“Cuando los niños colmaron el Teatro de Bellas Artes, supe que habíamos creado algo especial”, confiesa Julio Vicente Trigo sobre Sueños diminutos, el CD premiado en Cubadisco 2025 en la categoría Audiovisual Infantil. Este disco-concierto, producido por Bis Music con apoyo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), incluye 12 temas: “Sueños diminutos” (colectivo), “Luciérnagas” (Vicente Trigo), “El pingüino Nicolás” (Rey Montalvo), “Dalí” (Jan Cruz), “Ojitos descalzos” (Mauricio Figueiral), “Motivos” (Dúo Nueve), “La media” (Adrián Berazaín), “Planeta Cachivache” (Annie Garcés), “Capitán de lo feliz” (Nelson Valdés), “En ti” (Ronkalunga), “La noche” (Christopher Simpson) y “Sueña como un niño” (Abel Geronés). Destacan participaciones como Osaín del Monte, Emir Santa Cruz y Daniela Valdés.

La idea surgió de José Manuel García (Bis Music) en colaboración con la Unicef, como explica Trigo: “Fue un encargo dentro del marco de la Convención de los Derechos del Niño”. El formato innovador combinó un concierto multidisciplinar en el Teatro de Bellas Artes con segmentos teatrales protagonizados por payasos y niños actores, todo musicalizado por un “dream team de artistas cubanos”.

La imagen juega un papel fundamental para lograr un trabajo homogéneo, señala Trigo sobre este proyecto donde las canciones se entrelazan con sketches educativos. El tema homónimo “Sueños diminutos” (compuesto por Trigo) funciona como hilo conductor, interpretado por todos los artistas. “Es nuestra carta de presentación”, añade el productor, quien diseñó un viaje sonoro donde participan el Coro Diminuto (dirigido por Carmen Rosa) y actores que explican derechos infantiles “entre juegos y fantasías”.

El tema “Sueños diminutos” funciona como hilo conductor, interpretado por todos los artistas.

Trigo revela curiosidades a La Jiribilla de Sueños Diminutos: “La guitarra en ‘Planeta Cachivache’ tuvo errores y se regrabó en postproducción”. Un percance mayor fue perder un disco duro con archivos iniciales: “Tuve que regrabar pistas para el concierto”. Pese a ello, el productor califica el proceso como “magnífico”, con pocas correcciones finales. Los arreglos —desde son hasta rumba— mantienen coherencia gracias a orquestaciones cuidadosas que crean lo que Trigo define como “una misma estética”.

Por otro lado, los segmentos teatrales con el clown y los niños actores no fueron simples interludios. “Cada escena fue diseñada para explicar un derecho infantil específico, desde el acceso a la educación hasta el juego, pero convertido en pequeñas historias fantásticas que mantenían la atención de los pequeños”. El productor subraya cómo estos momentos de actuación se entrelazaban orgánicamente con las canciones, creando un flujo narrativo continuo.

Montar el concierto requirió soluciones ingeniosas: “Teníamos que cambiar escenarios rápidamente entre canción y canción, mientras los actores preparaban sus próximas intervenciones”. La solución partió de la creatividad y diseñaron “islas musicales” donde algunos artistas tocaban en acústico durante las transiciones, lo que mantuvo la magia del momento sin interrupciones. “Esa energía en vivo es lo que quisimos capturar en el audiovisual”.

“(…) Sueños diminutos no es solo música: es un juguete auditivo, una clase disfrazada de fiesta (…)”.

El Coro Diminuto de Carmen Rosa no fue un simple acompañamiento. “Los convertimos en narradores colectivos”. Por ejemplo, en “Sueños diminutos” (el tema) cada estrofa es cantada por un solista diferente, pero el coro une todo como un abrazo musical. Esta idea se repite en otros temas, donde las voces infantiles comentan la acción como un “griego antiguo” adaptado a la sensibilidad de los niños.

Entre los doce temas, Trigo confiesa especial cariño por “Luciérnagas”, composición propia que compara con una canción de cuna contemporánea. “Quise musicalizar esa imagen mágica de los insectos luminosos que fascinan a los niños, usando armonías jazzísticas pero con una simplicidad melódica que cualquiera pueda tararear”.

Luego, en el proceso de edición del audiovisual, al montar las tomas, descubrieron que las reacciones genuinas de los niños en el público eran tan valiosas como lo que ocurría en escena. Decidieron incluir primeros planos de estas expresiones de asombro y alegría, que terminaron siendo “el termómetro perfecto del éxito del proyecto”, un material espontáneo que dio autenticidad al producto final.

El disco está disponible en Sandunga, invitando a vivir “la magia acompañada de niños”, como sucedió en Bellas Artes. Es que Sueños diminutos no es solo música: es un juguete auditivo, una clase disfrazada de fiesta, como lo define Trigo. El arte infantil puede ser —al mismo tiempo— pedagógico, emocionante y ganador de uno de los premios del certamen más importante de la música cubana.