Situado en los lindes de los estudios históricos de nuestros días, escrito con precisión y amenidad hasta el límite de sus 300 páginas, Murmullos de la historia (2023), uno de los libros más recientes de Félix Julio Alfonso, revela lo que parece ser una convicción del importante historiador y ensayista cubano en torno a los estudios de la historia: el mutuo intercambio entre esta disciplina y la literatura, la cultura y el papel plurisémico y multifónico del murmullo. Murmurar es, por una parte, apagar hasta casi las penumbras las palabras, las dicciones, ante circunstancias inoportunas donde el discurso denotativo nos pondría en aprietos. Los uruguayos, argentinos y chilenos que quedaron varados durante los golpes fascistas saben bien qué es murmurar y la importancia de esta sabia herramienta humana. En la Cuba de finales de los años 50, se vivía en perenne murmullo, aun dentro de los hogares. También el murmullo puede ser paradójico: surgir en un escenario positivo, pero donde algunas personas, por las razones que fueren, no toleran ciertas ideas. Murmurar es, por otro lado, agazaparse lo denotativo bajo lo connotativo por motivos de cortesía o de peligros inminentes. Pero por lo general, el murmullo es portador de realidades, de lo histórico. Una vez cribado podrán verse las pepitas históricas que todo murmullo atesora.

Cuando Félix Julio y yo impartimos varios cursos de posgrado sobre la novela histórica actual de Cuba y la América Latina en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, este desempeñó ambas direcciones intelectivas con brillantez creadora y académica. Los cursistas disfrutaron de sus lúcidos análisis y las revelaciones que sobre una u otra materia les ofreció, sucesos del acontecer y de figuras históricas que parecían surgir de la más pura ficción o a la inversa, dados los tenues límites que no pocas veces separan la historia de la fabulación.

No es de extrañar, entonces, por qué el autor eligió el término “murmullos” para identificar esta obra. El vocablo viene como anillo al dedo a tenor de sus diferentes significados, algunos de los cuales sintetizan el proceso distintivo del discurso historiográfico contemporáneo, lo que no equivale a la vulgarización de lo histórico; por el contrario, lo enriquece, ya que se acerca con mayor propiedad al hecho estudiado.

Situado en los lindes de los estudios históricos de nuestros días, Murmullos de la historia, de Félix Julio Alfonso, revela lo que parece ser una convicción del importante historiador y ensayista cubano en torno a los estudios de la historia: el mutuo intercambio entre esta disciplina y la literatura, la cultura y el papel plurisémico y multifónico del murmullo.

En este sentido, no parecen fortuitas las siguientes palabras del prestigioso historiador Manuel Moreno Fraginals (1920-2001) insertas en Murmullos…: “El mundo no se nos entrega solamente en cifras, en comparaciones bancarias; se nos entrega también en la pintura, en la música, en la poesía, y eso uno tiene que sentirlo para saber cuál es el mundo en que uno está”. Idea, por cierto, consustancial a los catorce ensayos de la obra que nos ocupa.

Abre el libro con la figura de José Antonio Aponte y la visión de distintos especialistas sobre él y su rebelión a inicios del siglo XIX, incluida la peculiar mirada a su psicología, tema este enriquecido con las ideas e imágenes diseminadas en la novela Una biblia perdida (2010), del historiador y narrador Ernesto Peña González.

Un soneto del villaclareño Manuel Serafín Pichardo (1863-1937) dedicado a la Torre Eiffel en 1889, y otro del matancero Agustín Acosta (1886-1979) acerca de la presencia vasca en Cuba, permiten al investigador descubrir juicios acerca del devenir cultural e histórico de la Isla.

Murmullos de la historia nos adentra, con la misma pasión del autor, en los diferentes hitos dialógicos de la historia y la cultura nacional”.

Tres narraciones del escritor Julio Travieso (La Habana, 1940) reciben igual número de comentarios, los cuales destacan los contextos históricos, visibles o arcanos, de las novelas Cuando la noche muera (1983) y Llueve sobre La Habana (2004), o del testimonio Un nuevo día (1984), calificado con razón por Félix Julio como “novela sin ficción”, ya que algunos de los incidentes de los protagonistas involucrados en el asalto al cuartel Moncada parecen salidos de la más alucinante imaginación.

A don Fernando Ortiz dedica tres sustanciales ensayos: su papel en la Revista Bimestre Cubana, los polémicos nexos con el Dr. Orestes Ferrara y la trascendencia de Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940), texto de valiosos aportes historiográficos y de belleza discursiva impresionante.

Son también muy valiosos los dos escritos dedicados a Manuel Moreno Fraginals y a las reflexiones sobre el oficio del historiador y la literatura colonial. Igualmente, esclarecedoras resultan las aproximaciones a la curiosa casa donde nació Eliseo Diego en la Habana Vieja, y a los avatares sufridos por Ese sol del mundo moral (1975), libro de Cintio Vitier indispensable para el conocimiento de uno de los hilos conductores de la cultura y el progreso de la historia patria. De este modo, Murmullos de la historia nos adentra, con la misma pasión del autor, en los diferentes hitos dialógicos de la historia y la cultura nacional.