La literatura cubana del siglo XXI prestigia a Rafael de Águila como uno de sus principales exponentes. Narrador, crítico y ensayista, ostenta los premios más relevantes de las letras en Cuba. Pero su carrera trasciende más allá de lo convencional, por lo que conversar con él es nutrirse de arte, filosofía, historia, medicina y por supuesto, de literatura.

Saberlo nuevamente ganador del Premio Alejo Carpentier de Cuento avivó el deber de repetir una entrevista necesaria. Insisto en adentrarme en su mundo para alcanzar a entender cómo es capaz de representar magistralmente historias tan humanas como originales, en las que late su premisa “no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta”.

“Desde el 2010, quizá, todo cuanto he escrito no ha sido sino luchar por expandir aquellos recursos primigenios, llevarlos más allá…”

En 2010 ganas por primera vez el Premio Alejo Carpentier de Cuento. En 2018 ganas el Premio Casa de las Américas en el mismo género. ¿Qué tienen en común Del otro lado, Premio Alejo Carpentier de Cuento 2010 y Todas las patas en el aire, Premio Casa de las Américas de Cuento 2018, con Reos de cuaresma, obra con la que acabas de recibir, de manera unánime, el premio Alejo Carpentier de Cuento 2024?

“En el 2010, antes de enviar el libro a concurso, al conformar el cuaderno me sumí en una última lectura. Durante muchos años fui analista de información. Eso me legó la pasión y la fruición de analizarlo todo, desmenuzarlo en secciones, establecer causas y condiciones, armar matrices DAFO, definir tendencias y fijar denominadores comunes. Pues eso hice con aquel libro. Ello me llevó a advertir que empleaba determinados recursos estilísticos de manera browniana, esto es en unos cuentos sí, en otros no. Recuerdo haber hecho una lista con tales recursos. Reescribí entonces el libro de manera tal que dichos recursos fueran empleados con carácter sistémico y homogéneo en todo el cuaderno. Lo reescribí con el objetivo consciente de estructurar una suerte de evidente modus operandi. Un sello. Algo personal.

Reos de cuaresma pretende ser una nueva vuelta de tuerca en mi obra”.

“Desde el 2010, quizá, todo cuanto he escrito no ha sido sino luchar por expandir aquellos recursos primigenios, llevarlos más allá, jugar a profundizar, a hacer crecer —en calidad y cantidad— el modus operandi. Eso fue, estilísticamente hablando, Todas las patas en el aire, Premio Casa de las Américas 2018: otra vuelta de tuerca. En los ocho años transcurridos entre un libro y otro se habían sumado nuevos tips. Ganar un premio, dos o cuantos sean no dice absolutamente algo a favor en cuanto a haber logrado el éxito en esa dirección; tampoco dice algo en contra. Los premios se los inventamos a la realidad. La única realidad tangible y palpable es la obra. Y el tiempo —unívoco, infalible y eterno— el único jurado, no los tres seres que suelen conformar en Cuba jurados —tristemente mortales y veleidosamente falibles—.

Reos de cuaresma pretende ser una nueva vuelta de tuerca. Otra. Vuelta de tuerca en cuanto a la sumatoria de recursos que han engrosado el morral de modus operandi. Mi credo de escritor —todo escritor tiene el suyo— privilegia mucho más el cómo escribo al qué escribo. Si no está la historia armada y almada de un estilo que la sostenga —desde mi punto de vista— de poco vale la historia. El estilo hace la literatura. Voy a confesar que en los últimos tiempos advierto que llevado por vientos que soplan desde el inconsciente —vientos del inconsciente llevan y traen y hacen los caminos del arte— comienzo a abandonar, a rechazar quizá, el hasta hace un tiempo lozano modus operandi y comienzan a aparecer historias algo menos barrocas, algo menos palabreramente prolijas, historias estilísticamente diferentes. Precisamente dos de esas historias se han infiltrado en Reos de cuaresma”.     

El jurado del Premio Alejo Carpentier de Cuento argumentó que Reos de cuaresma resulta una obra sui generis en el contexto de la narrativa cubana actual y destaca el “estilo muy personal e inusual” ¿A qué atribuirías esta aseveración?

“Pues… te juro que cuando leí semejantes juicios en la nota de prensa —hube de leerlo como todo lector— quedé de una pieza. Hasta el momento no creo que la crítica literaria —suerte de entelequia, es decir, algo casi inexistente en Cuba—, o la Academia —sector que no parece afanarse o prestar atención a lo que se escribe o hacia quienes escriben hoy en Cuba, en cualquier caso no a mis textos— ha dicho una palabra sobre ello, más allá, desde luego, de textos ‘críticos’, esto es reseñas elogiosas de colegas, colegas que, como suele suceder, as usual, alaban los textos de otro colega. Me complace, desde luego, pero especialmente me asombra, semejante juicio.

“Ya te expliqué cómo mi credo de escritor privilegia el estilo, cómo me afané en armar ese modus operandi desde el 2010 en tres libros sucesivos. No me corresponde creer que mi libro pueda o no resultar sui generis. No me corresponde explicarlo. Se tiene ciertas rayitas en los dedos, se tienen determinados genes, determinado psiquismo, personalidad, carácter. Todo eso es muy personal. Todo eso es lo que se es. Muy personal también debe ser cuanto se urda en el arte, ya sea el creador artista plástico, cineasta, músico o dramaturgo. Muy personal también resulta o debe resultar cuanto uno escriba, en el caso de un escritor. La literatura debe llevar un sello, una impronta, personalísima; así como llevamos personalísimas rayitas en las yemas de los dedos o personalísimos genes nos hacen ser lo que somos, así debe de suceder con lo que escribimos. Shakespeare sostuvo que estamos hechos de la misma sustancia de la que están hechos nuestros sueños. Pues eso, escribimos con la misma sustancia con que somos”.       

“Vivo en Cuba y escribo armado y ‘almado de ella’ y por ella”.

Te he escuchado decir que te esfuerzas en lograr que de tus libros emane un espíritu sistémico, que cada parte, en este caso cada cuento, se sepa parte de un todo, y que ese todo deje libre un cuerpo espiritual que aporte un sentido o cicatrice el alma, o —para decirlo en lenguaje común y buen cubano— un significado. Sé que a los autores no les agrada en ocasiones explicar su propia obra. Me arriesgo a hacer la pregunta: ¿cuál sería el espíritu, el alma, el elemento sistémico, temáticamente hablando, en las historias que conforman Reos de cuaresma?

“Todo libro, toda obra humana, tiene espíritu. Como dices tú, en buen cubano, significado. Olvidemos ahora lo que he dado en llamar modus operandi, los recursos lingüísticos, literarios, narratológicos o estilísticos. Centrémonos en el espíritu, es decir, en lo que llamas ‘significado’.

“En primer lugar, Cuba. Si viviera en el Ártico escribiría de seguro con la idiosincrasia del iglú. Vivo en Cuba y escribo armado y ‘almado’ de ella y por ella, en su top y a un tiempo en su bottom, lleno de sus alegrías y henchido de sus tristezas, de sus risas y de sus llantos, de su grandeza y de sus miserias, de lo que orgullosamente soy y seré, de lo que orgullosamente fueron mis ancestros, y en tanto ello Cuba es lo primero, Cuba es el Alfa y el Omega en lo que escribo. Ella está ahí, alegre y triste, enorme y pequeñita, risueña y gimiente, pero verdadera y auténtica porque la literatura es como la sangre o el semen o el llanto, la literatura es como la sustancia con la que se arma un beso, la misma sustancia con la que se lucha, se ama, o se muere por la tierra que a uno prohijó, acunó, alimentó, la misma tierra que dará al cuerpo algún postrero día sepultura.

“El amor, el sexo, el desamor, la enfermedad, la muerte, el absurdo en el que deviene no pocas veces la vida, todo lo que une y desune, todo cuanto lleva a ser y empuja a dejar de ser, ese quizá sea el significado, el alma, el espíritu de Reos de cuaresma”.

“Goethe tiene una frase: ‘Lo eterno femenino nos empuja hacia lo alto’. Frase esa tremebunda. Misteriosa. Imposible definir qué pueda ser exactamente y a derechas lo “eterno femenino”. Hay entidades que en su infinito misterio no se alcanza a definir y, sin embargo, nos definen, nos vapulean, nos empujan hacia un lado, hacia el otro, no pocas veces hacia abajo, por fortuna ciertas veces hacia lo alto. La mujer es el personaje central de este libro, de todos mis libros, de todas mis historias. Cuba y la Mujer. Quizá la mujer resulte el personaje central de todos los libros. De todas las vidas. El amor, el sexo, el desamor, la enfermedad, la muerte, el absurdo en el que deviene no pocas veces la vida, todo lo que une y desune, todo cuanto lleva a ser y empuja a dejar de ser, ese quizá sea el significado, el alma, el espíritu de Reos de cuaresma.               

Sé que pese a sostener un profundo ethos humanístico, no profesas religión alguna, aunque en algún momento te sedujo el budismo y la disciplina yoga. De ahí que llegue, irremediablemente, a esta pregunta: ¿por qué ese nombre para el libro? ¿Por qué Reos de cuaresma?

“En la liturgia, en el calendario cristiano, la cuaresma deviene periodo destinado a aprestos espirituales, turno de saneamiento del espíritu, de luminiscencia, época de reforzamiento de esperanzas, de reflexión, de perdón —de suma importancia el perdón—; no es tiempo de tristezas, no, es tiempo de meditación, meditar y perdonar no es sinónimo de estar triste.

“Tampoco es tiempo de jolgorio. Al menos no como se suele malentender el jolgorio. Perdonar, por ejemplo, es todo un jolgorio. Pensar en el otro, quienquiera sea ese otro, es un jolgorio. Amar es un jolgorio. No dañar al otro, nunca, un jolgorio.

Rafael de Águila: “El premio es escribir”

“La cuaresma es tiempo de sacrificio personal. De colocar por encima del yo personal y privado al yo de muchos. Es tiempo de desprendimiento. Tiempo de mentalidad gregaria. De no ejercer dominio alguno sobre otros, de negarse a la autocomplacencia, de olvidar individualismos, negar egoísmos, desterrar insensibilidades, tiempo de negarse a extraer beneficios del otro, de abstenerse de privilegiar bienes materiales en detrimento de bienes del espíritu.

“Leemos en el Libro de Isaías que urge partir el pan con el hambriento, hospedar al sin techo, vestir al desnudo; es periodo de recordarse nimio, de saber que más allá de toda jactancia se es polvo y al polvo se regresa. Recuerdo un trozo de verso, maravilloso, de sor Juana Inés de la Cruz, ‘cuaresmados los deseos’. Vaya significado sagrado el de ese verso. Para los cubanos, para los humanos todos de hoy día, religiosos o no, el hálito de la cuaresma supondría gran beneficio. En el libro todos los personajes aúllan, chillan, demandan, berrean, necesitan ¡a voz en cuello! ser eso: Reos de cuaresma.     

Hace apenas unos días estuve presente cuando un joven colega tuyo, escritor, narrador y poeta, te preguntó cómo haces para ganar tantos premios de primer orden en Cuba. ¿Existe una fórmula, un know how, un método para ganar premios?

“No. No existe. Ni es, ni puede ser, el fin de obra humana alguna; no, no se labora por un premio, no se vive por o para un premio, sería absurdo eso, sería banal, venal, es decir, inmoral, sería venial, y vano. Se publicita los premios que ganas, pero no las veces que envías tu obra a un premio y es ignorada. Uno sencillamente se toma de las tripas y hace corazón. La obra es el corazón.

“Los premios se los inventamos a la realidad. La Literatura no se hace para obtener premios. Se hace como se hace un hijo, como se besa, como se llora, como se brinda la sangre a otro ser que la necesita o se entrega la vida a un fin digno y puro”. 

“Un cirujano oncólogo, como mi amigo el doctor Antonio Bouzó, médico especialista, urólogo, oncólogo del Instituto Nacional de Oncología y Radiología, que todos los días lucha por vencer a la muerte, todos los días enfrenta un tumor, y lucha por desterrar dolores y defender la vida, o mi amigo oftalmólogo, el doctor Gonzalo García López-Trigo, que devuelve la vista a alguien que ha quedado ciego, o mi amigo, el cardiólogo Luis Reinaldo, que revierte una fibrilación ventricular, ellos no lo hacen por un premio, no, y créeme, quien haga semejantes prodigios merece mil premios.

“Un soldado que lucha ante un invasor no lo hace por un premio, y los merece; una madre que lleva a su hijo un mendrugo de pan, desdeñando su propia hambre, no lo hace por un premio —más allá del premio que llega de ver sonreír a su pequeño—, y los merece; un científico que lucha por obtener una vacuna que salve vidas no lo hace por un premio, y ufff, los merece; ni Cervantes ni Shakespeare tuvieron premios, ni los demandaron, y ufff, vaya que los merecieron.

“No se escribe un libro, o se pinta un cuadro, o se hace un filme, o se entra a un quirófano, o se lucha por desterrar la maldad y la mentira en busca de un premio. Quien viva en función de obtener premios está muerto y no los merece. Esa teleología, ese vivir con el único fin de obtener éxito, resulta inmoral. Kant sostenía que el arte era una finalidad sin fin. Lezama hacía de la hipertelia un credo; llamaba hipertelia a algo que excedía su finalidad. Los premios se los inventamos a la realidad. La Literatura no se hace para obtener premios. Se hace como se hace un hijo, como se besa, como se llora, como se brinda la sangre a otro ser que la necesita o se entrega la vida a un fin digno y puro.

“Ser buen escritor es mero accidente. Ser mejores seres humanos lo trascendente. El camino está ahí”.

“El premio es escribir. El premio es la obra. El premio es que alguien lea lo que has escrito y un día te diga que lloró leyendo tu libro, que creció como ser humano, que lo leído lo ayudó a superar determinada crisis. Y para eso sí que hay una fórmula y un know how: ser bueno, ser digno, ser honorable, hacer lo posible, como solía decir Montaigne, y le agradaba citar a Alejo Carpentier —y aun lo imposible, me gustaría agregar yo—, para desempeñar el duro oficio de ser hombre. Agregaría también yo —con perdón de ambos— el duro oficio de ser un hombre bueno”.          

Finalmente, ¿cómo valoras la narrativa, en especial el cuento, al día de hoy en Cuba?

“Si la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, la ONEI, lo tuviera a bien, pudiera elaborar una nueva estadística, un nuevo parámetro, a saber, ‘cantidad de escritores por kilómetro cuadrado’. Te aseguro que nunca antes existieron en Cuba tantos seres afanados en el arte de escribir. No me agrada en modo alguno el chovinismo, prurito de primates, mas dudosamente algún otro sitio alcanzaría a exhibir guarismos tales.

“Una de las características más notorias de la literatura cubana hoy día, de la narrativa, del cuento, resultaría esa, la profusión. Parecería que, como ocurre en un texto de Cortázar, pudieran existir más escribas que lectores”.

“Una de las características más notorias de la literatura cubana hoy día, de la narrativa, del cuento, resultaría esa, la profusión. Parecería que, como ocurre en un texto de Cortázar, pudieran existir más escribas que lectores. Cuba es un país de escribas, de contadores de historias. Harold Bloom sostuvo en El canon occidental que, de los escritores canónicos, esos dioses del idioma español en el siglo XX, el 33 por ciento lo conformaban precisamente cubanos. Hoy todos ellos, infortunio mediante, han fallecido.

“Voy a repetir algo que hace algunos años me dijera Marilyn Bobes: ellos, los canónicos, cuando vivían y amaban y escribían no se reconocían como tales, no se sabían canónicos. Quién sabe si algunos de los tantos colegas que hoy viven, y aman, y escriben en Cuba —o fuera de Cuba, un escritor no deja de ser la sustancia que lo conforma aun cuando viva en la Conchinchina— llegue a ser tomado por canónico cuatro décadas hacia delante. Mientras, escribir, vivir y amar es el camino. Hacerlo ejerciendo el duro oficio de intentar ser mejores seres humanos. Ser buen escritor es mero accidente; ser mejores seres humanos, lo trascendente. El camino está ahí. Y ya lo dijo el poeta: ‘andando se hace’”.