En el marco de la 33 Feria Internacional del Libro de La Habana, el espacio “Encuentro con…” recibió a una de las voces más polifacéticas de la intelectualidad rusa: Serguey Shargunov, escritor, periodista y presidente de la Asociación de Editores y Traductores de ese país. Bajo la conducción de la periodista Magda Resik, el diálogo reveló no solo la trayectoria del autor, sino también los hilos invisibles que unen su obra con la mayor de las Antillas.

Shargunov, de apariencia juvenil pero con una carrera que lo avala como figura prominente, confesó que su relación con la palabra comenzó antes incluso de saber leer. “La palabra en sí me cautivaba. Copiaba textos y los enmarcaba como un acto de respeto”, recordó. Hijo de un sacerdote ortodoxo, creció rodeado de libros y relatos hagiográficos. “Las vidas de los mártires me fascinaban —admitió—. Quizás porque, como todo adolescente, buscaba emociones extremas”.

A los 19 años, sus textos ya se publicaban en Novy Mir (Mundo Nuevo), una de las revistas literarias más prestigiosas de Rusia. Sin embargo, lejos de la arrogancia, el autor enfatizó la dualidad que lo define: “Para escribir bien, hace falta osadía, pero también dudar. Si no vacilas, nunca lograrás un buen resultado”.

Shargunov comentó la presencia recurrente de Cuba en su obra. Imagen: Tomada de Casa Rusia en La Habana

Uno de los momentos más reveladores de la charla fue cuando Shargunov confesó la presencia recurrente de Cuba en su obra. “En cada libro introduzco un elemento cubano. La literatura es un misterio, y este vínculo surgió sin planearlo”, explicó. A guisa de ejemplo mencionó su texto El libros sin fotos, que cuenta las historias que le narraba un tío abuelo, participante en la construcción de una fábrica en Cuba durante la era soviética, que trajo consigo piñas y anécdotas.

Ante la pregunta de Resik sobre sus géneros preferidos, el autor evitó encasillarse. “Escribo sobre la vida. Para mí, lo esencial es la verdad, pero sin descuidar la musicalidad del lenguaje”. Se autodefine como realista, aunque con matices posmodernos: “Mis obras exploran el crecimiento humano en contextos turbulentos. El personaje central siempre es un reflejo de nuestra época”.

Con su estilo cercano y agudo, Magda Resik subrayó la humildad de Shargunov frente a la palabra escrita. “Él me enseña que la literatura nace de la vulnerabilidad”, comentó. El ruso asintió: “Conservo ese niño que no sabía leer, pero sentía la música de las palabras. Regresar a esa sencillez es clave”.

Con la esperanza de que su obra llegue al español, Shargunov no dudó en señalar a Cuba como aliada natural. “Este país está impregnado de literatura —afirmó—. El aire aquí tiene sol y relatos”. La velada cerró con un compromiso tácito: seguir tejiendo, desde las letras, un diálogo que trasciende fronteras y tiempos.