Las relaciones de José Martí con la guerra es un tema importante e ineludible en una investigación que estudia la recepción toda de una obra que es sumun dentro del legado del escritor. Es el período en que nuestro héroe nacional organizaba su regreso a Cuba para participar en la Guerra del 95, y en los propios días en que se hallaba en la manigua, donde, al decir de Manuel Pedro González, para esperar al destino, cayó en su paisaje. Se prueba en esta obra también que “en los Diarios se unen lo histórico y lo personal en una figura de escritor ubicuo” [1].

En 1980 Joel James publica su ensayo Aproximación al Diario de campaña de José Martí [2], acercamiento de corte historiográfico, lúcido, agudo, que penetra en los engranajes ─englobados los narrativos─ y las esencias últimas y actuantes del Diario, que para él es uno solo con las dos partes, donde en la primera la narración resulta más detenida en los detalles, y la acción transcurre como deslizándose sobre la descripción, mientras que en la segunda el paisaje forma parte de la acción misma. Señala que las líneas dramáticas o asuntos tratados en los Diarios son fuerzas actuando dentro de la situación contextual, donde el personaje central es a un tiempo narrador. Destaca entre los planos dramáticos o situaciones clímax dentro de ellos el desembarco, el nombramiento como Mayor General a Martí, el instante en que dejan atrás el lomerío de Baracoa y penetran en los cañaverales, y la entrevista de mayo 5 con Maceo y Gómez. Repara en la dimensión de provisionalidad en que se encuentra Martí a su llegada a Cuba, lo que se relaciona con una de las líneas dramáticas de la narración, que es su oculta aspiración a ser recibido y aceptado como uno de los hombres de la guerra larga.

“(…) el argumento del Diario es la ley interna que lo rige, y lo articula con la realidad a través de la aceptación de la contingencia fenomenológica como experiencia esencial”.

James señala algo muy importante, que es el doble carácter de convergencia que posee el Diario de campaña igual que la isla de Cuba, de direcciones culturales diversas incidiendo sobre sí. Esta es una característica de nuestra cultura nacional, pues una es la visión de Cuba que tenía Martí cuando estaba por venir, congruencia o disparidad entre la visión que trae y la que factualmente recibe, donde se destacan dos actitudes: una, la del que narra como visión descubridora, y otra, la del narrador que cuenta lo sabido desde antes, lo que está relacionado con el hecho de leer el Diario desde el motivo de la necesidad de comunicación de Martí con el medio y con sus iguales.

Para el ensayista el argumento del Diario es la ley interna que lo rige, y lo articula con la realidad a través de la aceptación de la contingencia fenomenológica como experiencia esencial. Describe lo que para mí es la poesía, encarnando en la realidad como la sucesión de concreciones independientes, donde el objeto central de la narración se da por añadidos, pero conservando cada uno de estos su propia capacidad de irrupción, de manifestarse y de permanecer.

Porque el Diario de campaña como nuestro arte, ─dígase narrativa, pintura, poesía, teatro─ hace uso de la magia de la simple enunciación, y en él se integran el paisaje y los hombres, la descripción y la narración, los diversos tiempos históricos en uno.

James culmina su brillante ensayo estudiando la presencia de la Guerra de los Diez Años en los Diarios, a la que considera un símbolo y signo vital de nuestra nacionalidad. A través de este estudio, se pone de manifiesto la dimensión histórico cultural de los Diarios, emparentada con valores sicológicos y sociales que esta obra posee.

A diferencia de otros ensayistas Denia García Ronda ve los Diarios como dos textos diferentes “cuyas respectivas coherencias con el contexto provocan evidentes matices estilísticos en cada caso”.

A estudiar las relaciones de José Martí con la guerra presentes en los Diarios dedica Denia García Ronda su relevante ensayo “Diario de campaña de José Martí” [3], publicado en 1987. Como refería antes, es un ensayo de peso, importante dentro de la bibliografía sobre el tema, aunque sobresalga quizás en demasía la impronta del legado marxista en él.

Comienza reconociendo que los criterios martianos en cuanto a la guerra de un país oprimido contra otro opresor incluían el carácter político y social de la guerra, como ya lo habían hecho otros ensayistas de la talla de Portuondo, Carlos Rafael Rodríguez, Retamar, Le Riverend, Ramón de Armas y Salvador Morales. Revela que los Diarios son un elemento importante para el desarrollo del pensamiento político de la guerra en Martí, y al incurrir en una clasificación caracterológica de ellos afirma que tienen de apunte íntimo, de documento psicológico y de testimonio de la violencia revolucionaria, y que son la expresión literaria de la realización de Martí en la guerra que había evocado, y de un hombre que se reencuentra en una instancia superior del ser humano: la del revolucionario. A diferencia de otros ensayistas que ven a los Diarios como un solo documento, una sola obra, ella los ve como dos textos diferentes “cuyas respectivas coherencias con el contexto provocan evidentes matices estilísticos en cada caso”.

Compara esta obra martiana con Los poetas de la guerra, porque en ambas Martí demuestra atenerse al ajuste entre formas y esencias, principio cardinal de su poética, y no hay ruptura esencial con el estilo de la obra anterior.

Señala que el asunto del Diario es la guerra y sus cuatro variantes más importantes: los hechos de la guerra, que incluye la que se inicia y las pasadas, infraestructura de campaña: alimentos, medicinas, provisiones, formas de acampamento, las acciones bélicas; los hombres que participan en la contienda; el paisaje natural, y las cuestiones relativas a la condición de la guerra.

Denia también señala algunos de los aportes que Martí hace en el plano del estilo en los Diarios, esto ocurre con casi todos los estudiosos de esta obra clásica de José Martí, lo que evidencia la relevancia de dichas innovaciones para la trascendencia de la obra misma. Entre los recursos que refiere están el uso de oraciones cortas y simples, a veces nominales, unimembres y enumeración caótica; economía expresiva, adjetivaciones conformadas por medio de la sinestesia y el uso original del ablativo. Termina su ensayo reconociendo que dentro de la totalidad armónica que para él es la naturaleza, el paisaje natural representa la manifestación más alta de comunión humana con el universo, dicha comunión redunda en una sensación de felicidad y paz interior, a pesar de lo violento de la circunstancia.

Al singular reflejo de la naturaleza por parte de Martí se refiere también el ensayo “El último silencio (En torno a la literatura de campaña) [4]”, de Carmen Ochando Aymerich, que ve la luz en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, donde, según la autora, “se pone en palabras las cosas con el mismo realce con que aparecen en la vida”, “con el mismo relieve con que la naturaleza crea en el espacio profundo”.

“Al singular reflejo de la naturaleza por parte de Martí se refiere también el ensayo ‘El último silencio (En torno a la literatura de campaña)’”.

Logra Martí en palabras “lo que la Naturaleza obtiene con la realidad de la distancia” [5]. Dicho estudio tiene entre sus objetivos fundamentales demostrar que los Diarios son el máximo exponente de la literatura de campaña de su tiempo, porque permiten formular algunas de las esencias textuales de la naturaleza del diario como género, lo que representa una manera unificada de construir historia y de crear literatura, y una vinculación estrecha con una historia marginal que se acerca a la visión singular de los protagonistas anónimos.

Advierte el elogio de Martí en su obra a los Episodios de la Revolución Cubana, de Manuel de la Cruz, que, según ella, son pruebas de que los leyó y los estudió, y propone un nuevo tema de investigación que consistiría en la comparación y estudio entre este documento y los Diarios.

Para Ochando Aymerich los Diarios son voluntad de dar nombre de verso a la memoria inmediata y escritura de la existencia, donde encontramos elementos simbólicos como el silencio, la ausencia de sonidos, el color negro y la noche, donde se funcionalizan y cobran importancia las anécdotas de la Guerra de los Diez Años:  el tiempo pretérito enlaza con el presente narrativo que une hombre y tiempo, historia y literatura, realidad y ficción; lo que le permite referirse a las desavenencias de la guerra en el presente con su función ideológica como elemento consustancial.

Termina su aportador ensayo afirmando que los Diarios trascienden por el sentido de la sinceridad que poseen, y es lo que en cada lectura renueva el sentido de su existencia.

“Martí sitúa a la patria en los Diarios como ideologema constituyente de la literatura cubana desde el inicio de la nación hasta nuestros días (…)”.

Una reseña sobre la edición de los Diarios de campaña, correspondiente a 1996, llevada a cabo por la Editorial Abril, con presentación y notas de Mayra Beatriz Martínez, también comento en este capítulo sobre las relaciones de dicha obra con la guerra. Me refiero a “La huella de una voz de voces: Los Diarios de campaña de José Martí” [6]. Y lo hago porque revela algunos aspectos interesantes en esta historia de la recepción de los Diarios que pretendemos hacer, como la contabilización en Diarios de campaña de José Martí de los días de duración del viaje emprendido (desde el 93 hasta el 109) y su recreación, desde su salida de Nueva York el 31 de enero de 1895.

Los propósitos de los Diarios, que según la autora es reflejar una conciencia de un mundo humilde y marginado, la condición de catálogo de enorme importancia para la literatura científica en que se constituye esta obra sobre las especies que habitaban la zona a fines del siglo XIX, donde la literatura no aparece como un acto extremo y alienado de su contexto, no vive para sí misma, sino que crea vínculos fecundos con la realidad y, que por manifestarse adentro, demuestra que lo particular es universal, porque ciñe su escritura a adentrarse en lo actual y circundante, no busca horizontes universales, los está realizando; es consciente de la función histórica y mundial de la liberación de Cuba.

Como Ochando Aymerich, Leah Bonnin en su estudio “El último silencio. Diarios de campaña de José Martí” [7], también considera a los Diarios como escritura de la existencia. Es un ensayo escrito a manera de fragmentos que reflexionan sobre la condición de diario de campaña de esta obra capital de la literatura en lengua española, donde se unen palabra y acción mediados por el silencio, a partir del cual se edificará el simbolismo de su discurso poético y político.

El suyo es un conocimiento simbólico que va en busca de la verdad, interesado en salvar la distancia entre acción y palabra, entre espacio natural y especio literario, entre ética y estética, donde como avizoró Martí en Los poetas de la guerra tiene lugar “la fijación de la memoria histórica y el valor revolucionario”, y su contenido está traspasado por la voluntad épica y de ser nación, país y patria.

Martí sitúa a la patria en los Diarios como ideologema constituyente de la literatura cubana desde el inicio de la nación hasta nuestros días, y por la oposición a España, además de estar vinculado de manera estrecha con una historia marginal que se acerca a la visión singular de los protagonistas.

La escritora española también, como Ochando Aymerich, señala como posible tema novedoso de investigación la comparación entre los Diarios y los Episodios de la Revolución Cubana, de Manuel de la Cruz. Al tener que establecer una clasificación genérica de los Diarios de campaña, los ubica entre la literatura de ficción y la crónica histórica, y ve en ellos el sumun de la permanencia literaria de Martí, luego de referirse a criterios de autores de la bibliografía pasiva sobre los Diarios como Juan Marinello, Ezequiel Martínez Estrada, Cintio Vitier, Fina García Marruz e Ivan Schulman.


Notas:

[1] Nora Catelli. Ob.cit, p. 22.

[2] Joel James. Aproximación al Diario de campaña de José Martí, Ediciones Uvero, Santiago de Cuba, 1980. Leído en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 4, La Habana, 1981, pp. 181-207.

[3] Denia García Ronda. “Diario de campaña de José Martí”. Revista de la Biblioteca Nacional, 78 (2): 155-175, La Habana, mayo-agosto de 1987. Consultado en Valoración múltiple de José Martí, Casa de las Américas, 2007, La Habana, p. 621-642, donde aparece bajo el título “Diario de campaña de José Martí: pensamiento y forma”. Denia García Ronda fue por muchos años profesora de la Facultad de Filología de la Universidad de la Habana, y tuvo a su cargo la impartición de la asignatura Seminario Martiano, además de ser una estudiosa de la obra martiana.

[4] Carmen Ochando Aymerich. “El último silencio (En torno a la literatura de campaña)”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 18, La Habana, pp. 67-72, 1995-1996. La autora es profesora de la Universidad de Salamanca, con aportes al estudio de la literatura testimonial.

[5] Todos esos textos entrecomillados pertenecen a José Martí y se encuentran en “Nueva York y el arte”. “Nueva exhibición de los pintores impresionistas”. Obras completas, T.19, p. 305.

[6] Maydelín de la C González Delgado. “La huella de una voz de voces: Los Diarios de campaña de José Martí”. Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 20 (1997), pp. 264- 267.

[7] Leah Bonnin. “El último silencio. Diarios de campaña de José Martí” en Revista Iberoamericana de Cultura (digital). Otro Lunes, Madrid, n. 21 a G, enero de 2012. La autora, nacida en Barcelona, es doctora en filología hispánica y realizó su tesis sobre la literatura testimonial en 1998.