Armando Hart Dávalos: la palabra, la pasión y el gesto
Uno de los pensamientos contemporáneos cubanos más extensos y profundos es el de Armando Hart Dávalos, uno de los políticos de mayor prestigio en la escena revolucionaria cubana durante más de siete décadas.
Este conjunto sistémico de ideas es el resultado de una voluntariosa disposición que la identifica con importantes pensadores comprometidos con el curso de la historia cubana, en medio de interesantísimas contradicciones ofrecidas por los conflictos epócales.
La entrega de Hart al proceso constructor de la Revolución, facilitó una definición de su estatura como líder de los más importantes procesos políticos en la nación cubana, desde la Campaña de Alfabetización hasta la consolidación de nuestro imaginario en José Martí, pasando por los años luminosos del Ministerio de Cultura.
Su obra escrita, o aquella discursiva salvada para la memoria y ordenada desde la fortaleza de la improvisación, representan una de las fuentes más orgánicas del pensamiento cubano, y uno de los conjuntos ideológicos con mayor tributo a la cultura nacional.
Los frutos de Hart en la etapa revolucionaria, se debieron a una entrega total al trabajo edificante de la nueva sociedad y a una lealtad extraordinaria a Fidel Castro, desde posiciones dialogantes y alejadas de ciertas actitudes complacientes y poco comprometidas con la dinámica transformadora de la Revolución.
“En el pensamiento marxista de Hart, el reconocimiento de los valores de la nación, desde las virtudes del estatuto del sujeto popular, representó una validación del pensamiento y proyecto democrático”.
Su profunda cultura y conocimiento de las expresiones múltiples de los pueblos del mundo, le permitió sostener intercambios frecuentes con altos dignatarios de la política mundial y con ello afirmar el carácter real del proceso revolucionario cubano en las primeras décadas, así como su prestigio y experiencia política y organizadora en algunas provincias, lo cual amplió notablemente el acercamiento y las impresiones identitarias del país, a favor de lo que más adelante representaría desde sus iniciativas, el establecimiento de políticas culturales, como afirmación de las estrategias estructurales de la Revolución, desde los proyectos formulados por Fidel.
Resulta muy interesante en este trazado de formas de elevada organización de los propósitos revolucionarios, la inteligente capacidad de concebir formas inter-relacionantes de antiguas estructuras y nuevos establecimientos que en nuevos tiempos, debían interactuar con énfasis transformador.

El conocimiento de la realidad cubana, muchas veces lastimada por secuelas que impedían el aceleramiento de ciertos rumbos transformadores y las rémoras de una burocracia retardataria, no podían detener las exigencias a favor de un clima de creación, cuyos estímulos resultaban del entusiasmo de la época y de la herencia cultural y artística del país.
En el pensamiento marxista de Hart, el reconocimiento de los valores de la nación, desde las virtudes del estatuto del sujeto popular, representó una validación del pensamiento y proyecto democrático, sin lo cual no hubiera sido posible el emplazamiento estructural de formas ni instituciones en las cuales el nuevo proceso afirmaría un elevado resultado de participación, a partir de la cultura y sus acentos.
En los razonamientos críticos de Hart, predominó siempre una posición de reconocimiento a los errores y una muy sincera y útil contribución al mejoramiento de la obra colectiva con definiciones individuales, lo cual se advirtió frecuentemente en su desempeño como ministro de Cultura, reclamo al que fue llamado también en la búsqueda de soluciones a los yerros del llamado Quinquenio Gris, etapa que extendió su herencia durante mucho tiempo, a pesar de la inteligencia con la cual Hart intervino en la creación de instituciones culturales que permitían una descentralización del poder, una multiplicación de las vocaciones culturales y una participación más democrática en los asuntos de la memoria.
“En los razonamientos críticos de Hart, predominó siempre una posición de reconocimiento a los errores y una muy sincera y útil contribución al mejoramiento de la obra colectiva con definiciones individuales, lo cual se advirtió frecuentemente en su desempeño como ministro de Cultura”.
En el programa contenido a partir de la asunción del Ministerio de Cultura por Armando Hart, que fundaba una institución sin la experiencia pública de otras que existían desde los tiempos predecesores de la república burguesa, se declaraba una nueva concepción de políticas culturales, continuadoras de los compromisos a favor del pueblo, que declarara Fidel en su alegato La historia me absolverá, además de facilitarle a los amplios sectores populares el ejercicio para recuperar las extraordinarias energías y lo más profundo de las expresiones contenidas en la memoria, en tanto equilibraba las manifestaciones surgidas de la academia y las inobjetables reveladas de la continuidad y voluntad del pueblo.

En una etapa en que el pensamiento cubano manifestaba su voluntad crítica y edificante, Armando Hart, alejado de toda actitud adocenada, abrió las puertas del diálogo y estimuló la apertura de espacios de esa naturaleza, en tanto le propiciaba a los jóvenes una libertad discursiva en la creación artística y la renovación de un pensamiento teórico y renovador, comprometidamente revolucionario en contexto de contradicciones.
La creación de las diez instituciones básicas, el apoyo a la realización de concursos y eventos de amplia pluralidad, fortalecieron esos empeños y comenzaron a robustecer de manera dinámica, la política cultural con mayores definiciones del proyecto revolucionario.
Esta proyección y las estimulaciones a las propuestas diversas, se expandieron en una indispensable formulación estética, cuyo efecto se extendería a los más amplios sectores populares, en tanto fortalecía el papel de la escuela en el centro de las mayores aspiraciones culturales, unida al resto de las instituciones y organismos. En este propósito integrador, se revelaba una de las mayores fortalezas humanistas de la nueva política cultural del estado revolucionario.
“En Armando Hart, se destacó siempre la preocupación por el retorno constante a las ideas que fundaron el canon del pensamiento cubano y siempre lo hizo en cada una de las propuestas en las cuales se definiría un nuevo propósito cultural en los años fundadores del Ministerio de Cultura”.
En esta dimensión del cambio, esas ideas de Hart se definían hacia la preparación de un público y la solución de sus intereses individuales y colectivos, como formas de incorporación a las diversas prácticas de la sociedad cubana en permanente transformación, lo cual estimuló la riqueza de un diálogo intercultural, así como la recuperación de una amplia zona de la memoria cubana en todos los sentidos.
Nunca antes en la historia social cubana, un estado establecía estrategias dirigidas a la ocupación útil del tiempo libre de la población como convocatoria de alta participación y compromiso ciudadano, en la medida que desechaba las supervivientes formas burocráticas que aún aherrojaban las iniciativas creadoras, responsabilidad contraída con el pensamiento fundador, que revelaba sus propósitos de carácter democrático e integrador de las voluntades populares desde Varela hasta Fidel, pasando por el pensamiento elevadísimo de José Martí, síntesis singular de las ideas cubanas.
En Armando Hart, se destacó siempre la preocupación por el retorno constante a las ideas que fundaron el canon del pensamiento cubano y siempre lo hizo en cada una de las propuestas en las cuales se definiría un nuevo propósito cultural en los años fundadores del Ministerio de Cultura.
A partir de los años luminosos de la constitución de la Oficina del Programa Martiano y la Sociedad Cultural José Martí, se abriría otra perspectiva denodada para Hart en esa entrega al fortalecimiento de las ideas cubanas en aquellos instantes, a partir de la recuperación del pensamiento que estableció el sostén de lo nacional y la recuperación de la memoria de permanente disposición progresista y constante insurgencia político-social.
“Quienes lo conocimos por tantos años, admiramos siempre su transparencia humanística, su dosis cubana de humor y carácter, la energía para concebir y ejecutar los mejores proyectos y su extraordinaria fidelidad al propósito emancipador de la Revolución en actos e ideas”.
Años críticos en la sociedad cubana y exigencias indispensables de recuperar las zonas más deprimidas de nuestra historia y de expansión divulgativa de nuestros próceres, no sólo hacia el extranjero, sino principalmente a la vida profunda de nuestro país y sus instituciones educacionales y con otros compromisos sociales, pero indispensables en la comunión de propósitos ideológicos.
La experiencia de Hart en la Campaña de Alfabetización y el Ministerio de Cultura, propiciaron desde la Oficina del Programa Martiano y la Sociedad Cultural José Martí, no perder de vista el papel de la vanguardia, ni la función integradora de todas las fuerzas sociales y progresistas dentro y fuera de Cuba, también enseñanza permanente de Fidel.
Constituye otro mérito de Hart al frente de las instituciones martianas, el desarrollo de eventos de elevada resonancia internacional y convocatoria de notables figuras de la política, la cultura y las ciencias, entre otras disciplinas del saber humano, que desde esos espacios expresaron hacia el mundo una voluntad cooperativa y consolidaron con su presencia las fortalezas de la Revolución Cubana a partir de la estatura de José Martí, que durante más de veinte años creció en el reconocimiento nacional y hacia las amplias y complejas dimensiones de la vida pública mundial y desde sus integradores presupuestos de identidad, expresados en su amplia obra, la de sus precedentes y los análisis críticos de un extenso número de autores en Cuba y otros lugares de la geografía mundial.
Nunca antes nuestro continente había asumido tan raigal protagonismo internacional, y lo consiguió por efecto del curso de la Revolución y por el resultado de alcance político de la obra de Armando Hart, en estrecho vínculo con Fidel, para recuperar figuras indispensables de nuestra historia y reasentarlas en la difusión de su pensamiento dentro y fuera de nuestras fronteras.
Quienes lo conocimos por tantos años, admiramos siempre su transparencia humanística, su dosis cubana de humor y carácter, la energía para concebir y ejecutar los mejores proyectos y su extraordinaria fidelidad al propósito emancipador de la Revolución en actos e ideas.