Toques del Río: Catarsis y fusión en No me formes crisis
“Lo ideal es verlo en un espacio sin distracciones, con buen sonido y una pantalla grande. Recomendamos hacerlo por la noche, cuando la energía del día da paso a la introspección”, sugiere Zeney Alonso Pérez, bajista y director de Toques del Río. Esta invitación no es casual: el audiovisual No me formes crisis, nominado al Cubadisco 2025 en la categoría de Media duración, exige una inmersión total. Su propuesta es un viaje sensorial donde la música y la imagen se entrelazan para desafiar la quietud y transformar la incertidumbre en arte.
La génesis del proyecto surgió del deseo de capturar la energía escénica de la banda. “Siempre nos preguntábamos cómo traducir ese performance a nuestros fonogramas”, confiesa Alonso Pérez. El resultado es un CD-DVD que fusiona géneros —rock, funk, son, danzón, rumba y mambo— bajo un concepto central: “la crisis no debe paralizarnos, sino impulsarnos a actuar”. La obra, producida por Carlos Gómez (Wajiros Films) y grabada en los Estudios 18 de la Egrem, se erige como un manifiesto visual y sonoro. “Es una herramienta de expresión, resistencia y esperanza”, define el músico.
En su trayectoria, Toques del Río ha evitado las etiquetas. Desde Pa’ que te sosiegues —su primer álbum con mezclas de mambo, jazz y hasta polka rusa— hasta este audiovisual, la banda ha evolucionado sin abandonar esas peculiaridades que los diferencian en la escena sonora de la mayor de las Antillas. “Este proyecto es un paso más en nuestra búsqueda de nuevas formas de expresión”, explica Alonso Pérez.
“Si preguntas por el clímax del audiovisual, Zeney responde que es la ‘explosión sensorial’, donde música e imagen alcanzan su máxima potencia. Este momento simboliza la liberación, idea central del proyecto”.
Precisamente, la narrativa, desarrollada junto a Gómez y artistas invitados como Alain Pérez (director musical), Polito Ibáñez y César López, se estructura en tres fases: tensión inicial, con imágenes de caos; transformación, donde la música y el color se intensifican; y liberación, un clímax catártico. “Es una montaña rusa de emociones”, describe el bajista.
El título No me formas crisis funciona como un mantra. “Es una declaración de principios”, enfatiza Alonso Pérez. La obra evade géneros audiovisuales convencionales —no es videoclip ni documental—, optando por un lenguaje híbrido. El equilibrio entre lo tradicional y lo contemporáneo se refleja en detalles como el vestuario, que mezcla iconografía cubana con técnicas de edición modernas. “Incluimos ‘samples’ escondidos de grabaciones históricas y guiños a clásicos”, revela, invitando al público a descubrir capas ocultas.
“No me formes crisis fue concebido como una herramienta poderosa y atractiva en tiempos donde la imagen es influyente”.
Si preguntas por el clímax del audiovisual, Zeney responde que es la “explosión sensorial”, donde música e imagen alcanzan su máxima potencia. Este momento simboliza la liberación, idea central del proyecto. “Queríamos que el espectador sintiera esa catarsis”, comenta el artista. El proceso de grabación, colaborativo y minucioso, involucró a un equipo multidisciplinario. “Cuidamos cada detalle para que la calidad visual estuviera a la altura de nuestra música”, destaca.
El director Zeney Alonso Pérez dice a La Jiribilla que No me formes crisis fue concebido como “una herramienta poderosa y atractiva en tiempos donde la imagen es influyente”. Esta reflexión revela cómo la banda entendió la necesidad de adaptar su propuesta a un contexto digital, donde lo visual y lo sonoro deben complementarse. “No queríamos limitarnos a grabar un concierto; buscábamos crear una obra con identidad propia”, añade. Este enfoque explica la decisión de incluir secuencias cinematográficas y efectos visuales que van más allá de lo convencional en producciones musicales cubanas.
La realización del proyecto fue un diálogo constante entre músicos y el equipo de Wajiros Films, según Alonso Pérez. Destaca la participación de Carlos Gómez, cuya experiencia en narrativa visual fue clave para estructurar el viaje emocional. “Trabajamos escena por escena, discutiendo cómo cada plano podía reforzar el mensaje de las canciones”, explica. Un ejemplo es el uso de la iluminación: “En las fases de tensión, optamos por tonos fríos y sombras; en el clímax, todo estalla en colores cálidos y movimiento”. Este nivel de detalle refleja la meticulosidad del proceso.
Para Alonso Pérez, la nominación al Cubadisco 2025 valida “el riesgo de crear algo distinto en un mercado que a veces premia lo seguro”.
Además de los mencionados Alain Pérez y Polito Ibáñez, el audiovisual cuenta con aportes únicos. “César López trajo su saxofón para un solo que simboliza la ruptura de la crisis”, comenta Alonso Pérez. Mientras, Lázaro Peña y Maurice A. Royero aportaron coros y percusiones que “enraizaron ciertas piezas en la tradición cubana”. Estos colaboradores no fueron meros acompañantes: “Cada uno interpretó desde su lenguaje, enriqueciendo la fusión que nos define”. Las canciones abarcan desde guaguancós con arreglos rockeros hasta boleros con bases electrónicas, siempre bajo la premisa de “no repetir fórmulas”, sello de Toques de Río.
Para Alonso Pérez, la nominación al Cubadisco 2025 valida “el riesgo de crear algo distinto en un mercado que a veces premia lo seguro”. Rechaza la idea de que el audiovisual sea “solo para nichos”: “Habla de emociones universales: miedo, lucha, liberación”. Y aunque celebra el reconocimiento, insiste en que el mayor logro es “haber creado una pieza honesta, donde cada decisión artística tuvo un porqué”.
La identidad cultural cubana dialoga con el presente en esta obra. “No es un homenaje nostálgico, sino una reinterpretación moderna”, aclara Alonso Pérez. Si bien la nominación es un reconocimiento al esfuerzo colectivo, el verdadero éxito radica en la conexión con el público. “Esperamos que lo sientan cercano, como un reflejo de sus propias emociones”, concluye.