La danza en Cuba posee una historia rica y extensa, que incluye personajes femeninos de una importancia que no podemos dejar de mencionar si de esta se habla, pues son nuestras joyas y sus méritos merecen ser siempre reconocidos. Teresa González, Lidia Cabrera, Natalia Bolívar, Zenaida Armenteros, Bárbara Balbuena y Graciela Chao son algunas de las mujeres que han marcado una huella en la historia de la danza folklórica cubana, cada una con aportes desde diferentes perspectivas, ya sea en la práctica o la teoría.

Graciela Chao Carbonero, uno de los pilares fundamentales de la danza en Cuba, ha hecho historia. Tuve la oportunidad de intercambiar con ella vía WhatsApp hace unas semanas, donde hizo un derroche de sabiduría a partir de las anécdotas que contaba con emoción y dulzura. Ochenta y un años de vida y gran parte de ellos dedicados a la danza en un largo recorrido, abundante y rico en experiencias.

¿Cuándo comenzó a interesarse por la danza?

Desde niña siempre fui una aficionada a la danza, estudié bailes españoles en un barrio de Santo Suárez, con el profesor conocido en aquella época como El Sevillanito. En séptimo y octavo grado ocupaba mis tardes en el Conservatorio Municipal, hoy Amadeo Roldán. Allí recibí clases de ballet durante dos años en el tabloncillo que tenían en el último piso. En el año 1957, me hablan de un grupo folklórico antes llamado Amateur (Aficionado), en el que comencé a recibir clases junto a mi hermana y fue donde me vinculé por primera vez con los bailes cubanos. En este grupo aprendí bailes de salón y populares, así como del folklor campesino. Estos fueron mis primeros pasos en la danza yoruba, en un montaje coreográfico llamado Yemayá y Oshún, con el que me vinculé por primera vez con los bailes de los orishas.

Su desempeño como metodóloga de danza le permitió ver de cerca el trabajo con las danzas folklóricas en cada región. Imagen: Tomada del Portal Cubarte

¿Qué recuerdos gratos tiene usted de sus comienzos profesionales en la danza?

Al triunfar la Revolución me encontraba trabajando en una oficina, pero esto no me detuvo y decidí matricular en la escuela nocturna para terminar mi carrera de contabilidad, pues solo me faltaban dos años.

En el año 1960, abre el Conjunto de Danza Moderna, se ubicaba en el Teatro Nacional, bajo la guía de Ramiro Guerra y algunas maestras mexicanas que también aportaron a la conformación de la danza moderna en Cuba. Matriculé en los cursos que se impartían y recibí clases con Ramiro Guerra y también con el maestro Eduardo Rivero. Fueron dos años muy intensos porque salía de la oficina a las cinco de la tarde para luego, de seis a siete, recibir mis cursos de danza y terminar rápido para llegar a la escuela nocturna. Esta etapa requirió mucho esfuerzo de mi parte.

“Al triunfar la Revolución me encontraba trabajando en una oficina, pero eso no me detuvo…”

¿Cómo se hace Graciela Chao instructora de arte?

En el año 1961, realizaron una reunión en el Conjunto, donde nos explican que se iban a abrir los primeros cursos para la formación de instructores de arte en el país. No lo pensé dos veces y decidí entrar desde la danza. En enero de 1962, se realizó en el hotel Habana Libre un segundo curso llamado Del Habana Libre. Allí me vinculé por primera vez con los demostradores y los informantes, conocí a mi querida Nieves Fresneda, Manuel Alonso y Emilio O’Farril, entre otras personalidades que además de ser demostradores eran profesores. Estos cursos fueron muy importantes desde el punto de vista teórico porque fue cuando estudiamos por primera vez la parte teórica de la historia del folklor cubano. Tuve la oportunidad de conocer a ilustres maestros como Argeliers León, Rogelio Martínez Furé y Miguel Barnet. Recibí en esos años una formación integral, no solamente por la parte práctica, sino por todo lo que es la historia de la danza.

Una vez concluidos los cursos, nos seleccionaron a un pequeño grupo para trabajar de maestras en la escuela de instructores de arte. Este curso tenía dos años de duración y la parte de danza se impartió en el hotel Copacabana. En esta escuela, además de danza cubana, compartimos saberes sobre las danzas latinoamericanas, caribeñas y del folklor europeo con el maestro Rodolfo Castellanos.

En diciembre de 1964, cerraron la escuela de instructores de arte. A raíz de esto se hace una convocatoria a través del periódico para ingresar en el Conjunto Folklórico Nacional, donde me presenté e ingresé como bailarina. Aquí estuve poco tiempo porque en este momento comencé a formar mi familia y se me dificultaba asistir. Ya estaba fundada la Escuela Nacional de Arte (ENA) desde el año 1962, donde me vinculé como maestra, primero en la especialidad de ballet, que dirigía en ese momento Fernando Alonso y en el año 1965, cuando abre la Escuela de Danza Folklórica, me vinculé también a la especialidad de danza.

“Siempre me he mantenido trabajando para mejorar la calidad de la enseñanza de las danzas, no he perdido el contacto con el movimiento de Aficionados”.

Entonces se dedicó por completo Graciela Chao al magisterio…

A partir de ese momento dejé de bailar y me dediqué completamente a la enseñanza, sobre todo de los bailes cubanos y los internacionales en la parte teórica. En este período tuve la oportunidad de viajar bastante. Algunos países que visité fueron México, Panamá, Belice, Italia y España, para impartir talleres y conferencias de historia de la danza cubana, por convenios con el Instituto Superior de Arte (ISA). También estuve en Venezuela, donde se decidió implementar los planes de estudio para la enseñanza, por lo que fui convocada y realicé el primer programa que tuvieron esas escuelas. Además, también di clases y talleres a los profesores que los impartirían.

Cuando abren las escuelas vocacionales provinciales por toda Cuba, fui convocada como metodóloga de danza, cargo que me permitió ver de cerca el trabajo con las danzas folklóricas en cada región. Siempre me he mantenido trabajando para mejorar la calidad de la enseñanza de las danzas, no he perdido el contacto con el movimiento de Aficionados.

¿Cómo ha sido su trabajo en la Universidad de las Artes?

En 1987, se separa la gran Facultad de Artes Escénicas en Arte Teatral y Arte Danzario. Estuve al frente de la comisión que agruparía a los especialistas para crear un perfil de danza folklórica.

Fui nombrada jefa de departamento y aquí contribuí con otros especialistas. El doctor Rogelio Martínez Furé, Teresa González, Manolo Micler, Ana Luisa Cáceres y yo elaboramos los programas y la metodología para la enseñanza de la danza folklórica en el nivel superior. Muchos de estos programas siguen vigentes.

Graciela Chao no sólo se dedicó al magisterio desde la práctica, también desde la teoría hizo la danza…

Desde que me estaba preparando como instructora entendí la necesidad de escribir libros para la danza folklórica, pues antiguamente no existían. Por el carácter tradicional, popular y religioso de estas danzas todavía existe una brecha importante en los estudios teóricos del folklor en comparación con otros estilos de la danza. Se confeccionaron los volúmenes Folklor Cubano Guía de Estudio I, II, III, IV, en los cuales participó activamente la bailarina y maestra Sara Lamerán. Las Guías del Folklor Latino las realicé yo tomando referencias de muchos libros de diferentes países.

Luego de mi jubilación seguí trabajando varios años por contrato, tanto en la ENA como en el ISA, pero tuve un accidente en el que me fracturé la cadera y me limitó a seguir asistiendo, aunque actualmente sigo colaborando a través de las redes sociales con varias instituciones de danza, fundamentalmente con el ISA. En eso estoy y pienso seguir mientras tenga salud.   

Graciela Chao, profesora Titular, Consultante y de Mérito de la Universidad de las Artes (ISA) y a quien, en el año 2011, le otorgaron el Premio Nacional de Enseñanza Artística, es una personalidad de la danza querida y respetada por todos. Además de sus aportes a la historia de la danza cubana, posee una generosidad y amabilidad que la caracteriza como persona y en el salón de clases. Ha desafiado las normas sociales y ha luchado su lugar en el mundo del arte rompiendo barreras y abriendo caminos para las generaciones futuras. Su creatividad, talento y dedicación han enriquecido la escena danzaria desde la pedagogía y han contribuido a la diversidad y riqueza de este arte.