Siempre me he preguntado cómo el maestro, crítico, promotor cultural y notable editor costarricense Joaquín García Monge lograba obtener los múltiples textos de autores cubanos que publicaba no solo en su gran proyecto editorial titulado Repertorio Americano, sino también en las diferentes series y colecciones que fue creando a lo largo de su vida.

La comunicación sistemática con autores cubanos ―como parte de la gran red de intelectuales que logró aunar en todo el continente americano (y más allá también)― fue una de la fuentes que utilizaba. Ello le posibilitó recibir no solo artículos que aparecían en periódicos de la isla, sino también numerosos volúmenes de los cuales brindaba acuse de recibo en las páginas de Repertorio Americano, por ejemplo, y que con frecuencia eran reseñados posteriormente.  

La primera vez que se publica La Edad de Oro, de José Martí[1] en América Latina de manera íntegra en forma de libro fue en Costa Rica, en 1921, al cuidado de Joaquín García Monge. El investigador cubano Salvador Arias afirma que esta edición “tiene una introducción con cartas de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, Regino E. Boti y Félix Lizaso, los cuales le gestionaron a Joaquín García Monge los originales […]. También se reproducen juicios sobre Martí de distintas personalidades”.[2]  En Cuba ya se conocía la revista martiana a través de la edición de Gonzalo de Quesada y Aróstegui de 1905 en la colección Obras del Maestro.[3] 

Joaquín García Monge estuvo al cuidado de la primera edición íntegra de La Edad de Oro publicada en América Latina en forma de libro.

Ciertamente, en la introducción[4] de su edición, García Monge brinda la correspondencia cruzada que sostuvo con las tres personalidades cubanas antes mencionadas para poder obtener un ejemplar. El primer párrafo es una muestra de agradecimiento: “Guarden los niños de Costa Rica gratitud por el Dr. Gonzalo Aróstegui, de La Habana, el Dr. Boti, de Guantánamo, y el Sr. Lizaso, de La Habana, también, a quienes principalmente se debe esta edición de La Edad de Oro, como luego se verá.”

García Monge mantenía comunicación con Regino Eladio Boti y con Félix Lizaso. A ellos le solicita el volumen para su publicación en Costa Rica. Entonces ambos le escriben a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el primero, directamente y el segundo recurre al director de El Fígaro, con quien Gonzalo tenía buenas relaciones de amistad. Recordemos que cada tomo de la colección de las Obras de Martí se reseñaba en este periódico a través de las palabras introductorias. Gonzalo ya no tenía ejemplares de la edición para enviar; pero ante un proyecto editorial tan altruista y a la insistencia del editor tico, decide desprenderse de uno muy querido en calidad de préstamo que, al final, termina donando:

Mucho que alegro saber que ha llegado a sus manos La Edad de Oro, que quiero como un doble tesoro por ser de mi tía Aurelia Castillo de González y por la dedicatoria que avalora el ejemplar. No quiero que viaje más y pueda extraviarse, por lo cual le ruego que lo ofrezca, en memoria de mi tía, a la Biblioteca Nacional que Ud. con tanto celo dirige.

“García Monge mantenía comunicación con Regino Eladio Boti y con Félix Lizaso. A ellos le solicita el volumen para su publicación en Costa Rica”.

Justamente, García Monge estuvo al frente de la Biblioteca Nacional de Costa Rica por una etapa de 13 años y su necesidad de fundar a favor de la cultura de su país también es reconocida y valorada por sus coterráneos en la contemporaneidad. Tanto es así que en el año 2019 ―a propósito del centenario del surgimiento de la revista Repertorio Americano se organizó un Coloquio Internacional por la Universidad Nacional de Costa Rica que tuvo su inauguración en la Biblioteca Nacional y en el amplio lobby de la institución se mostró una gran exposición bibliográfica que expresaba su fructífera trayectoria. (A este congreso internacional tuvimos la oportunidad de asistir tres investigadores del Centro de Estudios Martianos).

Las redes intelectuales es una de las fuentes que utiliza Joaquín García Monge para obtener los textos de José Martí que publica. La afinidad por la revista martiana no debe extrañar, pues García Monge fue maestro de formación y es conocida la esencia pedagógica de numerosos de los textos de La Edad de Oro. La elección dentro de su gran universo editorial resulta coherente con sus intereses profesionales.

Sede histórica de la Biblioteca Nacional de Costa Rica. García Monge estuvo al frente de esta institución durante 13 años.

El gran proyecto cultural Repertorio Americano publicó durante cuatro años (1925-1929) un suplemento dedicado a los niños y adolescentes costarricenses e hispanoamericanos con igual título y la misma naturaleza que la revista martiana, en la que incluyó varias piezas del autor cubano. Este suplemento llegó a tener seis tomos y tuvo colaboraciones de notables escritores hispanoamericanos y europeos como Alfonsina Storni, Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones, Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Miguel de Unamuno o Ramón del Valle Inclán.[5] 

La aparición de Repertorio Americano estuvo antecedida por amplias e intensas experiencias editoriales en la trayectoria creativa de Joaquín García Monge. Ello lo fue preparando para su proyecto mayor. La necesidad de fundar y revolucionar en el mundo del libro y las revistas fue consustancial a su personalidad. Cuando nace Repertorio… ya el editor había transitado múltiples senderos. Fundó en 1904 ―junto a su cuñado el escritor y profesor Roberto Brenes Mesén― la revista Vida y Verdad que tuvo una existencia efímera, pues solo se conocieron cinco números. Posteriormente, entre 1906 y 1916 editó la colección Ariel, que alcanzó 146 cuadernos. Más tarde, a partir de 1916 y hasta 1925 a través de la colección El Convivio entregó 49 títulos. Estos empeños posibilitaron el conocimiento en Costa Rica de la literatura nacional y universal por ediciones propias. Asimismo, editó una colección dedicada específicamente a autores costarricenses y centroamericanos (1917-1921).

“La aparición de Repertorio Americano estuvo antecedida por amplias e intensas experiencias editoriales en la trayectoria creativa de Joaquín García Monge. Ello lo fue preparando para su proyecto mayor”.

La preocupación por la educación en las edades tempranas también estuvo presente en sus proyectos, pues publicó dos colecciones infantiles, una de ellas, El Convivio de los niños en la década de 1920 (en esta aparece La Edad de Oro de José Martí). Ahora, como ediciones de Repertorio Americano entre 1921 y 1923 preparó siete volúmenes. Bajo su influjo apareció en 1917 la revista La Obra.      

El profesor y ensayista Mario Oliva Medina, en su notable volumen José Martí en la historia y la cultura costarricenses, narra cómo Joaquín García Monge ―siendo un adolescente― conoció a José Martí durante su primera visita a Costa Rica en 1893. El 30 de junio llegó el poeta a Puerto Limón y al día siguiente estuvo en San José hospedado en el Gran Hotel. De tránsito a Puntarenas conoce la ciudad de Cartago y, acompañado del periodista Pío Víquez, visita el pueblo de Desamparados y almuerza en el hogar de la familia García Monge. Desde entonces, su admiración hacia el poeta cubano fue creciente. Años más tarde, la obra y el pensamiento martianos integraron los programas de estudio que por largos años impartió en instituciones docentes de su país. Cientos de sus alumnos durante décadas de docencia, convertidos posteriormente en maestros, llevaron a sus aulas el pensamiento y la obra del cubano. Ese fue un factor multiplicador esencial que influyó decisivamente en la recepción de su quehacer en Costa Rica. Numerosos profesionales notables costarricenses se confiesan deudores del magisterio de García Monge. No es casual entonces que su principal proyecto editorial tuviera una profunda inspiración martiana o sintiera la necesidad de publicar en Costa Rica piezas del poeta.

“El profesor y ensayista Mario Oliva Medina (…) conoció a José Martí durante su primera visita a Costa Rica en 1893 (…) Años más tarde, la obra y el pensamiento martianos integraron los programas de estudio que por largos años impartió en instituciones docentes de su país”.

Sobre este horizonte, el historiador Pedro Pablo Rodríguez precisa que:

En la ejecutoria editorial de García Monge no puedo dejar de señalar la impronta de José Martí, sin dudas su gran mentor intelectual, lo cual se corresponde con la destacada presencia del cubano en Repertorio Americano. Obedecía de ese modo no solo a su propio impulso sino al que tuvo que apreciar en las valoraciones de la primera generación republicana de la Isla, que entregó una cada vez más severa e inteligente crítica de la nación semicolonial, en la que a menudo acudía a Martí, y que desembocó en los años 20 en una generación juvenil que iba sumando con rapidez al análisis crítico la pelea por el cambio social.[6]

Cuba resulta un foco de atención. Tanto es así que hay números de la revista Repertorio Americano donde la mitad del sumario está centrado en el entorno de la Mayor de las Antillas; por ejemplo, el correspondiente al 25 de julio de 1931 se inicia con un “Resumen del movimiento estudiantil cubano”, le continua “La república de Cuba está en venta” por Emilio Roig de Leuchsenring, le sigue la “Celada financiera contra Cuba al amparo de una intervención económica” de Guillermo H. Fort y esta parte del sumario concluye con el “Homenaje continental a Enrique José Varona” por Diego Córdova.

A partir de un abordaje al decenio de 1919 a 1928 de la revista, el historiador cubano Pedro Pablo Rodríguez revela que:

He podido identificar ciento treintaitrés textos escritos por cubanos y siete por extranjeros dedicados a asuntos de la Isla, y aún quedan algunos autores de los que busco su nacionalidad. Estos números ya nos indican el significativo espacio de los asuntos y escritores cubanos, al parecer no alcanzado por otros países en el periodo consultado, aunque no los he contabilizado.

Las razones de este peso numérico no se deben solo al reconocimiento por entonces alcanzado por personalidades cubanas, como Enrique José Varona, el autor más publicado en el decenio, sino, y sobre todo, a mi juicio, por la importancia en esa época de Cuba en el ámbito de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos, particularmente para la región antillana y centroamericana.[7]

“Cuba resulta un foco de atención. Tanto es así que hay números de la revista Repertorio Americano donde la mitad del sumario está centrado en el entorno de la Mayor de las Antillas”.

La impronta de José Martí en el mundo editorial costarricense en la primera mitad del siglo XX no debe analizarse desligada de un grupo de aristas sustantivas que subyacen en armónica interrelación: la connotación de su imagen en Costa Rica, las dos visitas que hizo al país, los dos breves textos que le dedica, la carta que envía al periodista tico Pío Víquez el 8 de julio de 1893, aquella que dirige al cubano Antonio Maceo al término de su segunda visita, sus entrañables vínculos con Centroamérica y el rol de las propias redes intelectuales que tuvieron como epicentro a la revista Repertorio Americano y a su fundador y editor: Joaquín García Monge. Pero, desde otra perspectiva, está relacionada estrechamente con la estancia de patriotas y familias cubanas que emigraron a esa zona geográfica, específicamente a Costa Rica, a finales del siglo XIX como consecuencia de las etapas de la guerra por la independencia en la Isla: la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y la Guerra Chiquita (1879-1880).

Pero estos asuntos constituyen elementos de un proyecto de investigación en desarrollo. Por ahora, estas reflexiones expresan, en apretada síntesis, algunas resonancias centroamericanas de la revista La Edad de Oro de José Martí.


Notas:

[1] José Martí Pérez: La Edad de Oro (edic. de Joaquín García Monge). El Convivio de los Niños. San José, Costa Rica, 1921.

[2] En Salvador Arias: Un proyecto esencial martiano. La Edad de Oro, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2001, p. 229.

[3] José Martí: La Edad de Oro, en Obras del Maestro, vol. V, Casa Editrice Nazionale, Roma-Torino, 1905 (Introd. de Gonzalo de Quesada y Aróstegui).

[4] Agradezco el envío de la “Introducción” a Nuria Rodríguez Vargas, profesora e investigadora del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela) de la Universidad Nacional de Costa Rica.

[5] Véase al respecto el estudio “La Edad de Oro de Joaquín García Monge: un libro para personas de todas las edades”, de la profesora e investigadora costarricense Nuria Rodríguez Vargas (En proceso de edición por el Anuario del Centro de Estudios Martianos).

[6] Pedro Pablo Rodríguez: “Repertorio Americano: una revista también cubana” (Ponencia presentada en el Coloquio Internacional “Un siglo de Repertorio Americano”, Universidad Nacional, Costa Rica, 2019). En Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 43, La Habana, 2020, p. 188.

[7] Pedro Pablo Rodríguez: Ob. cit., p. 187.