Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso
Martí ha decidido regresar a Cuba. Previamente, el 25 de marzo de 1895, ha redactado junto a Máximo Gómez el Manifiesto de Montecristi. Allí se lee:
“La independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo”.
Lo acompañarán en la travesía con destino a Cuba, el propio Gómez, Francisco Borrero, César Salas, Ángel Guerra y Marcos del Rosario.
El último capítulo de la travesía es descrito por él:
“… Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólveres. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, La Playita (al pie de Cajobabo). Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande…”.
Es de noche, la noche del 11 de abril de 1895. Solo el 14 se reúne con ellos una guerrilla insurrecta y el 15 tiene lugar un hecho trascendental: “… aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en consejo de Jefes, me nombra Mayor General”.

Después, el día 16, escribirá a Carmen Miyares y a sus hijas: “Ya se me secan las ampollas del remo con que halé a tierra el bote que nos trajo…”.
Lo que sucede en los días subsiguientes de vida en campaña revela una vez más la grandeza de Martí, esta vez en su dimensión heroica.
Cada jornada depara nuevas experiencias al soldado libertador que es ya con todo derecho. El 5 de mayo es el encuentro entre Martí, Gómez y Antonio Maceo en la finca del antiguo ingenio La Mejorana, hoy en el consejo popular Paquito Rosales del municipio de San Luis, provincia Santiago de Cuba.
Tres caracteres fuertes discuten con un único propósito: la independencia. Exponen maneras de operar no necesariamente coincidentes. Gómez reafirma su plan de invasión para extender la guerra por el resto de la isla, Martí sostiene su punto de vista acerca de la formación de una asamblea de delegados de los cubanos, en tanto Maceo propone que los asuntos pasen por el prisma de una especie de junta militar. “Nos vamos a un cuarto a hablar”, escribe Martí en su diario.

Mucho se ha especulado acerca de los detalles de aquel encuentro, que permanece como uno de los grandes misterios de la Revolución, pues no queda acta ni documentación oficial de la reunión cumbre de jefes.
Maceo lleva prisa y se separa. El día 13 cruzan el río Contramaestre y acampan en un lugar conocido por Dos Ríos. Hay movimiento de fuerzas en los alrededores y Gómez parte a reconocer el terreno, lodoso por la lluvia, mientras Martí despacha en el campamento. El 17 “Gómez sale, con los 40 caballos, a molestar el convoy de Bayamo”, escribe Martí. En la misma fecha, más adelante, deja un apunte de auténtica fragancia:
“Asan plátanos, y majan tasajo de vaca, con una piedra en el pilón, para los recién venidos. Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre, y me trae Valentín un jarro hervido en dulce, con hojas de higo”.

El 18 de mayo, desde el campamento de Dos Ríos, escribe a su amigo mexicano Manuel Mercado:
“Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber ─puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo─ e impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso…”.
Apenas nos detendremos en la jornada trágica del 19 de mayo. Ya todos conocemos su desenlace. Solo en que son alrededor de las dos de la tarde cuando a galope, desde la espesura, atruena una descarga de fusilería enemiga y las balas penetran en su pecho, maxilar y extremidades, cinco impactos en total, y Martí se desploma.
Han transcurrido 130 años, pero José Martí, sépase bien, vive y renace cada día en nuestra memoria.