Atraviesa una luz

la sinagoga, la mezquita, el templo

en Jerusalén.

Pero los hombres olvidan

las palabras

para cruzar el río Jordán.


Eso que ves caer

            sobre la ciudad,

no es una estrella enloquecida

que por el amor se muere:

Es la Muerte de la muerte en las manos de un niño.


No son tatuajes lo que ves,

es la piel quemada por el odio.

En la rama humeante no cantan los pájaros.

Hay una mordida del Hombre

y no amanece.


¿Dios? Se ahoga en la ciudad triturada por los gritos.


Un niño camina por el borde

de las paredes vacías,

el patio: mudo de juegos y esperanzas:

Madre se fue, sin decir adiós.