El actor argentino Pompeyo Audivert retornó a La Habana, y volvió dispuesto a compartir sus saberes del oficio teatral. La sala Covarrubias del Teatro Nacional fue el espacio donde presentó Habitación Macbeth, y allí también impartió el taller “El Teatro como fuerza ausente”.

Durante los días 28 y 29 de junio, un grupo de actores de diversas procedencias y formaciones se juntaron para adentrarse en la poética de un hombre de reconocida trayectoria en el teatro, la televisión y el cine de su país. Previamente, habíamos recibido las pautas: los poemas de Olga Orozco, el libro de Pompeyo, y la indicación de llevar ropas de otras épocas para trabajar.

Suponía que la temprana hora pactada para el comienzo del taller podía verse afectada por los terribles problemas de transporte que padecemos, pero los talleristas vencieron los obstáculos para llegar y asistir a un intercambio profesional de altísimo nivel.

La imponente figura de Pompeyo se convirtió, de inmediato, en alguien cercano. Su capacidad para guiar a los actores se reveló desde los primeros minutos. No hubo imposiciones, el intercambio fluyó orgánicamente, las indicaciones eran precisas, las correcciones se emitían con claridad, respondió a cada pregunta de forma inteligente y amable. Y en ese ambiente de confianza, se desarrolló el trabajo de los actores.

“Pompeyo componía en el espacio, a partir de las escenas creadas por los actores. Siguiendo sus pautas, el movimiento corporal fluía”.

Una indagación sobre el Teatro y sus mecanismos de creación, eso fue el taller.  Pompeyo solicitó llevar ropa que no se usara en la cotidianidad, porque nos propuso adentramos en un espacio extracotidiano y poético. Sabe que el cuerpo del actor es su instrumento de trabajo en la escena y que necesita entrenarlo y cuidarlo, por eso ofreció herramientas para que ese cuerpo se dejase habitar por la poesía.

El taller se planteó a modo de diálogo con el otro, a través del eje tensión-desequilibrio, al ritmo de los versos de Olga Orozco:

¿Dónde están las palabras? ¿Dónde está la señal que la locura borda en sus tapices a la luz del relámpago? Escarba, escarba donde más duela en tu corazón. [1]

Pompeyo componía en el espacio, a partir de las escenas creadas por los actores. Siguiendo sus pautas, el movimiento corporal fluía, la discontinuidad provocaba asociaciones, la voz adquiría matices extraños que enriquecían el texto; lo aparente se transformaba, teatralmente, para que aflorara la imaginación.

La experiencia vital de Pompeyo se expresó en estas jornadas de trabajo.  Su pasión por Shakespeare y por Samuel Beckett, su lectura de la tradición teatral de su país, sus roles de actor, dramaturgo, profesor, director; su capacidad para leer poesía y filosofía, su visión ética del mundo, la relación con sus maestros, su manera singular de trabajar con las máquinas teatrales, su forma de interactuar con el público.

“Una indagación sobre el Teatro y sus mecanismos de creación, eso fue el taller”.  Foto: Edel Alejo Cotarelo

Con frecuencia, las reuniones entre gente de teatro se convierten en ejercicios narcisistas donde cada quien exhibe sus triunfos sociales. En el taller de Pompeyo prevaleció el respeto al compañero, el deseo de compartir una experiencia, la colaboración creativa, la aspiración de aprender, la percepción de que era un privilegio compartir las horas con el maestro. Y hay que decir que el sentido del humor marcó los momentos de receso y la ansiada hora de la merienda.

Habitación Macbeth

La puesta en escena llegó precedida de muy buenas referencias: noticias de que el público repetía funciones, señales de que la crítica alababa al actor y al montaje. Y, luego de la experiencia de intercambio con Pompeyo, todos los talleristas asistimos a las presentaciones de Habitación Macbeth, donde resonaban los versos de Olga Orozco [2]:

He oído el confuso parloteo de bocas invisibles en el bosque nocturno,
Hay alguien que me sigue paso a paso
Y es puro resplandor y es solo ráfaga cuando yo lo persigo;
A veces cae una lágrima sobre mi mano,
Helada, desde nadie,
Lo mismo que la llama del aliento que de repente corre por mi cara.

Es asombrosa la capacidad desplegada por Pompeyo al interpretar siete personajes creados por el genio de Williams Shakespeare para la tragedia Macbeth. La anécdota de la obra es muy conocida, la del hombre bueno que se transforma en un ser ambicioso de poder y en asesino inescrupuloso, por eso es posible para el espectador tratar de desentrañar la maquinaria de trabajo del actor.

“Absoluta concentración, coherencia en la creación de personajes, gestos precisos, imaginación para trazar cada línea argumental (…) Fue una clase magistral de actuación, que acrecentó el placer de ver teatro”.

Pompeyo, en conversación con Nara Mansur [3], confesó: “Creo que lo curioso de nuestro trabajo (…) es que plantea como obra, como asunto temático-dramático central, a los procedimientos instrumentales, al esqueleto que sostiene el paisaje teatral, en la medida en que allí se dirime el alcance metafísico del acto, la posición poética del ritual, más allá del texto”.

Absoluta concentración, coherencia en la creación de personajes, gestos precisos, imaginación para trazar cada línea argumental, entrenamiento corporal para soportar casi dos horas en escena. Fue una clase magistral de actuación, que acrecentó el placer de ver teatro.

Son escasos los elementos escenográficos empleados: un espejo, una mesa, una silla, objetos que adquieren diversas connotaciones. El músico Claudio Peña lo acompaña en el escenario, interpreta la música en vivo y sirve de comodín en ocasiones.

Crear Habitación Macbeth fue la manera que encontró Pompeyo para sobrevivir en tiempos de la pandemia: el trabajo teatral, el volver a la poesía de Shakespeare, el construir un montaje pensando en el público, el soñar reencontrarse con el otro.

La obra se construye a partir de los restos de un actor encontrados en el foso del teatro, en franca alusión a esa capacidad del teatro de sobrevivir a todos los embates. En la era de las redes sociales, el teatro sigue convocando a la creación poética, y la prueba está en la comunicación que se establece entre ese gran actor que es Pompeyo Audivert y sus espectadores en Habitación Macbeth.

Notas:

[1] Los poemas de Olga Orozco forman parte del Cuaderno de trabajo de la Clínica de Actuación “Teatro de la Fuerza Ausente”, impartido en La Habana por Pompeyo Audivert, de Teatro Estudio El Cuervo.

[2] “¿La prueba es el silencio?” De Con esta boca, en este mundo, 1994.

[3] Nara Mansur es poeta y dramaturga cubana, radicada en Buenos Aires. Ha investigado el arte teatral de Pompeyo Audivert.