En el mundo del jazz, donde a veces prima la virtuosidad estridente, Emilio Morales prefiere el camino contrario: la elegancia discreta, el respeto por la melodía y un diálogo íntimo con la tradición cubana. Su más reciente producción, Sin alarde, nominada en la Feria Internacional de la Música Cubadisco 2025 en las categorías de Jazz y Audiovisual de Larga Duración, es un testimonio de esa filosofía. Grabado en vivo en el Teatro del Museo de Bellas Artes bajo la dirección de José Manuel García Suárez y producido por Bis Music, el disco es un viaje por la esencia de la música cubana, sin pretensiones, pero con una profundidad que solo un maestro como Morales puede lograr.

El álbum abre con “El alardoso” de Enrique Jorrín, un guiño irónico al título del proyecto, seguido por joyas como “Moliendo café” (José Manzo Perroni) y “Longina” (Manuel Corona), donde el piano de Morales teje conversaciones con la percusión. Los temas de su autoría —“Mambo entre amigos”, “Martha”, “Tu infancia dorada” y “Un tren primera clase”— revelan su capacidad para fusionar jazz con sonoridades cubanas, mientras que “Las perlas de tu boca” (Eliseo Grenet) y “Una rosa de Francia” (Rodrigo Prats) homenajean el bolero. El cierre, con “Green Dolphin Street” (Bronisław Kaper), subraya su visión universal del jazz.

En sus propias palabras, Morales define el disco como un reflejo de su carrera: “Es mi obra dedicada al jazz cubano, especialmente a la descarga, esa mezcla de son, chachachá y bolero que es mi base diaria”. El título, sugerido por amigos, resume su ethos: “Es un homenaje a nuestra cubanía, pero sin alardear. Sencillamente, con decoro y profesionalismo”. La producción, coordinada por José Manuel García Suárez, priorizó el balance sonoro entre géneros y logró un resultado donde cada nota parece estar en su lugar exacto.

Morales define el disco como un reflejo de su carrera y lo dedica al jazz cubano.

Morales recalca que su objetivo es crear un lenguaje accesible: “Busco que llegue a quienes no son expertos, pero también a quienes tienen oído entrenado. Que sea ‘masticable’, sin perder profundidad”. El audiovisual, grabado con un equipo “profesional y paciente”, captura la magia del concierto en vivo, donde resaltan improvisaciones que fluyen como conversaciones entre veteranos.

Detrás de la aparente sencillez del disco se esconde un minucioso trabajo de arreglos donde Morales demuestra su maestría como arquitecto musical. Cada tema fue concebido como un espacio acústico distinto: desde la intimidad del bolero en “Longina” hasta la energía contagiosa de «Mambo entre amigos», pasando por los juegos rítmicos en “Las perlas de tu boca”. El pianista confesó que este enfoque respondía a un principio rector: “Quería que cada canción tuviera su propio universo, pero sin romper la unidad del conjunto”. Esta dualidad entre diversidad y cohesión es quizás uno de los logros más notables del proyecto.

La elección del Teatro del Museo de Bellas Artes como escenario no fue casual. La acústica del recinto en estos conciertos audiovisuales siempre se convierte en un instrumento más. Las cámaras capturaron no solo la performance, sino también la complicidad entre los músicos y el público, creando un documento que trasciende lo musical para convertirse en testimonio de un momento único. El director José Manuel García Suárez logró plasmar esa magia alternando entre primeros planos de manos sobre el teclado y tomas abiertas que muestran la conexión artista-espectador.

“Detrás de la aparente sencillez del disco se esconde un minucioso trabajo de arreglos donde Morales demuestra su maestría como arquitecto musical”.

El disco demuestra así que la autenticidad no está reñida con la innovación y que el jazz cubano sigue siendo un lenguaje vivo, capaz de sorprender sin perder su esencia. Sobre la nominación, Morales se muestra humilde: “Figurar junto a grandes artistas, con un jurado tan riguroso, es un honor. A mi edad, que valoren mi obra es reconfortante”. Y aunque desea que el público disfrute el disco, le interesa especialmente la crítica de los especialistas: “Que digan que voy por buen camino es mi mayor logro”.

Sin alarde no es un disco para oír de paso; es para degustar, como un café recién molido. Morales lo resume así: “Dejo que el oyente elija qué temas le gustan. Solo espero que sientan lo mismo que yo al tocarlos: alegría y respeto por esta música”.