Reconocido por su gran talento artístico y pedagógico, el maestro Fernando Alonso arribaría el 27 de diciembre de 2024 al 110 aniversario de su natalicio. Hombre inseparable de la historia del ballet, su recuerdo perdura en cada bailarín, profesor, estudiante y admirador del arte de la danza.

Fernando Juan Evangelista Eugenio de Jesús nace en La Habana. Su padre Matías Alonso Reverón era contador y su madre Doña Laura Rayneri Piedra era graduada de piano y miembro de la directiva de la Sociedad Pro-Arte Musical (1918). La Rayneri daba clases en su propio hogar, por lo que Fernando y su hermano Alberto crecieron no solo con el don artístico hereditario, sino también con la fomentación educativa necesaria para desarrollarlo. Fernando estudió violín, era un apasionado de los deportes y amante de conciertos musicales.

Su primer vínculo con la danza escénica ocurre en los años 1930, cuando la Escuela de Ballet de Pro-Arte dirigida por el profesor ruso Nicolai Yavorski comienza sus espectáculos en el Teatro Auditórium. Allí debuta la joven Alicia Martínez con su primer solo, El pájaro azul, y consigue deslumbrar a un público en que se encontraban los hermanos Alonso, artistas que posteriormente la vida y el arte vincularía perpetuamente.

El ballet sintetizó todo aquello por lo que Fernando sentía pasión: la música, el movimiento y la belleza del cuerpo. Imagen: Tomada del Portal Cubarte

En 1933 Alberto Alonso ingresa a la Escuela de Ballet y Fernando viaja a Carolina del Norte para graduarse en Ciencias Comerciales en 1935. En ese mismo año regresa a Cuba y comienza a trabajar como taquígrafo-mecanógrafo bilingüe hasta que decide vincularse a las clases de ballet en Pro-Arte. El ballet sintetizó todo aquello por lo que Fernando sentía pasión: la música, el movimiento y la belleza del cuerpo.

Fernando debutó como bailarín en el ballet Claro de Luna con música de Beethoven el 22 de junio de 1936. Los elogios por su interpretación provocaron en él las ansias de dedicarse a la danza profesional y, ya relacionado amorosamente con Alicia, viajan a los Estados Unidos donde se casan en el verano de 1937.

Entre giras y estrenos, Fernando organizó en 1943 junto a su hermano el I Festival de Ballet de la Escuela Pro-Arte y dos años después, junto a Alicia, realizan el montaje de Giselle para la propia institución.

El profesor ruso Mijaíl Mordkin, los shows de Jones Beach, las comedias musicales Great Lady y Stars in your eyes, la School of American Ballet —fundada y dirigida por el escritor Lincoln Kirstein y el maestro ruso George Balanchine— fueron las vastas ramas que permitieron el perfeccionamiento técnico y artístico de los Alonso. Fernando aspiró siempre a mejorar como artista y tomar de cada coreógrafo y bailarín virtuoso toda la enseñanza posible.

Su sentido de nacionalismo nunca lo abandonó. En aquel entonces Pro-Arte era dirigida por el maestro búlgaro George Milenoff, y los Alonso regresan a Cuba para presentar el ballet Dioné, primer ballet clásico presentado en la escena cubana con música hecha para la pieza. En esta obra Fernando interpreta el rol del Príncipe Girom y Alicia a la Princesa Dioné. Luego regresan a Nueva York y audicionan para pertenecer al Ballet Theatre —compañía que le permitió a la joven pareja nutrirse de disímiles vertientes balletísticas, desde el repertorio romántico-clásico hasta el estilo neoclásico y nacional norteamericano—, donde Fernando alcanzaría rango de Solista.

“La trayectoria de la tríada Alonso era más que satisfactoria, pero no fue hasta aquel 28 de octubre de 1948 que el sueño de crear la compañía de ballet de Cuba fue posible, hoy Ballet Nacional de Cuba”.

Su relación con el ballet cubano era mantenida a la par de su estancia en el Ballet Theatre. Entre giras y estrenos, Fernando organizó en 1943 junto a su hermano el I Festival de Ballet de la Escuela Pro-Arte y dos años después, junto a su esposa, realizan el montaje de Giselle para la propia institución. En los siguientes Festivales realizó papeles protagónicos en obras como Petruska, Las Sílfides, Concerto, El lago de los cisnes y entre las más destacadas Antes del alba (1947) en la que interpreta el rol del esposo, esta última creada por su hermano Alberto.

La trayectoria de la tríada Alonso era más que satisfactoria, pero no fue hasta aquel 28 de octubre de 1948 que el sueño de crear la compañía de ballet de Cuba fue posible, hoy Ballet Nacional de Cuba (BNC). Dicha hazaña no fue sencilla debido al contexto económico y político que ocurría en la isla, pero la unión y colaboración de Pro-Arte y un grupo de bailarines del Ballet Theatre of New York posibilitó la creación de la institución danzaria cubana.

La labor de los Alonso para difundir el ballet y llevarlo a cada rincón del país fue todo un reto, así como desarrollar el quehacer coreográfico y pedagógico de la danza. Alberto fue nombrado director artístico, Alicia Primera Bailarina y Fernando, director general de la Compañía y de la Escuela Nacional de Ballet.

“Fernando continuaba como profesor y ensayador de la Escuela Nacional de Ballet, y aunque colaboró con otras instituciones e incluso llegó a dirigirlas, nunca dejó de guiar el camino de la danza”.

En 1975, luego de la ruptura matrimonial con Alicia, culmina su dirección en el BNC y se traslada al Ballet de Camagüey (1967), donde amplía su magisterio y eleva la técnica y la expresión de los jóvenes bailarines y coreógrafos hasta 1992. Fernando continuaba como profesor y ensayador de la Escuela Nacional de Ballet, y aunque colaboró con otras instituciones e incluso llegó a dirigirlas —como fue el caso de la Compañía Nacional de Danza de México y el Ballet de Monterrey—, nunca dejó de guiar por el camino de la danza cubana desde los más pequeños bailarines cubanos devenidos grandes artistas en nuestra actualidad.

Ejemplo de ello son la primera bailarina del BNC, Grettel Morejón, y el primer bailarín y actual director de la Escuela Nacional de Ballet “Fernando Alonso”, Dani Hernández. Ambos tuvieron la oportunidad de trabajar con el maestro, elegidos por sus proporciones rítmicas y su ritmo para el montaje de dos piezas claves del repertorio de ballet clásico: el pas de deux del tercer acto de La bella durmiente y Don Quijote.

Uno de los resultados del trabajo de Grettel Morejón con Fernando fue “Fernando Alonso y La bella durmiente”, tesis de diploma que desarrolla la experiencia de la bailarina durante sus años de estudiante, la influencia del maestro en su perfeccionamiento técnico y artístico, así como las técnicas y métodos que permitieron la versión de la obra.

El maestro Fernando Alonso y Grettel Morejón durante un ensayo. Imagen: Tomada de Internet

La sabiduría, pasión y entrega del maestro perduran en la historia del ballet y en la memoria de aquellos a los que su excelente arte tocó de cabal manera. A modo de conclusión, sirvan las palabras de Grettel Morejón confiadas a esta servidora durante una entrevista en ocasión de este concurso:

“En esta vida hay personas que son luces. Uno puede tratar de reproducirlo y puedes hablar de ellos y mantener lo que hicieron a toda costa pero hay quien es luz. Fernando tenía algo especial, un amor por la danza totalmente genuino; él respiraba arte, una de las razones por las que sus clases y ensayos eran tan especiales era porque utilizaba varias manifestaciones del arte en función del ballet. Nos educaba con implementos para nuestra memoria muscular y afectiva, llevaba fotos, videos y pinturas para explicarnos mejor los movimientos. La razón principal por la que amo la pedagogía es por su legado, siento preferencia por el proceso creativo y los ensayos de las obras. Fernando creó maestros para que la enseñanza del ballet esté al mismo nivel de los reclamos que este cumple ante el arte y la sociedad, y yo me siento parte de esta hazaña”.

A once años de su muerte, Fernando Alonso representa la más alta expresión del magisterio del ballet.