Marian Eikelhof: El arte es un acto de resistencia y esperanza
Invitada a la edición 31 del Festival Internacional de Poesía de La Habana 2025, la poeta y psicóloga holandesa Marian Eikelhof comparte sus apreciaciones sobre la literatura y la sociedad contemporáneas. Directora de una firma de consultoría psicológica, en sus obras aborda el abanico de emociones por el cual transita el ser humano.
¿Cuál es el papel del arte en la lucha contra las guerras?
Los artistas tienen el deber moral de despertar la conciencia crítica y señalar las desigualdades sociales. El arte puede hacer que la gente se cuestione por qué un futbolista gana millones mientras otra persona en el mundo ni siquiera tiene agua para beber.
Sabemos, como psicólogos, que gran parte del comportamiento humano está guiado por patrones inconscientes. El arte actúa en ese nivel profundo: toca emociones, rompe con la indiferencia y puede contrarrestar la programación ideológica que recibimos a diario.
La palabra “guerra” se repite constantemente en los medios, como si fuera inevitable. Pero esa repetición programa el cuerpo y la mente para creer que no hay alternativa. Por eso es fundamental que el arte ofrezca una visión diferente: que recuerde a las personas que sí tienen voz, que su valor no depende del sistema, y que pueden influir en lo que ocurre a su alrededor. El arte, así entendido, es un acto de resistencia y de esperanza.
“El racismo no se manifiesta únicamente a través del insulto público o la discriminación directa. Una de sus formas más poderosas es el silencio”.
¿Cómo visibilizar a escritores de América, África y Asia en Europa?
En Europa aún se conoce muy poco sobre las literaturas del Sur Global. Incluso autores como Gabriel García Márquez, Mario Benedetti o Pablo Neruda son leídos por pocos. Pero el problema no es solo la falta de traducción o promoción, sino algo más profundo.
El racismo no se manifiesta únicamente a través del insulto público o la discriminación directa. Una de sus formas más poderosas es el silencio. El hecho de no nombrar, de no dar espacio, de hacer como si ciertos pueblos y voces no existieran. Ese “matar con silencio” es un arma cultural muy fuerte en Europa.

Y yo también lo he sentido. No soy una figura conocida en los Países Bajos como poeta, a pesar de mis publicaciones y mi trabajo. Soy una psicóloga reconocida. No lo digo con amargura, sino con claridad: el sistema cultural invisibiliza con elegancia. Y eso también duele.
Por eso es tan importante abrir espacios reales, crear puentes sinceros, y no solo “incluir” voces de fuera como un gesto simbólico. Hay que reconocerlas como esenciales, necesarias, profundamente humanas.
¿Cómo se publica poesía hoy en Holanda?
La poesía en los Países Bajos sigue viva, pero se mueve en circuitos pequeños, con tirajes reducidos y visibilidad limitada. Las editoriales grandes suelen optar por voces seguras o estéticamente neutras. Las poéticas más críticas o comprometidas encuentran menos espacio en el ámbito institucional.
Por eso son tan valiosas las iniciativas independientes. Yo participo, por ejemplo, en Atelier Rapa Nui, un grupo que busca acercar la poesía de forma humilde y accesible. Organizamos lecturas con música y palabra, sin elitismo, financiándonos con nuestros propios medios.
En una sociedad donde a veces parece que una farola nueva vale más que un poema, estos espacios representan una forma de resistencia.
“Esa censura silenciosa demuestra cuán necesaria sigue siendo una poesía libre, que no tema decir lo que duele”.
Un ejemplo concreto: mi poema “Basura”, en el que denuncio con fuerza la mentalidad creciente contra la acogida de personas refugiadas, no podría ser leído fácilmente en los medios convencionales. No por su calidad, sino por su contenido incómodo. Esa censura silenciosa demuestra cuán necesaria sigue siendo una poesía libre, que no tema decir lo que duele.
¿Qué autores recomiendas para conocer la literatura neerlandesa actual?
Para comprender la riqueza de la literatura neerlandesa, recomiendo comenzar con Marieke Lucas Rijneveld, cuya obra poética y narrativa desafía los límites del cuerpo, el género y la identidad. También Tommy Wieringa, por su estilo claro y comprometido; y Arnon Grunberg, con su mirada irónica y profundamente crítica sobre la sociedad contemporánea.
Pero para mí también son esenciales autores que han marcado generaciones anteriores. Joost Zwagerman, que unió lo cotidiano con lo existencial; Jan Wolkers, con su intensidad física y espiritual; Neeltje Maria Min, que escribió una poesía contenida pero profundamente emocional; y Annie M.G. Schmidt, que con humor y libertad conquistó tanto a niños como adultos.
Y por supuesto, Jules Deelder, el poeta de Rotterdam, cuya voz urbana, directa y musical encarna el alma cruda y vibrante de la ciudad. Cada uno ofrece una entrada distinta al alma holandesa: diversa, crítica y en constante transformación.

¿Cuáles son tus referentes literarios o comunicacionales a la hora de escribir?
Mis raíces literarias están profundamente marcadas por escritores del mundo hispanohablante. Mario Benedetti, por su ternura lúcida y su compromiso social; y Gabriel García Márquez, por su capacidad de tejer lo mágico con lo político, son para mí faros fundamentales.
Después, otras voces de distintas lenguas se han ido sumando: Pablo Neruda, con su intensidad amorosa y su voz del pueblo; Jorge Luis Borges, por su mirada infinita sobre el tiempo y el lenguaje; y también autores en inglés como Iris Murdoch, John Steinbeck, Charles Dickens y Walt Whitman, que me han enseñado a mirar lo humano con compasión, cuerpo y espíritu.
“Mis raíces literarias están profundamente marcadas por escritores del mundo hispanohablante”.
Tampoco puedo dejar de mencionar a Eduardo Galeano, por su fuego narrativo, y a James Redfield, cuya espiritualidad silenciosa me acompaña. Todos ellos me han mostrado que escribir es tocar el alma, cuestionar la realidad y ofrecer otra forma de ver.
¿Es difícil para alguien con ideas de izquierda entrar en el mundo literario en Holanda?
Sí. Aunque oficialmente hay libertad de expresión en los Países Bajos, existe una presión sutil pero real. No hay una dictadura violenta, pero sí consecuencias sociales y simbólicas cuando uno se atreve a escribir desde una mirada distinta.
Expresar ciertas ideas en la poesía puede significar quedar al margen no solo del mundo literario institucional, sino también de círculos de amistad, de la familia, del entorno cercano. La exclusión no siempre es visible, pero puede ser profundamente dolorosa en lo psicológico.
Yo misma he sentido que hablar con honestidad en mis textos me ha alejado de ciertos espacios. Es una forma de aislamiento silencioso que muchas veces no se nombra, pero que afecta. Por eso espacios independientes como Atelier Rapa Nui son tan importantes: allí escribimos sin miedo, desde la libertad interior, aunque sepamos que eso también tiene un precio.