La poesía tiene eso, crea grandes incendios que lo consumen o purifican todo.
Erian Peña

Sin presunciones autobiográficas de exponer por completo a su autor, el sujeto lírico de Hojarasca de las formas (Ediciones La Luz, 2022) consiente algunas de las vivencias presentes de Erian Peña para implicar a alguien más (“Todo se resume en la búsqueda constante. Esa ha sido la filosofía con que hemos cargado últimamente”). Las palabras del pórtico no fijarán la pauta predominante de su más reciente cuaderno, aunque sí la de “Palabras de canje”.

“¿Salvar la palabra escrita? ¿Incurrir en la vana ilusión de querer ser contemplado por la posteridad?”. Imagen: Tomada del Portal AHS

El yo poético en Hojarasca… subraya, en principio, un documento actual de la supervivencia. Contratiempos que pudieran parecer surrealistas a ojos vistas del amigo extranjero, las constantes fluctuaciones del creador, debatido entre las imposiciones y sacrificios de cuanto lo supera y lo que, en rigor, puede hacer:

Apenas duermes: comes y escribes; lees y escribes; ves una película y escribes… Son maneras de inocularte la escritura, piensas. Escribes sabiendo que cada minuto perdido es una palabra menos que puede surgir. Una moneda menos que —después del mercadeo— caerá en la bolsa del mes.

¿Salvar la palabra escrita? ¿Incurrir en la vana ilusión de querer ser contemplado por la posteridad? La voz es, en los inicios, quejosa pero no ingenua: registra también que el lenguaje y antes, las palabras que empleamos para enmascarar y reafirmar tanto la persona pública como la íntima son, al fin y al cabo, lo que vale custodiar hasta donde nos sea posible.

Cuando desaparecen las vías habituales, siempre queda el mercado negro. Allí podrás encontrar lo que buscas. ¿Las palabras también tendrán su mercado negro? Un sitio donde hallar los mensajes prohibidos y necesarios que nos ocultan en el común de los días. Un lugar donde se contrabandee al por mayor y en altos precios los sedimentos para darle cuerpo a las palabras. Un clandestino espacio donde cuajar las formas en poesía.

Si en “Palabras de canje” el libro se sostiene por la confesión frente a un presente asfixiante, en “Noche de Esmirna” hay posibilidad de una relajación que, sin embargo, activa con mesura un diálogo con la reminiscencia histórica: “ciudad difusa/ de todas mis mentiras/ eres la más rica”. Reconfigura Peña la urbe que pudo haber sido, la que no volverá. Se cuela la imaginación sin el permiso de la memoria en favor de un llamado ¿espíritu de época que no se logrará saber con exactitud cómo fue?

El acercamiento a Esmirna es cultural. Para Peña, como para Fustel de Coulages, Esmirna, antes de urbe (lugar de reunión, el domicilio y, sobre todo, el santuario de una asociación), es ciudad (la asociación religiosa y política de las familias y de las tribus). Se lee entonces esta relación como de flâneur reciente que visualiza un encadenamiento de desempeños: “caminaba por Esmirna/ hacia el puerto/ a la espera de las tribulaciones de Mercurius/ cerca de mí/ iba un hombre/ con un pan caliente/ y un crujido de almas detrás/ en el puerto cargaban alfombras/ para Roma”.

Si en “Palabras de canje” el libro se sostiene por la confesión frente a un presente asfixiante, en “Noche de Esmirna” hay posibilidad de una relajación que, sin embargo, activa con mesura un diálogo con la reminiscencia histórica.

Sabe el autor de Hojarasca…: no se puede vivir ad kalendas graecas. Pero su concepción del espacio citadino de Esmirna no parte tampoco de lo utópico en cuanto a lo realizable, considerando un referente histórico experimentado. Mas adelante, en “Hojarasca de las formas”, tercera parte del libro, escribirá: 

En el siglo XIX los diagnósticos mentales más comunes eran los siguientes: demencia, megalomanía, manía aguda, melancolía, idiocia, alucinación, erotomanía y parálisis. El francés Armand Gautier las dejó inmortalizadas en una litografía de 1857, donde ocho mujeres esparcen sus miedos en los jardines del Hospital de la Pitié-Salpêtrière. Los melancólicos —porque añoran precisamente el pasado— estaban entre los más peligrosos de la lista. Y los escritores, lo sabemos bien, son personas bastante melancólicas.

Si la primera y segunda parte eran los territorios del develamiento del sujeto lírico y la búsqueda para identificarse con un pasado irradiante, respectivamente, “Hojarasca de las formas” es el concilio de las imágenes liberadas (no libres) del ingenio que asocia, ese asimilador de todo el mundo que intenta, sin perder la razón, sobrevivir en su terruño.

Refiere y describe Erian Peña más de una declaración de principios en Hojarasca de las formas. La declaración de principios no remite necesariamente a lo que representa un día creativo, el taller del autor. Se trata más bien de una prosa poética que emula a ratos no tanto con el testimonio preconcebido como con la circunstancia inacabada y fragmentaria de la escritura de diarios. Escritura hecha a fuerza también de la política del descarte y la imaginación.

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