Breve acercamiento al Museo de Arte Sticker en La Habana
El sticker como símbolo y medio artístico no ha pasado desapercibido para la 15 Bienal de La Habana. El Museo de Arte Sticker ―en inglés Sticker Art Museum (SAMRO)― fue invitado a esta edición para realizar un puzzle frente al muro del malecón habanero. Desafortunadamente, esta obra fue vandalizada poco tiempo después de concluir su emplazamiento, hecho que, independientemente del motivo ―que aún se desconoce―, no tiene justificación, ya que este tipo de proyectos otorgan expectación a los transeúntes frente a la cotidianidad en la que nos desenvolvemos. Sin embargo, como el arte tiene el poder de renacer, en estos momentos la obra se encuentra en el Taller de Serigrafía René Portocarrero, donde se puede disfrutar de un mosaico de imágenes con estéticas que transitan desde lo kitsch y el pop hasta lo grotesco.
Para conocer un poco más sobre SAMRO, se intercambiaron unas palabras con los artistas PinoVolpino y Stelleconfuse, quienes comentan sobre el proyecto en cuestión y su experiencia después de lo ocurrido.
¿En qué consiste el proyecto Sticker Art Museum?
SAMRO (Sticker Art Museum) nace de una idea de los artistas PinoVolpino y Stelleconfuse. El primer museo, creado en 2022, se instaló en el interior de una cabina telefónica en desuso de Roma, Italia. Sin embargo, al cabo de unos meses, el interior de la cabina se estropeó por completo y decidimos trasladar el museo a un espacio más grande. Esta nueva versión de SAMRO se ha convertido en un “Museo Matryoshka”, ya que se encuentra dentro de un museo más grande, el MAAM (Museo del Otro y del Otro Lugar), también en Roma.
La idea del proyecto es realzar y dar visibilidad al movimiento artístico de la pegatina, reconociéndole por fin la importancia que merece. Musealizar la pegatina artística, insertándola en un museo, significa dar dignidad a esta forma de arte de pequeño formato, hoy extendida por todo el mundo. El proyecto tuvo éxito y nos pareció natural, como evolución, abrir otros museos de arte pegatina en otras ciudades. Las oportunidades abundan: en septiembre inauguramos un nuevo museo en Florencia, Italia, situado en el interior de un ascensor.

El proyecto SAMRO también forma parte de un fenómeno cada vez más extendido en el mundo: el de los museos autoproclamados. Instituciones museísticas que nacen desde abajo, directamente de la gente, y que están contribuyendo a redefinir el concepto mismo de espacio museístico.
¿En qué consistió el trabajo presentado para la 15 Bienal de La Habana y cuáles eran sus intenciones?
El proyecto que diseñamos para la 15 Bienal de La Habana supuso un paso más en nuestro objetivo de dar relevancia al movimiento del sticker art. Además de la creación de un nuevo museo, por primera vez se incluía esta forma de arte en un evento artístico oficial. En agosto, invitamos en las redes sociales a todo aquel que quisiera participar en este nuevo museo a que nos enviara sus pegatinas. La respuesta fue extraordinaria: en sólo tres meses recibimos obras de más de 250 artistas de 35 países.

Partimos hacia La Habana con una maleta que contenía unos 15 kg de pegatinas, y los acontecimientos posteriores demostraron lo importante que era cada contribución individual. Nuestra misión, en este momento, iba más allá de la creación de un museo: queríamos llevar la comunidad del arte de la pegatina a un lugar donde aún era desconocida y, al mismo tiempo, transmitir los mensajes de todos los artistas a través de sus pequeñas obras.
Este evento nos permitió no sólo crear el museo, sino también promover el arte de la pegatina como una forma cultural capaz de abrazar plenamente el tema central de esta Bienal: “Horizontes Compartidos”.
“De una intervención temporal en el malecón, el SAMRO se ha convertido en un museo permanente, encontrando un hogar en el Taller de Serigrafía René Portocarrero”.
¿Cuál es el mensaje que quieren transmitir después de la destrucción de su obra?
Cuando creamos una obra en un entorno urbano, esperamos un diálogo con las personas que se cruzan con ella. Están los que la observan desde lejos, los que se acercan para fijarse en los detalles y los que, aún más curiosos, empiezan a interpretar los mensajes que transmiten cada una de las pegatinas. También hay quien quiere interactuar físicamente con la obra: algunos quitan una pegatina que les ha llamado la atención para llevársela a casa, otros añaden sus propias pegatinas, mientras que algunos intervienen con escritos o etiquetas. La obra urbana tiene vida propia y, por lo general, al cabo de unos meses es totalmente distinta de como se concibió. Por eso nos entristeció profundamente lo ocurrido con el primer museo construido en el malecón. En aquel caso no hubo diálogo, sino una acción bien planificada que comenzó en cuanto abandonamos el lugar de la intervención. Utilizando una metáfora, es como si se hubiera quemado un libro antes incluso de haberlo leído. A pesar de lo sucedido, no nos desanimamos. Con la ayuda de los estudiantes de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, hemos conseguido crear un nuevo museo. De una intervención temporal en el malecón, el SAMRO se ha convertido en un museo permanente, encontrando un hogar en el Taller de Serigrafía René Portocarrero. Queremos agradecer al Taller por creer en nuestra visión y por darnos la oportunidad de continuar nuestro proyecto. En este nuevo espacio, ya dedicado al arte, esperamos que por fin pueda nacer un diálogo entre la comunidad del arte de la calcomanía y cualquiera que se acerque a esta forma de expresión con ojos curiosos y atentos.