En la tarde de este 19 de febrero el Instituto Cubano del Libro homenajeó a la reconocida etnógrafa cubana Natalia Bolívar Aróstegui, en acto efectuado en la galería de la Casa del Alba Cultural como parte de las acciones correspondientes a la 32 Feria Internacional del Libro de La Habana.

Autora de libros como Cuba santa, Los Orishas en Cuba y ¿Sincretismo religioso? Santa Bárbara/Changó, Natalia Bolívar es considerada una de las columnas vertebrales de la cultura cubana. Su sapiencia, entrega y naturalidad no dejaron indiferentes a sus amistades, familiares y a quienes atesoran la presencia de su recuerdo, convencidos de la certeza de su inmortalidad.

La poeta Nancy Morejón, el crítico de arte Nelson Herrera Isla, el antropólogo David López y Natasha del Río Bolívar, hija de Natalia, compartieron sus recuerdos e impresiones de la reconocida investigadora y artista cubana.

“Tenía mucha conciencia de la necesidad del arte y la necesidad de la religión, fuera cual fuera”, expresó Nancy Morejón.

“Era una persona excesivamente modesta”, comentó Nelson Herrera, quien recordó algunas anécdotas junto a Bolívar, las relaciones de amistad de ella con numerosos pintores cubanos de diferentes generaciones. Ella tenía una intuición extraordinaria, era una artista que no pensaba sino en crear, afirmó el especialista. Entre las cualidades de la investigadora también mencionó su extraordinaria intuición, el don natural para las artes visuales, su fascinación por Haití y la sensibilidad y aptitudes para el arte.

“Podía perfectamente unir muchos materiales, imágenes. Le encantaba la mixtura, el mestizaje, la mezcla que hacía constantemente en sus obras”, reiteró Nelson y llamó a poner en valor los diversos artículos y obras en las recopilaciones de Natalia.

Nancy Morejón reiteró el gran valor humano, literario y artístico de Bolívar, el legado de su impronta, obra y colecciones. “Natalia importa porque trasciende y porque su vocación nacional es tan fuerte que aparece, a veces en forma racional, a veces de forma muy irracional, y eso yo creo que tenemos que agradecérselo siempre”.

“Le encantaba la mixtura, el mestizaje, la mezcla que hacía constantemente en sus obras”.

Asimismo expresó el orgullo de rendir tributo a una memoria que está viva y resaltó las capacidades intrínsecas de Natalia. Era una mujer muy libre, comentó, no solo a raíz de su educación general, sino también de su trayectoria como artista y como persona y tenía el don de poseer una mirada desprejuiciada. “Tenía mucha conciencia de la necesidad del arte y la necesidad de la religión, fuera cual fuera”, sentenció.

Daniel López, a su vez, refirió sapiencia y la formación profesional de Natalia, a quien situó en el mismo plano de significación del de figuras de la talla de Fernando Ortiz y Lidia Cabrera. También resaltó la relevancia de Bolívar a nivel mundial y puso en valor la impronta de la investigadora que, no obstante sus orígenes y extracción, dignificó la espiritualidad y cultura de los afrodescendientes mediante la búsqueda de la universalidad de las raíces africanas.

Entre los puntos de referencia, López mencionó además el rol de ella en la creación de la sala etnográfica del Museo de Bellas Artes y añadió: “Natalia trata de llegar a las esencias de esas expresiones culturales y espirituales investigando esta poética, esa raíz de la religión y de la cultura, pero no se aparta nunca de la esencia que tienen para la formación de la afrodescendencia en el Caribe y en Latinoamérica estos valores esenciales que encierra la raíz afrodescendiente americana. Por lo tanto, pienso que es una etnógrafa que trasciende las barreras nacionales para expandir ese trabajo a nivel regional y universal”.

El homenaje concluyó con la proyección del documental Las muchas Natalia Bolívar: Arte, utopía y religión (2018), de Juanamaría Cordones-Cook.