha suerte. En cambio (desinteresados por el dinero), podemos asegurar con absoluta certeza que para la cultura cubana ha sido una suerte inmensa que aquella niña se convirtiera en una excelente actriz capaz de entregar su arte a todos los niños nacidos en este país.




